Natalia Calero Sánchez,
Especialista en Gestión de Programas en ONU Mujeres
La violencia contra las mujeres y las niñas es una pandemia que no hemos logrado erradicar y que afecta a todos los países del mundo. Este tipo de violencia es una violación a los derechos humanos de las mujeres y de las niñas, e impide el desarrollo de las sociedades en su conjunto. Este año, además, nos supone un reto mayor debido a la pandemia de la COVID-19, ya que las situaciones de emergencia y crisis no sólo impactan de manera desproporcionada en mujeres y niñas, sino porque las medidas de confinamiento obligan a muchas de ellas a estar de manera constante con su agresor.
En América Latina y el Caribe, 1 de cada 3 mujeres ha sufrido violencia por parte de su pareja. Asimismo, en México, según datos del INEGI, 4 de cada 10 mujeres ha experimentado violencia por parte de su actual o última pareja. Este contexto de violencia se ve profundizado por la pandemia de COVID-19 porque hay mayores restricciones para que las mujeres y las niñas accedan a servicios de salud, de procuración e impartición de justicia; porque las mujeres han visto disminuido su ingreso debido al impacto económico de la pandemia; y porque las organizaciones de la sociedad civil que las acompañan tienen capacidades de recursos limitadas, entre otros.
La solución al problema de la violencia contra las mujeres y las niñas es compleja y por ello no sólo requiere de acciones en diversos ámbitos, sino que requiere que tanto el Estado como la sociedad trabajen conjuntamente para prevenirla, atenderla, sancionarla y erradicarla. Para ello, desde el Sistema de Naciones Unidas, en el marco del 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Niñas y las Mujeres, se ha hecho un llamado a financiar, responder, atender y recopilar.
Financiar un paquete mínimo de servicios esenciales, entre los que se incluyen los de salud y los de procuración e impartición de justicia, para las mujeres y las niñas sobrevivientes de violencia, así como garantizar que las organizaciones de la sociedad accedan a recursos, de manera flexible, para que continúen con su trabajo.
Prevenir la violencia a través de la inversión en medidas que cambien las normas sociales, comportamientos y prácticas que normalizan y reafirman las conductas violentas contra mujeres y niñas y que perpetúan los estereotipos nocivos de género. Sólo así podrán atenderse las causas estructurales de la violencia contra mujeres y niñas.
Atender a las sobrevivientes de violencia y garantizar que tengan acceso a todos los servicios sociales, de salud y de justicia que requieren.
Recopilar datos e información que permitan comprender y dimensionar el problema de la violencia contra las mujeres y niñas para poder encontrar cada vez más, mejores soluciones de política pública que hagan frente a este problema público.
Para acabar con las pandemias que nos afectan, el Estado debe poner al centro de la respuesta a las mujeres y las niñas, y tanto la sociedad, como la academia, las organizaciones y el sector privado. Debemos acompañar estos esfuerzos para prevenir y erradicar con la violencia contra las mujeres: #NOESTÁNSOLAS. La construcción de una nueva normalidad que sea igualitaria y sostenible exige que las mujeres y las niñas puedan ejercer sus derechos plenamente y vivan así una vida libre de violencia. Ni un paso atrás.