Si uno piensa que los albañiles no están a la orden del día, les cuento que sí, muy bien informados. Mis amigas y yo nos preguntábamos en una cena, el por qué hemos dejado de escuchar piropos o silbidos de su parte, y se nos ocurrió tristemente, un universo en el que con todo lo que se ha desencadenado, en torno al machismo y el acoso, lo más primario va desapareciendo y únicamente va quedando lo más sofisticado.
Me explico y repregunto, así como lo hicimos todas juntas, sobre el pasado histórico de la mujer y éste, nuestro presente, con todo aquello que llevamos ya como parte de nuestra naturaleza, otro tanto nuestra educación (en ello la cuestión religiosa) y un mínimo, aquello que nosotras, cada una, hemos alcanzado a construir, a partir de cuestionar y redirigir nuestro pensamiento y acciones.
En esa charla, recordamos la película peruana de La teta asustada, que habla de una transmisión del miedo y el sufrimiento de madres a hijos a través de la leche materna. Nos preguntábamos, mis amigas y yo, intentando hacer un análisis sobre nosotras mismas, de aquello que nos gusta y lo que no, buscando ser muy honestas, y exponiendo nuestras dudas también. No por querer mostrarnos subversivas, emancipadas, inteligentes; tampoco apegadas a los cánones, por convivir.
Aprender a pensar entre nosotras, es un primer punto. Ser capaces de conversar, con la información que cada una cuenta.
Somos conscientes de que callar en un momento de revuelta, de desbordamiento, permite pasar inadvertido; pero también, impide poner sobre la mesa, dudas y certezas.
Ser capaces de conversar, y no solo entre mujeres, porque no nacimos solas. El género humano se compone de unas y otros.
¿Cuántas veces hemos caído en la cuenta de haber absorbido un discurso existente, sin cuestionar? Por ejemplo, leía de Julián Herbert sobre algunas cosas que le atañen cuando escribe, “porque mientras escribo conduzco un bulldozer. Un tanque de guerra”. A mí me gustó mucho, pero de inmediato, al compartirlo con el hombre de mis días, me dijo, es curioso que te parezca bonito algo que atañe a la guerra o al poder. Me partió en dos, por más que pudiera justificar el asunto.
Me vino a la memoria ese pequeño poema titulado: El lenguaje del poder, de Rafael Cadenas: “¿Qué hace/ aquí colgada/ de un fusil/ la palabra/ amor?”.
Mucho nos hace falta reflexionar, compartimos las amigas, y a distintos niveles. Juan Villoro no necesita de mi ayuda, pero se hizo una petición en Change.org en que se solicita se acabe el Colegio Nacional misógino; aprovechando el barco, otros señalan que ganan mucho, y que Juan (uno de sus miembros) debería opinar al respecto. Él ha mostrado su trabajo todo el tiempo. El papel del Colegio Nacional es difundir conocimiento y distinguir a seres humanos muy por encima de la mediocridad. Desde luego que debería haber más de cuatro mujeres, pero insisto, ese no es camino. Nunca ha sido tampoco, la imposición de cuotas de género. ¿De verdad, todo debe quedárselo el mercado? ¿No merece un escritor, un investigador, un pensador, poder vivir bien de lo que hace y ser reconocido? ¿Por qué somos tan pequeñitos y tan envidiosos? ¡Claro, aquí surge otro debate!
Pensando en las prendas de vestir, por ejemplo, nosotras no nos imaginamos tener que volver a los trajes de baño cubriendo casi totalmente nuestro cuerpo o no poder ser sexys ni sensuales, no poder usar ligueros, ropa que se adhiera al contorno o faldas cortas. Tampoco, con sangre latina, dejar de emocionarnos y contonearnos con nuestra música. No. Eso no es. Lo único que queremos es el respeto y la posibilidad de salir y disfrutar la vida, sin que por ser mujer nos hagan sentir miedo, quieran abusar de nosotras, piensen que somos estúpidas…, o tantos etcéteras.
El corazón del problema no está en nosotras, está en esa repetición de los moldes propiciado por la religión, por resultar muy conveniente que la mujer se quedara en casa y tuviera crías o atendiera a los varones; y nuestros gobiernos, lo mismo. Tampoco la solución es poner todo al revés: los varones en casa, a cargo de las crías, atendiendo a las mujeres… ¿Somos tan poco inteligentes?
Y sobre pensar en algo más que la erosión mental y humana; el contacto aniquilador, menos. Nunca. Eso es otra cosa, y en ello no necesitamos pensar. Ni la religión, reproduciendo sumisión; ni nuestros gobiernos. Tampoco nuestros hombres. Necesitamos su postura al respecto. Necesitamos que los hombres, todos, hablen y reflexionen contra el acoso, que se repiensen. Nosotras también estamos en ello. Nos queremos a todos, hombres y mujeres, libres, juntos, resistiendo, reencontrándonos y alzando la voz.
Me tomaré un descanso largo. Regreso el 14 de enero. Comentarios: celiatgramos@gmail.com