Me pareció que Kamala Harris había hecho una muy buena campaña. En algún momento, pensé que estábamos a punto de ver, por primera vez en la historia de uno de los países más poderosos del mundo, la llegada de una mujer a la presidencia.
Sin embargo, Donald Trump obtuvo los votos necesarios del Colegio Electoral para asegurar la victoria (295). En tanto que Kamala se quedó con 226. Esto sumado a que el expresidente republicano también obtuvo la mayoría del voto popular con 73,479,045 votos (50.7%) frente a 69,139,575 (47.7%) de su opositora.
Aunque no lo crean, quién gobierna un país impacta la percepción que ese pueblo tiene de los derechos sexuales y reproductivos. No es gratuito que muchos de los materiales sobre educación sexual vengan de países donde las mujeres han ocupados posiciones de gobierno de alta relevancia.
Estados Unidos ha estado cerca. En 2016, Hillary Clinton fue la primera mujer en postularse a la presidencia. Ella ganó el voto popular (48%), pero no obtuvo suficientes votos electorales (227). Aunque Trump perdió el voto popular (46%), obtuvo 306 votos electorales.
Hillary perdió debido al sistema electoral que rige ese país, pues Trump ganó en varios estados clave con márgenes pequeños, pero suficiente para ganar los llamados votos electoles.
Esto significa que no es una mayoría apabullante la que vota por Trump, sino que el triunfo se está definiendo por menos de 5 puntos porcentuales y que en ciertos estados aún tienen mayor preferencia por los mensajes republicanos como frenar la migración, promover la abstinencia hasta el matrimonio, restringir de manera significativa la interrupción del embarazo, además de invisibilizar las necesidades de la comunidad LGBTIQ+
Se trata de una sociedad dividida, porque hay quienes aplauden esas propuestas de Trump, pero otros se inclinan por el discurso de Kamala que acepta la diversidad sexual, el derecho a decidir sobre el cuerpo, la libertad reproductiva, la interrupción legal del embarazo, el matrimonio igualitario (es decir, entre personas de mismo sexo) y la defensa de la identidad de género (que implica los derechos de las personas trans).
Es una realidad que la sexualidad también influye las elecciones y la política, como ocurre con los escándalos sexuales, de los que Trump no está exento, o incluso que él de 78 años tenga una diferencia de edad de 24 años con su esposa Melania (54 años) también manda un mensaje sobre cómo entiende las relaciones de pareja.
Es difícil saber cuánto tiempo más tardará Estados Unidos en tener a una mujer en la presidencia. Tampoco podemos aventurarnos a decir que la nueva llegada de Trump vulnerará los derechos reproductivos, pues ese 47.7% de personas que votaron por Kamala (que no es un porcentaje menor) seguirán defendiendo la salud sexual y reproductiva como un derecho humano.