/ miércoles 7 de noviembre de 2018

México y la migración

Abordar la complejidad del fenómeno migratorio actual, requiere de México buena política, porque exige conciliar dos principios que a veces entran en conflicto, y que son el respeto a los derechos de los migrantes, y el respeto a la legalidad.

Es decir, se requiere armonizar el derecho de los Estados a gestionar sus fronteras, con el derecho humano a la movilidad, mismo que sin duda enriquece a las naciones y que ha hecho del mundo un mejor lugar.

En este sentido, el desafío para México es doble. En lo estructural, tiene que ver con la realidad cambiante del fenómeno migratorio, en el cual pasamos de ser país de origen y tránsito, a país de origen, tránsito, destino y retorno.

Así lo demuestra el que hoy sean más los connacionales que regresan a México, que los que buscan emigrar a los Estados Unidos, o el número de extranjeros sin acreditaron su estancia legal en nuestro país, que durante este sexenio creció en un 70 por cientorespecto del anterior.

Si hablamos de niñas, niños y adolescentes, la situación es aún más dramática, ya que prácticamente se triplicó, al crecer de 35 mil, a 150 mil.

Y algo similar sucede con las solicitudes de refugio, que en 2013 fueron mil 300, y que para este 2018 se estima serán alrededor de 24 mil.

Aunque es importante mantener un sentido de perspectiva, ya que de acuerdo con la ONU, el porcentaje total de migrantes en México es inferior al 0.9% (en su mayoría estadounidenses). Como referencia, la población migrante representa 16% en Belice, 8.4% en Costa Rica y 4.9% en Argentina.

Sin embargo, es innegable que hay un cambio estructural en los patrones migratorios de los que formamos parte, lo cual supone grandes retos legales, institucionales y financieros, que a su vez demandan un diálogo democrático, informado y transparente con la sociedad civil.

México ha hecho frente a esta nueva realidad como país de origen, tránsito, destino y retorno con Programas como Somos Mexicanos, que desde 2014 ha brindado apoyo integral a cientos de miles de paisanos repatriados de los Estados Unidos, o con los Oficiales de Protección a la Infancia, que atienden a menores no acompañados.

En lo coyuntural, han surgido desafíos relacionados con las acciones y el discurso antiinmigrante del gobierno estadounidense; así como con situaciones que se presentan en países Centroamericanos, como son la violencia, la marginación, los desastres naturales y el cambio climático, y que han conducido a grandes desplazamientos irregulares a través de nuestro territorio.

Caribeños, centroamericanos y sudamericanos, así como algunas poblaciones africanas y asiáticas, intentan llegar a los Estados Unidos atravesando México por la vía terrestre, y por diversas razones, tienden cada vez más a quedarse en nuestro país.

En este sentido, y ante la caravana migrante, hoy de nueva cuenta, México enfrenta una coyuntura compleja.

La respuesta de qué hacer ante ello no es sencilla ni puede ser ingenua, pero si debe estar basada en nuestros ideales de libertad, justicia e igualdad, y en el mensaje que queremos transmitirle al mundo como sociedad.

Por convicción, y por obligación, se debe actuar con respeto a los derechos humanos y al marco legal. Debemos ser fieles a nuestra tradición de refugio, y congruentes con lo que exigimos de nuestro vecino del norte.

En otras palabras, la respuesta del Estado mexicano ante la caravana migrante, debe tener como eje la dignidad de las personas, y como conducto, nuestras leyes e instituciones.

Es preciso destinar recursos para agilizar las solicitudes migratorias, y articular esfuerzos con las comunidades de acogida en el trayecto. Priorizando el cuidado de niñas, niños, adolescentes y mujeres, y por supuesto, siendo tajantes en rechazar cualquier discurso de odio e intolerancia. Porque los derechos son de las personas, no de las nacionalidades.

A la par, se necesita un equipo de profesionales que, lejos de los reflectores y la retórica del presidente estadounidense, trabaje con las contrapartes del norte, para afianzar esquemas de cooperación: un fenómeno global requiere soluciones multilaterales.

Y algo indispensable, sobre todo en el mediano y largo plazo, es seguir avanzando hacia una mayor integración regional. Impulsando medidas como las Tarjetas de Visitante Regional y de Trabajador Fronterizo, que fomentan y facilitan cruces regulares de centroamericanos al país.

Porque está demostrado que la migración segura y ordenada ofrece beneficios y oportunidades tanto para el país receptor como para quien deja su hogar. Y que, por el contrario, la migración irregular supone grandes retos, tanto para quien la realiza, como para el país donde sucede.

Debemos apostar por la cooperación y corresponsabilidad, actuando con visión de futuro para transformar el presente.

Sobre todo, debemos tener muy claro que detrás de los números y los datos migratorios, lo que hay son rostros e historias de vida de personas que buscan un mejor porvenir para sí y para sus seres queridos.

