Por Jana Nelson, Asociada COMEXI y Analista Política para América Latina
@anajanaina
Esta semana, México y Brasil intercambiaron lugares una vez más. En los más de diez años que he estudiado América Latina, Mexico y Brasil han competido económica y políticamente. Cuando uno está arriba, el favorito de los inversionistas internacionales, inevitablemente el otro está abajo.
En los últimos años, con las reformas estructurales que trajeron oportunidades de inversión y leyes laborales favorables para los empleadores, México se tornó en la niña de los ojos de los inversionistas internacionales. Pero este lunes, después de dos decisiones esperadas, pero no necesariamente bienvenidas, la atención de los inversionistas--amantes volubles que son--se volvieron hacia el sur.
Estas decisiones fueron la elección de Jair Bolsonaro como presidente de Brasil y la cancelación del proyecto de aeropuerto de Texcoco en México.
Esta última manda un mensaje a los inversionistas, que el presidente electo López Obrador no es un actor económico confiable. Pone a México, en el campo de los países de América Latina que tienen posiciones anti-mercado.
A primera vista, la elección de Bolsonaro no tiene mucho que ver con el aeropuerto y no es una amenaza para la posición de México en el mundo. Un líder irreflexivo, políticamente incorrecto, que añora la dictadura, pareciera más bien candidato a paria en la escena internacional. Pero la elección de Bolsonaro implica tres cambios que deberían preocupar a Mexico: una relación bilateral más próxima entre Brasil y Estados Unidos; un liderazgo fuerte contra las izquierdas latinoamericanas; y una formidable competencia en la atracción de capital e inversión, y, por ende, empleo y crecimiento.
Jair Bolsonaro es un admirador de Trump. Si Estados Unidos juega bien sus cartas, será la primera vez en una década que Brasil podrá fungir como aliado de EE.UU. en América Latina. Políticamente, esto quiere decir que Brasil--así como ya ocurre con Colombia y Argentina--tendrá mayor acceso a la Casa Blanca, a apoyo financiero estadounidense, y no figurará en los tweets.
Al mismo tiempo, parece forjarse una posible alianza en Sudamerica que puede dejar a Mexico aislado.Bolsonaro tiene muy poco aprecio por la izquierda latinoamericana, y está convencido que todos son potenciales Venezuelas. Sus primeras acciones como presidente-electo indican que se quiere alinear con Colombia, Chile, y Argentina, países con gobiernos de derecha y promercado. Mexico no está invitado a la fiesta.
Mi tercer punto versa sobre la inversión extranjera directa, en particular la que es sostenible y de largo plazo generando empleos directos e indirectos, y no solo especulación financiera. Tras los eventos del domingo pasado, cualquier inversionista está revisando a que país confiar sus limitados recursos. Después de la cancelación de los contratos del aeropuerto, aquella planta solar en Chihuahua, contratada con CFE, ya no suena tan interesante.
Bolsonaro, a pesar de sus múltiples defectos (y serias preocupaciones que genera) podrá marcar un nuevo destino para Brasil. El mayor número de consumidores en el mercado brasileño, la existencia de un estado de derecho cada vez más confiable con creíbles esfuerzos anticorrupción, y las menores tasas de inseguridad en Brasil, hace que se vea más prometedor a cualquier inversionista. Es por ello que es más probable que allá se construya la planta solar, se contraten ingenieros y se anclen otras inversiones gracias a la disponibilidad de energía eléctrica.
Este domingo no solo se canceló un aeropuerto en Mexico y se eligió a un presidente en Brasil. Este domingo, Mexico y Brasil volvieron a intercambiar lugares.