/ martes 21 de agosto de 2018

Pertinente deliberación para reiniciar la marcha

En toda institución seria y respetable, siempre suele haber una instancia u órgano a la que esa institución debe en buena medida su prestigio, eficacia, éxito o credibilidad, según se trate. No cabe duda que en el caso del Partido Acción Nacional es su consejo nacional. Órgano sabio, diagonal, abierto a razones y argumentos ha cumplido con creces su misión. Claro, excepto cuando se le ha impedido que la cumpla. Como ha sucedido en los últimos tres lustros, lamentablemente. Aunque ya el sábado anterior dio claras muestras de que ha iniciado su retorno al camino que jamás debió abandonar.

Decía don Efraín González Luna, mexicano ilustre, pensador insigne, cofundador de Acción Nacional, que el Consejo Nacional panista es “la conciencia crítica del partido”. En dos palabras claves se resume con acierto la función fundamental de este órgano deliberante y partícipe en la toma de las grandes decisiones del panismo a lo largo de más de seis décadas. Hasta que indebidamente se le marginó. Las consecuencias ya las conocemos.

En un tiempo se dijo y muchos lo aceptaban, yo incluido aunque entonces no era militante, que una sola vez en su historia se había equivocado el Consejo Nacional, lo cual había ocurrido en el remoto año de 1958: cuando ordenó a sus diputados declarados electos no acudieran a tomar posesión del cargo, como protesta por el enorme fraude electoral cometido en esos comicios. Sólo dos acataron la decisión y tres no, por lo cual automáticamente éstos quedaron fuera del partido y los dos primeros consagrados para siempre como héroes del panismo: don Felipe Gómez Mont y Jaime Haro.

Con el paso de los años cambié mi convicción. Dejé de creer que el Consejo se había equivocado con la decisión que tomó en 1958. Aunque fue muy duro en aquellos años quedarse sin diputados, sin voz en la Cámara, sin foro parlamentario y que un cierto desánimo anidara en el panismo, al valorar ciertos datos que entonces pasaron de alguna manera inadvertidos comprendí que no fue un error, sino un acierto tal decisión.

Tan fue un acierto, que al gobierno le dolió más quedarse en la Cámara de Diputados haciendo rounds de sombra. Fue por ello que se apresuróa establecer como castigo la pérdida de su registro a los partidos que ordenaran a sus diputados no presentarse a ejercer el cargo. Y simultáneamente se estableció la figura de los diputados de partido, una etapa más, no la idónea desde luego, en el largo camino hacia la alternancia.

Pues bien, todo lo anterior ha venido a cuento con motivo de la maratónica sesión que el pasado sábado 11 de agosto celebró el Consejo Nacional del PAN, entre otros propósitos con el objeto de hacer un análisis de los resultados de las elecciones del pasado 1 de julio. Y sobre este punto el Consejo habló. Lo hizo sin restricciones, ni siquiera de tiempo.

A lo largo de casi nueve horas, más de treinta oradores expresaron en tono respetuoso pero enérgico su visión de las cosas: señalaron errores, apuntaron desaciertos, criticaron posiciones y actitudes, cuestionaron decisiones. Ninguna fuerza política en México hace esto. Ni el priismo del eterno silencio ni la izquierda, salvo como preámbulo de purgas. Menos aún los opositores de simulación, que ni idea tienen de este tipo de ejercicios. Qué bien por el regreso del Consejo Nacional panista.


En toda institución seria y respetable, siempre suele haber una instancia u órgano a la que esa institución debe en buena medida su prestigio, eficacia, éxito o credibilidad, según se trate. No cabe duda que en el caso del Partido Acción Nacional es su consejo nacional. Órgano sabio, diagonal, abierto a razones y argumentos ha cumplido con creces su misión. Claro, excepto cuando se le ha impedido que la cumpla. Como ha sucedido en los últimos tres lustros, lamentablemente. Aunque ya el sábado anterior dio claras muestras de que ha iniciado su retorno al camino que jamás debió abandonar.

Decía don Efraín González Luna, mexicano ilustre, pensador insigne, cofundador de Acción Nacional, que el Consejo Nacional panista es “la conciencia crítica del partido”. En dos palabras claves se resume con acierto la función fundamental de este órgano deliberante y partícipe en la toma de las grandes decisiones del panismo a lo largo de más de seis décadas. Hasta que indebidamente se le marginó. Las consecuencias ya las conocemos.

En un tiempo se dijo y muchos lo aceptaban, yo incluido aunque entonces no era militante, que una sola vez en su historia se había equivocado el Consejo Nacional, lo cual había ocurrido en el remoto año de 1958: cuando ordenó a sus diputados declarados electos no acudieran a tomar posesión del cargo, como protesta por el enorme fraude electoral cometido en esos comicios. Sólo dos acataron la decisión y tres no, por lo cual automáticamente éstos quedaron fuera del partido y los dos primeros consagrados para siempre como héroes del panismo: don Felipe Gómez Mont y Jaime Haro.

Con el paso de los años cambié mi convicción. Dejé de creer que el Consejo se había equivocado con la decisión que tomó en 1958. Aunque fue muy duro en aquellos años quedarse sin diputados, sin voz en la Cámara, sin foro parlamentario y que un cierto desánimo anidara en el panismo, al valorar ciertos datos que entonces pasaron de alguna manera inadvertidos comprendí que no fue un error, sino un acierto tal decisión.

Tan fue un acierto, que al gobierno le dolió más quedarse en la Cámara de Diputados haciendo rounds de sombra. Fue por ello que se apresuróa establecer como castigo la pérdida de su registro a los partidos que ordenaran a sus diputados no presentarse a ejercer el cargo. Y simultáneamente se estableció la figura de los diputados de partido, una etapa más, no la idónea desde luego, en el largo camino hacia la alternancia.

Pues bien, todo lo anterior ha venido a cuento con motivo de la maratónica sesión que el pasado sábado 11 de agosto celebró el Consejo Nacional del PAN, entre otros propósitos con el objeto de hacer un análisis de los resultados de las elecciones del pasado 1 de julio. Y sobre este punto el Consejo habló. Lo hizo sin restricciones, ni siquiera de tiempo.

A lo largo de casi nueve horas, más de treinta oradores expresaron en tono respetuoso pero enérgico su visión de las cosas: señalaron errores, apuntaron desaciertos, criticaron posiciones y actitudes, cuestionaron decisiones. Ninguna fuerza política en México hace esto. Ni el priismo del eterno silencio ni la izquierda, salvo como preámbulo de purgas. Menos aún los opositores de simulación, que ni idea tienen de este tipo de ejercicios. Qué bien por el regreso del Consejo Nacional panista.