Ya son 212 años que comenzó la lucha por lograr un país independiente y sin embargo seguimos en lucha. De acuerdo con el Índice de Competitividad Internacional 2022 del IMCO, México tiene es poco competitivo, situándose en la posición 37 de 43 países. Sus principales debilidades: falta de seguridad y bajo crecimiento económico.
Aquí no hay dilema de qué atender primero. Por más que queramos generar, atraer o retener talento e inversión al país, nada de lo que se haga durará o tendrá éxito sin gobernanza. Aunque duela reconocerlo y más aún, enfrentarlo, después de más de 200 años vivimos en un país donde no siempre se respetan los derechos humanos, la propiedad privada, las libertades civiles, políticas y las instituciones democráticas. Frecuentemente existen ataques a la libertad de expresión y la “estrategia” de combate al crimen y la impunidad sigue sin dar resultados.
Estas líneas no son un ataque a un político, partido o administración. El deterioro de las instituciones lleva décadas, por ejemplo: ¿Hace cuánto no se siente seguro al salir a la calle? ¿Cuándo fue la primera y última vez que supo o sufrió de un robo o extorsión? ¿Cuántas veces requirió de la policía y simplemente desistió por desconfianza o salió peor que se involucrara? ¿Cuántas veces intentó emprender un negocio y tuvo que dar mordida o cobro de piso?
Durante las dos primeras décadas de este siglo, México sufrió un incremento en los crímenes y la inseguridad. La respuesta: sacar a los militares de los cuarteles ante la falta de una policía eficaz. El resultado: injustica, crímenes de Estado, violencia y más inseguridad. Iniciada esta década, la lógica y la razón indicarían que habría que probar algo distinto a la estrategia de militarizar la seguridad pública. Las políticas públicas tendrían como objetivo incrementar los presupuestos para fortalecer a las policías (sobre todo las municipales) y asignar recursos que se tradujeran en capacitación, equipamiento, infraestructura, inteligencia y sueldos dignos a policías.
La locura por definición es llevar a cabo una acción o conducta de forma irreflexiva o temeraria. Es la privación del juicio o del uso de la razón para conducirse. La locura llevó a los políticos, funcionarios, académicos y legisladores a justificar y repetir la estrategia fallida: militarizar la función policial, sacar a los militares de sus cuarteles y obligarlos a hacerla de todólogos: agentes aduanales, migratorios, banqueros, albañiles, enfermeros y un largo etcétera.
Con las últimas reformas aprobadas sobre la Guardia Nacional cuesta cada vez más trabajo argumentar el carácter civil de este cuerpo de seguridad. Las funciones por más “policializadas” que estén, no dejan de ser ejecutadas por militares, a cargo de otros militares, bajo una aparto militar. Minimizar la militarización como estrategia nos llevó a la situación actual, donde ahora se plantea como la única alternativa posible. Mucha sangre, guerras y años costaron que México fuera un país de instituciones, derechos y democracia. Por el bien de todos, ojalá pronto se construyan alternativas que nos alejen del México guerrillero del pasado.
*Manuel Guadarrama es Coordinador de Gobierno y finanzas del IMCO. Las opiniones expresadas en esta columna son personales y no reflejan la postura institucional.