por Giorgina Martínez Garnelo y Calvo
A punto de cumplirse un año desde el estallido de la invasión rusa de Ucrania, resulta fundamental realizar un repaso sobre la posición mantenida por nuestro país en el marco de las Naciones Unidas acerca de un asunto central que condiciona la agenda internacional.
Desde que fuera electo el 17 de junio de 2020 como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, la posición de México ha sido clara: salida diplomática al conflicto como solución.
México se ha mostrado tajante y ha denunciado en innumerables ocasiones la violación, durante esta crisis, de tres principios fundamentales de la Carta de la ONU: “La proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las Relaciones Internacionales; el respeto a la integridad territorial e independiencia política de los Estados; y la no intervención en sus asuntos internos.”
Siendo coherentes con nuestra tradición en Política Exterior, “La distensión, la diplomacia, el diálogo, la retirada de armas y el alto al fuego” se han convertido en los ejes rectores de nuestras propuestas, ampliamente reivindicadas durante sus intervenciones (desde que se invocaran las Resoluciones 2625 y 3314 de la AG) por el Embajador Juan Ramón de la Fuente, como respuesta a la escalada de tensiones entre ambos países.
Dentro del CS, México ha adoptado una posición conciliadora, buscando apoyos de otras naciones en contra del uso de la fuerza y a favor de la búsqueda de soluciones pacíficas. Las negociaciones, en este aspecto, han sido tremendamente complicadas y no han conseguido el apoyo necesario para lograr puntos de acuerdo (debemos tomar en consideración la existencia de otros ámbitos, diálogos “más directos”, como la Mesa de negociación trilateral entre Ucrania, Rusia y la OSCE; y la Mesa de Normandia (entre Alemania, Francia, Rusia y Ucrania).
En medio de este contexto internacional, emergió en nuestro país un revuelo derivado de la falta de coherencia entre nuestra política interna y nuestra acción exterior. Académicos y diplomáticos alzaron la voz para denunciar esta inconsistencia, que alcanzó su “cenit” durante la recepción a la delegación rusa en el Congreso de la Unión.
Pese a los esfuerzos para hacerse escuchar tanto en el CS como en la AG (donde incluso aludió a las invasiones sufridas a manos de Francia y Estados Unidos en el pasado), el gobierno mexicano no fue capaz de convencer al resto de sus pares y en sesión de emergencia de la Asamblea General rechazó el derecho de veto, pidió la restricción de su uso y solicitó la incapacidad de invocación por parte de los países sujetos a una situación similar. Un suceso interesante para nuestra Política Exterior, que denota madurez en un momento complicado de nuestra historia.
Tras esta enérgica actuación, que buscaba una necesaria y urgente reforma dentro de la ONU; y ante la grave situación de Ucrania, México y Francia llevaron ante el CS un proyecto de resolución que buscaba el cese de hostilidades, la protección de los civiles y la garantía de acceso a la ayuda humanitaria, que fue desoído en el Consejo. Una alianza estratégica que desembocaría en la “Unión pro Paz”, resolución histórica aprobada en el seno de la Asamblea General, gracias a la cual, México, junto a otros 140 países, instan la entrada de ayuda humanitaria a Ucrania y la protección urgente de los civiles.
A pesar de esta “victoria”, la diplomacia mexicana continúa buscando apoyos para lograr una solución a este conflicto. Para ello, el canciller Marcelo Ebrard propuso la creación de un “Comité para el diálogo y la paz”, con la participación de los Jefes de Estado y de Gobierno de los países miembros, con el objetivo de articular nuevos mecanismos para el diálogo y la mediación de cara a abrir el camino para una paz duradera.
Una propuesta que dependerá, en gran medida, de la voluntad política de las partes y del compromiso internacional que se quiera asumir. México también ha jugado un papel destacado en la negociación para asegurar rutas de salida de grano desde Ucrania y reanudar la iniciativa de “granos del Mar Negro”, fundamental para garantizar la seguridad alimentaria global.
En definitiva, nuestro país ha buscado jugar un papel importante en esta crisis, reivindicar su papel como actor global y buscar una solución proactiva y dialogada al conflicto, en línea con los principios tradicionales que han inspirado su acción exterior.
Directora General del Global Youth Leadership Forum (Naciones Unidas, Banco Mundial y Gobierno de España). Doctora en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid, España. Ha representado a México en el Business 20 (B-20) del G-20 en Alemania, Argentina, Arabia Saudita, Italia e Indonesia. Es asociada del COMEXI e integrante de la Unidad de Estudio y Reflexión sobre la crisis Rusia-Ucrania y sus consecuencias. Sígala en @GiorgianaCalvo