@osoriochong

Coordinador de la bancada del PRI en el

Senado

Abordar la complejidad del fenómeno migratorio actual, requiere de México buena política, porque exige conciliar dos principios que a veces entran en conflicto, y que son el respeto a los derechos de los migrantes, y el respeto a la legalidad.

Es decir, se requiere armonizar el derecho de los Estados a gestionar sus fronteras, con el derecho humano a la movilidad, mismo que sin duda enriquece a las naciones y que ha hecho del mundo un mejor lugar.

En este sentido, el desafío para México es doble. En lo estructural, tiene que ver con la realidad cambiante del fenómeno migratorio, en el cual pasamos de ser país de origen y tránsito, a país de origen, tránsito, destino y retorno.

Así lo demuestra el que hoy sean más los connacionales que regresan a México, que los que buscan emigrar a los Estados Unidos, o el número de extranjeros sin acreditaron su estancia legal en nuestro país, que durante este sexenio creció en un 70 por cientorespecto del anterior.

Si hablamos de niñas, niños y adolescentes, la situación es aún más dramática, ya que prácticamente se triplicó, al crecer de 35 mil, a 150 mil.

Y algo similar sucede con las solicitudes de refugio, que en 2013 fueron mil 300, y que para este 2018 se estima serán alrededor de 24 mil.

Aunque es importante mantener un sentido de perspectiva, ya que de acuerdo con la ONU, el porcentaje total de migrantes en México es inferior al 0.9% (en su mayoría estadounidenses). Como referencia, la población migrante representa 16% en Belice, 8.4% en Costa Rica y 4.9% en Argentina.

Sin embargo, es innegable que hay un cambio estructural en los patrones migratorios de los que formamos parte, lo cual supone grandes retos legales, institucionales y financieros, que a su vez demandan un diálogo democrático, informado y transparente con la sociedad civil.

México ha hecho frente a esta nueva realidad como país de origen, tránsito, destino y retorno con Programas como Somos Mexicanos, que desde 2014 ha brindado apoyo integral a cientos de miles de paisanos repatriados de los Estados Unidos, o con los Oficiales de Protección a la Infancia, que atienden a menores no acompañados.

En lo coyuntural, han surgido desafíos relacionados con las acciones y el discurso antiinmigrante del gobierno estadounidense; así como con situaciones que se presentan en países Centroamericanos, como son la violencia, la marginación, los desastres naturales y el cambio climático, y que han conducido a grandes desplazamientos irregulares a través de nuestro territorio.

Caribeños, centroamericanos y sudamericanos, así como algunas poblaciones africanas y asiáticas, intentan llegar a los Estados Unidos atravesando México por la vía terrestre, y por diversas razones, tienden cada vez más a quedarse en nuestro país.

En este sentido, y ante la caravana migrante, hoy de nueva cuenta, México enfrenta una coyuntura compleja.

La respuesta de qué hacer ante ello no es sencilla ni puede ser ingenua, pero si debe estar basada en nuestros ideales de libertad, justicia e igualdad, y en el mensaje que queremos transmitirle al mundo como sociedad.

Por convicción, y por obligación, se debe actuar con respeto a los derechos humanos y al marco legal. Debemos ser fieles a nuestra tradición de refugio, y congruentes con lo que exigimos de nuestro vecino del norte.

En otras palabras, la respuesta del Estado mexicano ante la caravana migrante, debe tener como eje la dignidad de las personas, y como conducto, nuestras leyes e instituciones.

Es preciso destinar recursos para agilizar las solicitudes migratorias, y articular esfuerzos con las comunidades de acogida en el trayecto. Priorizando el cuidado de niñas, niños, adolescentes y mujeres, y por supuesto, siendo tajantes en rechazar cualquier discurso de odio e intolerancia. Porque los derechos son de las personas, no de las nacionalidades.

A la par, se necesita un equipo de profesionales que, lejos de los reflectores y la retórica del presidente estadounidense, trabaje con las contrapartes del norte, para afianzar esquemas de cooperación: un fenómeno global requiere soluciones multilaterales.

Y algo indispensable, sobre todo en el mediano y largo plazo, es seguir avanzando hacia una mayor integración regional. Impulsando medidas como las Tarjetas de Visitante Regional y de Trabajador Fronterizo, que fomentan y facilitan cruces regulares de centroamericanos al país.

Porque está demostrado que la migración segura y ordenada ofrece beneficios y oportunidades tanto para el país receptor como para quien deja su hogar. Y que, por el contrario, la migración irregular supone grandes retos, tanto para quien la realiza, como para el país donde sucede.

Debemos apostar por la cooperación y corresponsabilidad, actuando con visión de futuro para transformar el presente.

Sobre todo, debemos tener muy claro que detrás de los números y los datos migratorios, lo que hay son rostros e historias de vida de personas que buscan un mejor porvenir para sí y para sus seres queridos.

@osoriochong

Coordinador de la bancada del PRI en el

Senado