Ahora que el panorama está más aclarado en cuanto a los contendientes por la presidencia de México se vislumbra como una campaña sin precedentes, tal vez la más competida, perfilándose como la “madre de todas las batallas”.
Viene tras de sí, toda la avalancha ya comenzada de análisis, pronósticos, encuestas y por supuesto la llamada “guerra sucia” de la que tanto los políticos recurren y como estrategia partidista.
El destape de José Antonio Meade por el PRI, tiene muchas lecturas que seguramente se irán despejando conforme se avance en todo el proceso y puede que, en efecto, sea predecible como actuará y avanzará frente a las otras fuerzas políticas que se presentan. En esto es, para muchos, una cierta tranquilidad en cuanto a que se sabrá cuál será el rumbo que seguirá el país en los próximos años, en caso de ganar la elección.
La segura candidatura de Meade, aunque se presente como un hombre sin partido, tendrá que tomarlo por las mejores causas, al asumir una serie de demandas como un hombre de Estado. Y tal vez esa sea la principal característica que debe considerarse, que no se ve claramente en los posibles o probables aspirantes de los demás partidos o coaliciones, hasta ahora.
Si analizamos experiencias en otras latitudes, los que han salido derrotados son los que precisamente no se comportan como hombres o mujeres de Estado. Hay seguramente muchas excepciones en el mundo, pero aun así no son los que necesariamente enfrentan de la mejor manera los retos y responden a los verdaderos intereses de la sociedad. De allí la frustración y el desaliento de poblaciones que no ven satisfechas sus más elementales demandas cotidianas.
Si bien es cierto que los sectores estratégicos son fundamentales para el desarrollo de un país, hay otros que deberían estar en la agenda principal de quienes aspiran a gobernar. Temas muy profundos que son los que más interesa que se ataquen y se resuelvan y que son esas “pequeñas” grandes cosas que en países que admiramos están en el centro de las políticas públicas como hechos y no solo en el papel.
Un asunto que no es meramente coyuntural estará en el centro del debate y es precisamente la reconstrucción de las principales zonas afectadas de México después de los sismos de septiembre, porque va más allá del aspecto físico que es una de las partes, que por fortuna se están atendiendo. Pero junto a ello, hoy más que nunca se tiene que considerar el restablecimiento del tejido social y por consiguiente la reconstrucción anímica y social que por cierto no se antoja fácil entretejida con las campañas electorales.
Por otro lado, la recepción en el extranjero del “destape” de Meade se percibe como la forma, de salir victorioso, de continuar con toda esa estrategia internacional de apertura y lejos de los nacionalismos populistas que en varios países han generado un mayor encono y desintegración de sus sociedades.