Por Estela Casados
La última semana de agosto se celebró el Congreso Internacional de Investigaciones sobre Violencia Basada en Género: Investigando con Propósito e Impacto para Prevenir y Eliminar la Violencia Basada en Género. Fue convocado por la Universidad Francisco Gavidia (UFG), por lo que activistas, investigadoras e investigadores de Brasil, Ecuador, España, Estados Unidos, Honduras y México tuvimos nuestro punto de encuentro en la capital de El Salvador.
A lo largo de dos amplias jornadas de trabajo compartimos herramientas para documentar y analizar las violencias, su carácter interseccional, los aportes desde la investigación cualitativa, la manera en que influye en la construcción de las masculinidades en América Latina, las respuestas gubernamentales, de las organizaciones de la sociedad civil y fundaciones para el abordaje de la violencia basada en género, el trabajo con niñas y jóvenes en contextos de violencia, el acceso a la justicia y medidas de protección para las víctimas, las posibilidades de incidencia a partir de las nuevas tecnologías, entre otros temas.
Fue un espacio de intercambio con temas muy fuertes que a menudo marcaban rutas a seguir, pero que exponían contextos que desencadenaban una impotencia muy grande. Se expusieron diversas experiencias e ideas de forma muy clara y concreta, pero nos quedábamos con la sensación de que no era suficiente.
En el cierre de este evento internacional organizado por el Instituto de Investigación de la Violencia Basada en Género de la Universidad Francisco Gavidia, ocurrieron dos cosas muy interesantes que fueron un aliciente para las emociones y para todo lo que ahí estaba sucediendo. Una compañera del Ecuador invitó a los investigadores y a los hombres que se encontraban participando en el Congreso y en los equipos de trabajo de los proyectos de investigación y colaboración con las poblaciones, a que se hicieran responsables de construir otras maneras de ser hombres. “Nadie más lo va a hacer por ustedes. ¡Nosotras no!”. A ello siguió un aplauso.
Lo dicho por la compañera me invitó a revisar mis propias preguntas respecto a las nuevas masculinidades y a la construcción de otras maneras de ser hombres. Me llevó a observar a los compañeros que acudieron al Congreso, pero también a aquellos con los que he trabajado sobre el tema de la violencia hacia las mujeres. Me han dejado más preguntas que respuestas. “Nadie más lo va a hacer por ustedes”, decía la colega de Ecuador. ¿Será que quieran cambiar?, me pregunté.
Decía el Antropólogo Daniel Cazés que a los hombres les es difícil (que si no imposible, diría yo) renunciar a sus privilegios. “¿a cuáles privilegios que nos otorga la opresión patriarcal estamos dispuestos a renunciar?, ¿desde cuándo y cómo?”, preguntaba este gran teórico de las masculinidades. Aún en contextos diversos, ser hombre anida privilegios sobre las mujeres tanto en la casa como en el trabajo, en la escuela y en todos lados.
En fin, la pregunta quedó en el aire, acompañada de la idea de que si investigadores y activistas que impulsan el cambio en las relaciones de género no comienzan por sí mismos, será difícil transformar los contextos en donde desean incidir.
Justo en la clausura del evento sucedió el segundo acontecimiento que vino a cambiar los ánimos. Cerramos con música, baile e intercambio. Nos olvidamos por un momento de la tristeza que implica trabajar con poblaciones diezmadas por la violencia y el feminicidio. Recargamos pila y nos propusimos construir el cambio.
Hace unas cuantas semanas comenzó a circular una frase contundente y contagiosa de la teórica feminista Silvia Federici: “El principio de la militancia gozosa consiste en que, o nuestra actividad política es liberadora y cambia nuestra vida de una forma positiva, que nos permita crecer y nos haga gozar, o algo va mal en nuestro activismo”. Sin proponérnoslo, vivenciamos en San Salvador la crítica y el gozo advertido por Federici. Esperamos que haya un segundo momento de encuentro para repetir la experiencia.
Me despido agradeciendo la lectura que cada lunes han dado a Ser Para Sí durante dos años. De manera especial, agradezco al Diario de Xalapa por este espacio y por la oportunidad que desde 2022 me han brindado. ¡Gracias!
*Coordinadora del Observatorio Universitario de Violencias contra las Mujeres. Universidad Veracruzana