Por: Romina Arechiga Guerrero
Muchos desconocen la existencia de niños y niñas dentro de las cárceles mexicanas pero, ¿sabías que los hijos e hijas de mujeres privadas de su libertad son conocidos como “niños invisibles”? Este sector de la infancia no cuenta con los derechos básicos y existe una ausencia de políticas públicas y reglamentaciones que contemplen su situación.
Hasta hace unos años no existía ninguna ley que regulara el tiempo que podían estar estos niños y niñas dentro de las prisiones, pero el 30 de noviembre del 2017 se creó una nueva ley que establece que la edad máxima permitida para que el bebé esté con su madre en prisión es de 3 años, esto de acuerdo a la Ley Nacional de Ejecución Penal. (LNEP)
La situación en la que viven los niños y niñas depende de la prisión en la que se encuentren, ya que existen algunas que han sido adaptadas para mejorar la calidad de vida que se les proporciona. Estas celdas cuentan con aulas especiales de maternidad en las cuales las mujeres solo comparten cuarto con otra mujer y de esta manera se crea un ambiente más sano para el crecimiento del bebé.
El no separar a los bebés de las celdas normales puede llegar a representar un problema ya que se les pone en una situación en la que tienen que convivir con mujeres con las que no comparten un vínculo.
De igual forma cabe destacar que las madres de prisión se embarazan durante su tiempo en la misma por medio de visitas conyugales y las demás llegan embarazadas a cumplir su sentencia.
Al quedar embarazadas, las madres deciden tener a sus bebés dentro de las prisiones porque consideran que el vinculo madre-hijo es importante para su crecimiento, de igual manera lo hacen porque no tienen familiares fuera con los recursos para mantener a una persona más o simplemente no tienen familiares que se hagan cargo de los bebés. De cierta forma, les gusta tenerlos con ellas y que de alguna manera siempre recuerden quién es su mamá.
Crecer dentro de la cárcel suena como un verdadero reto, pero el que describen las madres como el reto mayor es la despedida. Al cumplir tres años, se tienen que ir, pero la mayoría de las madres se queda y llega el momento de decir adiós. Muchas mujeres no tienen familia fuera de la cárcel por lo que estos niños no tienen quien los cuide y acaban en el DIF visitando a sus madres una vez al mes, en un contexto positivo.
Estos niños no conocen más que las cuatro paredes en las cuales crecieron, por lo cual salir para ellos, no solo es un reto de separación madre-hijo sino que también es un reto de adaptación a la sociedad y de conocer lo que existe fuera de la realidad inicial en la cual crecieron.