/ sábado 1 de junio de 2024

Narrativa del recuerdo sexenal

En estas últimas semanas brotaron de mi Alexa cuatro canciones de algunos de mis cantantes favoritos. Sentí un shock al darme cuenta de que sus letras dejaban los territorios del goce lleno de nostalgia para ponerse en el paredón de la pertinencia del tiempo ido. ¿Qué diablos estoy escuchando cuando hay tanta agitación política?

En primer lugar, El morral, la yunta y el rebozo de Guadalupe Trigo (1941-1982) tan conocido por ese himno chilango que es Mi ciudad. Llegó a mi vida siendo un adolescente en el gobierno de José López Portillo.

La dosis de historia patria bien o mal aprendida, encontraba una vibrante elocuencia en versos como “Ya es el final de un quinto verano/Y la luz de la luna de octubre/Ha de hacer brillar/El nuevo destino./Ya se ven los pobres hombres/Pintando paredes/Colgando carteles/Por la ciudad”.

“Pintando las piedras de las carreteras/Que van hasta el mar/Tiñiendo la tierra, vistiendo la cepa/Con un antifaz de colores/Que ocultan el de la realidad”.

“El morral, la yunta y el rebozo/No saben de pintar/El morral, la yunta y el rebozo/No saben de pintar/Saben sembrar, arar y cargar/No entienden la publicidad”.

En otro momento sonó La toma de posesión de Óscar Chávez (1935-2020) cuya larga vida permitió transitar la mía con sus conciertos y actuaciones, en un alud de sucesos políticos. Mientras que Guadalupe Trigo falleció siendo un cuarentón en un accidente automovilístico rumbo a Acapulco, el cantautor quedó marcado por dejarnos ya mayor en el año pandémico.

Sabemos que Óscar Chávez fue un firme activista. Así en su letra: “La toma de posesión o no hay mal que dure siete años/Año del 76 en diciembre día primero/por fin hubo sucesión con gran alborotadero/don Pepe va comenzar pero ya se le sentencia que tendrá/muchos disgustos al recibir esta herencia”.

“El pasado y el futuro se tienen que analizar/ para saber con certeza el rumbo que hay que tomar/el pasado nos destroza, se hacen ricos y se van/y cómo andará la cosa, que extrañamos Alemán”.

En este contexto, otra célebre canción del también actor Óscar Chávez (un hito son Los Caifanes, de 1967, del director Juan Ibáñez, y Rompe el alba, de 1988, del director Isaac Artestein) es Las elecciones.

“El pueblo acude a votar/por propaganda que asombra/que lo ha llevado a votar/en pelea de box de sombra/En el cambio de sexenio/muchos personajes hay/que pierden los parentescos/pero los puestos nanay”.

“Se hicieron las elecciones/de esta tierra del maíz/para chupar entre todos/ lo que quedó del país/Que tampoco en el país/habrá sobornos ni nada/se nos reventó un oído/de la pura carcajada”.

En el escenario de los últimos años del dominio hegemónico priista sale una genial pieza rockera llamada Gimme tha power, del grupo Molotov (1995), un exitazo de su primer disco ¿Dónde jugarán las niñas? cuya portada sigue siendo audaz y provocadora. Un episodio en particular la remite a mis recuerdos.

En el año 2002, en San Agustín, un bello pueblo con una zona arqueológica Patrimonio de la Humanidad, se celebró un festival titulado “La cultura le declara la paz a Colombia”. Eran años de presencia en esa zona de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). La embajada de México, donde trabajaba como agregado cultural, llevó al grupo de teatro Tepito Arte Acá y a esa leyenda, ya fallecida, que fue el fundador del Centro de Estudios Tepiteños, Alfonso Hernández.

La obra escenificada, cuyo nombre no recuerdo, incluyó no sólo un desnudo femenino que, al aparecer de sorpresa, puso en revuelo a una comunidad pequeña, lejana al desarrollo cultural como azotada por la violencia. También, a todo volumen, en el deportivo donde nos encontrábamos, se escuchó la enjundiosa canción de Molotov que, por supuesto, nadie comprendió.

“La policía te está extorsionando (dinero)/Pero ellos viven de lo que tú estás pagando/Y si te tratan como a un delincuente (ladrón)/No es tu culpa, dale gracias al regente/Hay que arrancar el problema de raíz (ajá)/Y cambiar al gobierno de nuestro país/A la gente que está en la burocracia/A esa gente que le gustan las migajas/Yo por eso me quejo y me quejo/Porque aquí es donde vivo y yo ya no soy un pendejo/Que no wachas, los puestos del gobierno/Hay personas que se están enriqueciendo”.

“Dame, dame, dame, dame todo el power/Para que te demos en la madre/Gimme, gimme, gimme, gimme todo el poder/So I can come around to joder”.

Que cada quien busque otras canciones que en estos estilos le remuevan sus recuerdos del pasado y de los tiempos recientes.

