/ sábado 27 de julio de 2024

Pobreza y rechazo a la maternidad

En México, como en la mayoría de los países del llamado mundo occidental, cada día se reduce el número de mujeres que han decidido no ser madres. Este fenómeno se da igualmente entre la población masculina.

Por supuesto, no es lo mismo no desear ser padres o madres que estar en condiciones de cumplir ese propósito. Por milenios, esa diferencia se mantuvo inalterable. Pero con los avances de la ciencia, tal divergencia comenzó a disminuir sostenidamente.

Dos son los adelantos científicos que lo han posibilitado. Uno, la aparición de los anticonceptivos químicos a mediados del siglo veinte; y dos, el llamado aborto seguro, es decir, la posibilidad de interrumpir un embarazo sin riesgo de muerte o invalidez para la gestante. Estos dos avances han permitido que maternidad y paternidad sean actos voluntarios y no una fatalidad.

Sentadas las bases científicas y técnicas de maternidad y paternidad voluntarias cabe preguntarse las razones sociales y personales para no tener hijos. Y, en general, en ambos ámbitos los motivos son de carácter económico.

Recuerdo ahora una escena de una famosa película italiana en la que a una mujer embarazada una vecina le pregunta qué preferiría tener: niño o niña, a lo que la futura madre responde niña. Ahora la vecina pregunta por qué. Y la gestante contesta: porque lo niños comen mucho. Y a este respecto vale acudir al refranero mexicano que dice: “casamiento de pobres, fábrica de limosneros”. O esa otra sentencia que afirma: tener hijos es la ruta más directa hacia la ruina económica. O, cabría agregar, al menos para la ausencia de prosperidad.

Y cómo no recordar el célebre pasaje de la obra de Malthus en la que elogia la conducta de un pobre campesino que decide dormir en el pajar para no dormir con su mujer y correr el riesgo de un nuevo embarazo y nacimiento que agrave más la precaria situación económica de la familia.

De modo que puede afirmarse que la aporofobia, el miedo a la pobreza, es una razón principalísima del rechazo a maternidad y paternidad. De donde puede colegirse que la reducción de la pobreza social, familiar y personal es un camino seguro para combatir el rechazo a la maternidad.

Por esta razón y por muchas otras es necesaria la continuidad de las políticas de reducción de la pobreza, tal como se lo propone, y parcialmente lo ha conseguido, la Cuarta Transformación obradorista en curso en México.

mentorferrer@gmail.com

En México, como en la mayoría de los países del llamado mundo occidental, cada día se reduce el número de mujeres que han decidido no ser madres. Este fenómeno se da igualmente entre la población masculina.

Por supuesto, no es lo mismo no desear ser padres o madres que estar en condiciones de cumplir ese propósito. Por milenios, esa diferencia se mantuvo inalterable. Pero con los avances de la ciencia, tal divergencia comenzó a disminuir sostenidamente.

Dos son los adelantos científicos que lo han posibilitado. Uno, la aparición de los anticonceptivos químicos a mediados del siglo veinte; y dos, el llamado aborto seguro, es decir, la posibilidad de interrumpir un embarazo sin riesgo de muerte o invalidez para la gestante. Estos dos avances han permitido que maternidad y paternidad sean actos voluntarios y no una fatalidad.

Sentadas las bases científicas y técnicas de maternidad y paternidad voluntarias cabe preguntarse las razones sociales y personales para no tener hijos. Y, en general, en ambos ámbitos los motivos son de carácter económico.

Recuerdo ahora una escena de una famosa película italiana en la que a una mujer embarazada una vecina le pregunta qué preferiría tener: niño o niña, a lo que la futura madre responde niña. Ahora la vecina pregunta por qué. Y la gestante contesta: porque lo niños comen mucho. Y a este respecto vale acudir al refranero mexicano que dice: “casamiento de pobres, fábrica de limosneros”. O esa otra sentencia que afirma: tener hijos es la ruta más directa hacia la ruina económica. O, cabría agregar, al menos para la ausencia de prosperidad.

Y cómo no recordar el célebre pasaje de la obra de Malthus en la que elogia la conducta de un pobre campesino que decide dormir en el pajar para no dormir con su mujer y correr el riesgo de un nuevo embarazo y nacimiento que agrave más la precaria situación económica de la familia.

De modo que puede afirmarse que la aporofobia, el miedo a la pobreza, es una razón principalísima del rechazo a maternidad y paternidad. De donde puede colegirse que la reducción de la pobreza social, familiar y personal es un camino seguro para combatir el rechazo a la maternidad.

Por esta razón y por muchas otras es necesaria la continuidad de las políticas de reducción de la pobreza, tal como se lo propone, y parcialmente lo ha conseguido, la Cuarta Transformación obradorista en curso en México.

mentorferrer@gmail.com