/ domingo 30 de junio de 2024

Paradigmas

Los paradigmas se rompen cuando la mayoría en una sociedad decide establecer principios y valores distintos. En este proceso, dibuja límites diferentes de organización y plantea maneras de convivir distintas. Lo que se daba por sentado antes, ya no es vigente; y lo que permitía ponernos de acuerdo deja de unir, para darle paso a mecanismos de interacción que funcionan sobre bases que poco, o nada, se parecen a las anteriores.

Cada uno deberá analizar qué tan bien se está adaptando a este cambio de época, pero debemos tener la apertura de hacerlo. Estar atrapado en la confusión que provoca tratar de imponer reglas que ya no sirven, solo ocasiona una enorme pérdida de tiempo.

Si nuestra aflicción surge de las contradicciones de nuestras ideas con lo que ha sucedido en los hechos, no necesitamos un "chequeo" de la realidad, sino una reflexión sensata y madura acerca de qué tan sólidas eran nuestras creencias acerca de la forma en que estábamos funcionando como comunidad y si éstas estaban bien fundamentadas o no.

En estos tiempos escucho a algunas personas angustiarse de una manera similar a la que nos ocasiona despertarnos de golpe, pero de ninguna manera se trata de una pesadilla; al contrario, si estuvimos prestando atención a los eventos, podríamos ver que esta nueva organización social no ha hecho otra cosa más que crecer.

Es normal que ciertos grupos de una sociedad construyan su vida alrededor de lo que creen que es una cadena de valores y principios compartidos; sin embargo, es usual pensar que las sociedades se quedan estáticas y evolucionan a partir de avances, políticas públicas, tendencias y comportamientos, ajenos a su pensamiento y que por eso todo lo demás quedará inalterable.

La realidad es que somos un conjunto que no se queda quieto y que integra mayorías que se van formando alrededor de nuevas escalas de valores, de principios y de ideas, que se unen a partir de las necesidades y problemas que les son comunes.

Compartir obstáculos es una manera de que un grupo se identifique para tratar de encontrar soluciones de beneficio común, pero eso nunca significa que los retos propios son los del resto de la sociedad a la que pertenezco.

Dicen un dicho popular que para evitar sorprendidos no se debe creer en las sorpresas. Pocas veces los cambios sociales se mantienen ocultos a lo largo del tiempo. Eso que podríamos llamar "sentimiento social" o "pulso ciudadano" es la evolución de la consciencia y de la organización civil que se da a la vista de todos.

Ignorar esos cambios porque no coinciden con nuestra idea de sociedad es el origen de una supuesta estupefacción por decisiones que asume la mayoría y que la minoría puede resentir por súbitas. No lo es, era un desenlace que podía verse claramente. Quien tenga ojos -dice otro refrán- que vea.

En este cambio de época es justificable la resistencia. Nada que reprochar, ni reprocharse. Pero no se pueden cerrar los ojos a éste. Hemos cambiado como sociedad y nuestra composición de valores y principios es otra. Mi propuesta no es que se tenga que adaptar por fuerza a estas modificaciones, solo entenderla en sus causas, analizarla en su origen y darnos cuenta que simplemente responde a la urgencia de responder a necesidades que no estaban siendo atendidas para la mayoría de los mexicanos.

Somos una sociedad mucho más reflexiva de lo que pensamos y actuamos con mayor consciencia de la que algunos nos quieren dar crédito. Tal vez por eso hemos decidido continuar con esos cambios y plantear nuevas etapas de desarrollo de esa sociedad que pretendemos formar.

Lo que es un hecho es que en esa conformación todas y todos somos necesarios. Nadie sobra. Y bien haremos en incluir a todos los grupos sociales, mientras éstos hacen su análisis de lo que está pasando y del papel que juegan en el destino de un país que está dirigiéndose a una nueva época que, estoy convencido, será una de las más luminosas de su historia.

Los paradigmas se rompen cuando la mayoría en una sociedad decide establecer principios y valores distintos. En este proceso, dibuja límites diferentes de organización y plantea maneras de convivir distintas. Lo que se daba por sentado antes, ya no es vigente; y lo que permitía ponernos de acuerdo deja de unir, para darle paso a mecanismos de interacción que funcionan sobre bases que poco, o nada, se parecen a las anteriores.

Cada uno deberá analizar qué tan bien se está adaptando a este cambio de época, pero debemos tener la apertura de hacerlo. Estar atrapado en la confusión que provoca tratar de imponer reglas que ya no sirven, solo ocasiona una enorme pérdida de tiempo.

Si nuestra aflicción surge de las contradicciones de nuestras ideas con lo que ha sucedido en los hechos, no necesitamos un "chequeo" de la realidad, sino una reflexión sensata y madura acerca de qué tan sólidas eran nuestras creencias acerca de la forma en que estábamos funcionando como comunidad y si éstas estaban bien fundamentadas o no.

En estos tiempos escucho a algunas personas angustiarse de una manera similar a la que nos ocasiona despertarnos de golpe, pero de ninguna manera se trata de una pesadilla; al contrario, si estuvimos prestando atención a los eventos, podríamos ver que esta nueva organización social no ha hecho otra cosa más que crecer.

Es normal que ciertos grupos de una sociedad construyan su vida alrededor de lo que creen que es una cadena de valores y principios compartidos; sin embargo, es usual pensar que las sociedades se quedan estáticas y evolucionan a partir de avances, políticas públicas, tendencias y comportamientos, ajenos a su pensamiento y que por eso todo lo demás quedará inalterable.

La realidad es que somos un conjunto que no se queda quieto y que integra mayorías que se van formando alrededor de nuevas escalas de valores, de principios y de ideas, que se unen a partir de las necesidades y problemas que les son comunes.

Compartir obstáculos es una manera de que un grupo se identifique para tratar de encontrar soluciones de beneficio común, pero eso nunca significa que los retos propios son los del resto de la sociedad a la que pertenezco.

Dicen un dicho popular que para evitar sorprendidos no se debe creer en las sorpresas. Pocas veces los cambios sociales se mantienen ocultos a lo largo del tiempo. Eso que podríamos llamar "sentimiento social" o "pulso ciudadano" es la evolución de la consciencia y de la organización civil que se da a la vista de todos.

Ignorar esos cambios porque no coinciden con nuestra idea de sociedad es el origen de una supuesta estupefacción por decisiones que asume la mayoría y que la minoría puede resentir por súbitas. No lo es, era un desenlace que podía verse claramente. Quien tenga ojos -dice otro refrán- que vea.

En este cambio de época es justificable la resistencia. Nada que reprochar, ni reprocharse. Pero no se pueden cerrar los ojos a éste. Hemos cambiado como sociedad y nuestra composición de valores y principios es otra. Mi propuesta no es que se tenga que adaptar por fuerza a estas modificaciones, solo entenderla en sus causas, analizarla en su origen y darnos cuenta que simplemente responde a la urgencia de responder a necesidades que no estaban siendo atendidas para la mayoría de los mexicanos.

Somos una sociedad mucho más reflexiva de lo que pensamos y actuamos con mayor consciencia de la que algunos nos quieren dar crédito. Tal vez por eso hemos decidido continuar con esos cambios y plantear nuevas etapas de desarrollo de esa sociedad que pretendemos formar.

Lo que es un hecho es que en esa conformación todas y todos somos necesarios. Nadie sobra. Y bien haremos en incluir a todos los grupos sociales, mientras éstos hacen su análisis de lo que está pasando y del papel que juegan en el destino de un país que está dirigiéndose a una nueva época que, estoy convencido, será una de las más luminosas de su historia.