Las elecciones en curso muestran que nuestro el modelo de democracia, por perfectible que sea, ha logrado afianzar un entorno competitivo que ya ha cosechado dos alternancias en la presidencia de la república entre los años 2000 y 2012, ha demostrado que no hay triunfos predefinidos, que los que se concretan no son para siempre y que no hay quien gane o pierda todo al termino de las jornadas de votación. Tenemos una razonable periodicidad para renovar cargos electivos sin posibilidad para una reelección a perpetuidad de un mismo partido o candidatura.
Hace apenas 3 años, un estudio de la consultora Integralia daba cuenta como todavía eran 9 de 32 entidades federativas las que no habían registrado rotación de partido en el poder, eran minoría los Estados sin alternancia y hoy solo son 5 los casos, pero ninguno sin comicios razonablemente cerrados o muy cerrados (por ejemplo el Estado de México o Colima).
Faltan 58 días para la jornada de votación que aglutina la oportunidad de refrendar o modificar el mosaico de representación política en 30 entidades, además de todos los cargos federales que se someten a un mismo día a urnas abiertas.
El despliegue operativo y técnico para garantizar el ejercicio del voto libre a quienes decidan acudir a las casillas que van a instalarse el domingo 1 de julio, y que por primera vez recibirán votos para cargos federales y también para los locales, avanza sin contratiempos mayúsculos. La confianza no es un asunto de cheques en blanco, aunque la historia reciente da cuenta de resultados que modifican colores partidistas en posiciones ganadas apenas trienios o sexenios previos, que el modelo de competencia electoral sí ha permitido incluso el arribo de opciones sin postulación de partido, las candidaturas independientes que han cosechado triunfos en muchas entidades para cargos legislativos, ayuntamientos y una gubernatura, también una diputación federal en 2015.
El entramado complejo de candados de confianza que la ley electoral dispone propicia escenarios competitivos que son verificables, por eso la población tener confianza en que participar con su voto no es un trámite, sino un ejercicio clave, que cuenta y define quién gana y quien no, que no es posible distorsionar por un golpe de mano o alguna conjura misteriosa.
La sociedad ha mostrado voluntad de participar e interés en los comicios que estamos desahogando. El nivel de audiencia del primer debate presidencial, sumando las reproducciones en redes sociales y las mediciones de rating en televisión supera los 20 millones. No se ve tampoco una base votante ajena a tomar responsabilidad en recibier y contar los votos, si consideramos que al cierre de la primera etapa de capacitación contamos con poco más de 2.7 millones de personas que han aceptado ser voluntarios y participar en la integración de las mesas directivas de casilla.
Es la ciudadanía protagonista del proceso electoral, quien decide o expresar pluralidad y elegir las opciones que les convenzan, es el voto lo que ha logrado normalizar los entornos competitivos que impiden asumir derrotas o victorias escritas en piedra o destinadas a repetirse siempre.
Consejero Electoral del INE
@MarcoBanos