En estas últimas semanas brotaron de mi Alexa cuatro canciones de algunos de mis cantantes favoritos. Sentí un shock al darme cuenta de que sus letras dejaban los territorios del goce lleno de nostalgia para ponerse en el paredón de la pertinencia del tiempo ido. ¿Qué diablos estoy escuchando cuando hay tanta agitación política?

En primer lugar, El morral, la yunta y el rebozo de Guadalupe Trigo (1941-1982) tan conocido por ese himno chilango que es Mi ciudad. Llegó a mi vida siendo un adolescente en el gobierno de José López Portillo.

La dosis de historia patria bien o mal aprendida, encontraba una vibrante elocuencia en versos como “Ya es el final de un quinto verano/Y la luz de la luna de octubre/Ha de hacer brillar/El nuevo destino./Ya se ven los pobres hombres/Pintando paredes/Colgando carteles/Por la ciudad”.

“Pintando las piedras de las carreteras/Que van hasta el mar/Tiñiendo la tierra, vistiendo la cepa/Con un antifaz de colores/Que ocultan el de la realidad”.

“El morral, la yunta y el rebozo/No saben de pintar/El morral, la yunta y el rebozo/No saben de pintar/Saben sembrar, arar y cargar/No entienden la publicidad”.

En otro momento sonó La toma de posesión de Óscar Chávez (1935-2020) cuya larga vida permitió transitar la mía con sus conciertos y actuaciones, en un alud de sucesos políticos. Mientras que Guadalupe Trigo falleció siendo un cuarentón en un accidente automovilístico rumbo a Acapulco, el cantautor quedó marcado por dejarnos ya mayor en el año pandémico.

Sabemos que Óscar Chávez fue un firme activista. Así en su letra: “La toma de posesión o no hay mal que dure siete años/Año del 76 en diciembre día primero/por fin hubo sucesión con gran alborotadero/don Pepe va comenzar pero ya se le sentencia que tendrá/muchos disgustos al recibir esta herencia”.

“El pasado y el futuro se tienen que analizar/ para saber con certeza el rumbo que hay que tomar/el pasado nos destroza, se hacen ricos y se van/y cómo andará la cosa, que extrañamos Alemán”.

En este contexto, otra célebre canción del también actor Óscar Chávez (un hito son Los Caifanes, de 1967, del director Juan Ibáñez, y Rompe el alba, de 1988, del director Isaac Artestein) es Las elecciones.

“El pueblo acude a votar/por propaganda que asombra/que lo ha llevado a votar/en pelea de box de sombra/En el cambio de sexenio/muchos personajes hay/que pierden los parentescos/pero los puestos nanay”.

“Se hicieron las elecciones/de esta tierra del maíz/para chupar entre todos/ lo que quedó del país/Que tampoco en el país/habrá sobornos ni nada/se nos reventó un oído/de la pura carcajada”.

En el escenario de los últimos años del dominio hegemónico priista sale una genial pieza rockera llamada Gimme tha power, del grupo Molotov (1995), un exitazo de su primer disco ¿Dónde jugarán las niñas? cuya portada sigue siendo audaz y provocadora. Un episodio en particular la remite a mis recuerdos.

En el año 2002, en San Agustín, un bello pueblo con una zona arqueológica Patrimonio de la Humanidad, se celebró un festival titulado “La cultura le declara la paz a Colombia”. Eran años de presencia en esa zona de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). La embajada de México, donde trabajaba como agregado cultural, llevó al grupo de teatro Tepito Arte Acá y a esa leyenda, ya fallecida, que fue el fundador del Centro de Estudios Tepiteños, Alfonso Hernández.

La obra escenificada, cuyo nombre no recuerdo, incluyó no sólo un desnudo femenino que, al aparecer de sorpresa, puso en revuelo a una comunidad pequeña, lejana al desarrollo cultural como azotada por la violencia. También, a todo volumen, en el deportivo donde nos encontrábamos, se escuchó la enjundiosa canción de Molotov que, por supuesto, nadie comprendió.

“La policía te está extorsionando (dinero)/Pero ellos viven de lo que tú estás pagando/Y si te tratan como a un delincuente (ladrón)/No es tu culpa, dale gracias al regente/Hay que arrancar el problema de raíz (ajá)/Y cambiar al gobierno de nuestro país/A la gente que está en la burocracia/A esa gente que le gustan las migajas/Yo por eso me quejo y me quejo/Porque aquí es donde vivo y yo ya no soy un pendejo/Que no wachas, los puestos del gobierno/Hay personas que se están enriqueciendo”.

“Dame, dame, dame, dame todo el power/Para que te demos en la madre/Gimme, gimme, gimme, gimme todo el poder/So I can come around to joder”.

Que cada quien busque otras canciones que en estos estilos le remuevan sus recuerdos del pasado y de los tiempos recientes.