/ viernes 29 de noviembre de 2024

Ojos que no ven, corazón que no siente

Por Stefany Rocha Del Litto

Despertarse, correr para estar lista, ir al cuarto de tus hijos para alistarlos, cocinar lunch, desayuno. Camino a cumplir el deber, transporte público, miradas. Escuela, oficina, compañeros que se te insinúan, un jefe abusivo que siempre te ve para abajo, probablemente ganes menos que tus colegas. De regreso a casa, pagar cuentas, lavar ropa, hay platos sucios. Falta hacer la cena y la tarea de los niños. Y así, mañana otra vez.

Seguramente si eres mujer, esta pequeña narración te es muy familiar y si eres hombre, conoces al menos a una que podría ser la protagonista de esta crónica. En el marco del Día de la Erradicación de la Violencia Contra la Mujer, me quiero detener en aquella violencia que no se ve, esa que es peligrosa porque es como una enfermedad asintomática que ataca las entrañas de nuestro país.

Según datos del INEGI (2021) de las mujeres mayores de 15 años, 7 de cada 10 han sufrido algún tipo de violencia psicológica, económica, patrimonial, física, sexual o discriminación basado en un solo común denominador: su sexo. Esto claro, no cuenta a aquellas que por miedo, intimidación o la misma sumisión del sistema patriarcal, no acuden a denunciar.

Según Galtung, teórico de paz, la violencia se conforma de tres componentes: la visible, la cultural y la estructural. Nos explica que la última, proviene de un andamiaje de pensamiento y cosmovisión que impacta en ciertos grupos. Claro, como su nombre lo indica, al estar tan entretejida en la estructura que puede pasar desapercibida por que no es fácil de identificar.

Tomemos el ejemplo de nuestra narración del inicio, esta mujer está encargada de facto de los trabajos de cuidado, pudo verse forzada a renunciar o restringir sus estudios por la misma estructura del “deber ser”. Por los roles de género, está encasillada a llevar a cabo las labores de administración y mantenimiento doméstico, lo que consume tiempo y energía.

Por último, el mismo andamiaje de la sociedad la hace pasar por momentos incómodos en el trabajo o vías públicas, experimentando tratos poco dignos o humillantes por ser mujer. ¿Ya te diste cuenta? Como es un halo casi imperceptible, es como un camino de boronas de violencia que van marcando el sendero de la vida.

Si bien, hay mucho por hacer, lo primero que podemos hacer para atender la violencia estructural es cuestionarnos y no dejar que las actitudes que tenemos diariamente sean sólo impulsos de una rutina predeterminada. Recordemos que lo que no se ve, no se puede medir y lo que no se mide no se puede modificar.

No dejemos que este tipo de violencias pase de largo, porque si nuestros ojos no ven, el corazón de México no podrá sentir ni empatizar con una realidad latente.

@cipmexac

Por Stefany Rocha Del Litto

Despertarse, correr para estar lista, ir al cuarto de tus hijos para alistarlos, cocinar lunch, desayuno. Camino a cumplir el deber, transporte público, miradas. Escuela, oficina, compañeros que se te insinúan, un jefe abusivo que siempre te ve para abajo, probablemente ganes menos que tus colegas. De regreso a casa, pagar cuentas, lavar ropa, hay platos sucios. Falta hacer la cena y la tarea de los niños. Y así, mañana otra vez.

Seguramente si eres mujer, esta pequeña narración te es muy familiar y si eres hombre, conoces al menos a una que podría ser la protagonista de esta crónica. En el marco del Día de la Erradicación de la Violencia Contra la Mujer, me quiero detener en aquella violencia que no se ve, esa que es peligrosa porque es como una enfermedad asintomática que ataca las entrañas de nuestro país.

Según datos del INEGI (2021) de las mujeres mayores de 15 años, 7 de cada 10 han sufrido algún tipo de violencia psicológica, económica, patrimonial, física, sexual o discriminación basado en un solo común denominador: su sexo. Esto claro, no cuenta a aquellas que por miedo, intimidación o la misma sumisión del sistema patriarcal, no acuden a denunciar.

Según Galtung, teórico de paz, la violencia se conforma de tres componentes: la visible, la cultural y la estructural. Nos explica que la última, proviene de un andamiaje de pensamiento y cosmovisión que impacta en ciertos grupos. Claro, como su nombre lo indica, al estar tan entretejida en la estructura que puede pasar desapercibida por que no es fácil de identificar.

Tomemos el ejemplo de nuestra narración del inicio, esta mujer está encargada de facto de los trabajos de cuidado, pudo verse forzada a renunciar o restringir sus estudios por la misma estructura del “deber ser”. Por los roles de género, está encasillada a llevar a cabo las labores de administración y mantenimiento doméstico, lo que consume tiempo y energía.

Por último, el mismo andamiaje de la sociedad la hace pasar por momentos incómodos en el trabajo o vías públicas, experimentando tratos poco dignos o humillantes por ser mujer. ¿Ya te diste cuenta? Como es un halo casi imperceptible, es como un camino de boronas de violencia que van marcando el sendero de la vida.

Si bien, hay mucho por hacer, lo primero que podemos hacer para atender la violencia estructural es cuestionarnos y no dejar que las actitudes que tenemos diariamente sean sólo impulsos de una rutina predeterminada. Recordemos que lo que no se ve, no se puede medir y lo que no se mide no se puede modificar.

No dejemos que este tipo de violencias pase de largo, porque si nuestros ojos no ven, el corazón de México no podrá sentir ni empatizar con una realidad latente.

@cipmexac