El próximo día 8 de este mes, como sabemos, se conmemora el Día Internacional de la Mujer. La visibilidad de sus derechos y sobre todo, las condiciones para su pleno desarrollo ajeno a cualquier expresión de violencia machista, nos recuerda por si fuera necesario, que sin la igualdad de género no es posible ninguna democracia. Incluso si atendemos a los datos estadísticos en las sociedades contemporáneas, estamos muy lejos de considerar que las condiciones propicias para la plena expresión/manifestación de sus capacidades, está próxima.
Es peculiar y a la vez dramático, observar como las principales religiones, mantienen en un papel subordinado y secundario a las mujeres. Esto también se palpa en las prácticas cotidianas de estructuras sociales alejadas de las tendencias de la globalización: en ambos casos, coinciden, en el maltrato y negación o al menos, la aplicación de impedimentos para que las mujeres tengan posibilidades de dirección, coordinación o de opinión.
Observemos la participación de las mujeres en los sistemas políticos en áreas convulsas como Oriente Medio o Asia Central. En Irán, por ejemplo, ellas pueden ser golpeadas e incluso morir como consecuencia de no llevar en lugares públicos el velo. En forma contundente se puede afirmar, que las capacidades de desarrollo de cualquier país, sistema político, democracia (o autodenominada así) tiene opción de prosperidad sin la plena, sistemática y natural presencia de la mujer.
Es muy importante el pasaje político y social que vivimos en México. Por primera vez tendremos una mujer Presidenta de la República y conforme al texto de la Constitución, artículo 89, fracción VI, Comandante Suprema de la Fuerzas Armadas. Sin duda marcará un antes y después, no sólo por lo que hace a las relaciones civiles militares, sino a la proyección del papel sustancial que las mujeres tendrán a partir del 1 de octubre de este año. Desde luego, que es arbitrario afirmar lo anterior, en función de una dilatada, compleja y dramática trayectoria de las mujeres mexicanas.
Solamente en las elecciones presidenciales de 2018, habíamos tenido en nuestro sistema de partidos y democracia, la posibilidad de que una mujer candidata por alguno de los entonces partidos predominantes: Josefina Vázquez Mota por el Partido Acción Nacional. Aunque en 1988, también por primera ocasión una mujer, Rosario Ibarra de Piedra, compitió por el Partido Revolucionario de los Trabajadores. Quien quiera que gane, tanto Xóchitl Gálvez Ruiz y Claudia Sheimbaum Pardo (en orden alfabético), encabezarán la galería de los pasillos de los Presidentes de la República, como la primera mujer en la historia de México, en desempeñar la titularidad del Poder Ejecutivo.
A partir de ese hecho fundamental, se abre una etapa/oportunidad –seis años, para plantearnos las políticas, programas y procedimientos, comenzando desde la Seguridad Pública, para crear una condición permanente, por lo tanto irreversible, que siente las bases de una auténtica democracia como estilo de vida, en donde por condiciones de género, las mujeres, no corran peligro en su integridad ni patrimonio. Sin esta vertiente, seguiremos bordando sobre una democracia de ficción o del todo incompleta, como la que ahora predomina. Por supuesto, que las casi 20 mil campañas electorales tienen la obligación de plantear y sustentar, medidas consistentes y comprometidas en contra del machismo y maltrato a las mujeres.
@JOPso