Pareciera que López Obrador se está quedando con las ganas de instaurar un nuevo orden creado por sí mismo, donde el eje de la autoridad es él mismo, y como líder máximo, busca ser el único referente moral: el pueblo soy yo, el Estado soy yo. Nos engañó cuando asumió como Presidente el 1 de diciembre de 2018.
Hasta ahora no se había mostrado tan descarado como en su reacción contra un artículo del periódico The New York Times, donde se menciona que tres personas conocieron la investigación a gente allegada al presidente quienes habían recibido millones de dólares derivado de sus posibles vínculos con importantes narcos, cuando ya había asumido el cargo.
Frente al cuestionamiento de por qué mostró el número telefónico de la periodista Natalie Kitroeff de este periódico -al que calificó de pasquín inmundo- simplemente recomendó que cambie su número “si tanto le preocupa”. Además de constituir una violación a uno de los derechos más sensibles de la persona, su intimidad, y de burlarse de su profesión como periodista, la puso en una situación de vulnerabilidad de su seguridad. ¿Se imagina usted a los fanáticos de la 4T lanzándole amenazas en el anonimato a la periodista, o incluso algo peor?
Expresarse de ella como lo hizo y mostrar su número telefónico es una agresión frontal y alevosa a la libertad de expresión y a la protección de sus datos personales, hoy protegidos por la Constitución, las leyes secundarias y por el derecho internacional. Pero al Presidente le vale un comino el marco jurídico. En un país donde ejercer el periodismo es una profesión de riesgo mortal, lo que hace el Presidente es mandar mensajes de que a él los asesinatos de periodistas no le conmueven; premeditadamente está haciendo apología del delito, lo hace burlándose y sentenciando nadie está por encima de él.
Conviene transcribir lo que le contesta en la mañanera a la periodista de Univisión Jésica Zermeño quien le cuestiona porqué filtró el número telefónico de la periodista del The New York Times: “cuando se trata de un asunto en donde está de por medio la dignidad del presidente de México …por encima de esa ley, está la autoridad moral, la autoridad política y yo represento un país, represento a un pueblo, que merece respeto”. López Obrador mostró ante el mundo, su talante absolutista.
La vorágine de hechos derivada de la ventilación de investigaciones de autoridades de EU de que personas cercanas a Lopez Obrador pudieran haber recibido dinero del narco ahora también en 2018, y su reacción, sólo fomentara la inconformidad contra su gobierno y los hashtags de #narcopresidente. Pero en lugar de que guarde la calma, conteste con probidad, y trate con respeto a las y los representantes de los medios de comunicación nacionales e internacionales, les amenaza y polariza con sus bravuconerías.
Y la pregunta que quedará en el aire es por qué la investigación de la que informó The New York Times no derivó en una investigación formal y porqué fue archivada. Por qué la poca disposición del gobierno estadounidense “para rastrear acusaciones que pudieran implicar al líder de uno de los principales aliados” de EU.
Por lo pronto es claro que al gobierno del país vecino le parece bien que decenas de miles de elementos de la Guardia Nacional se dediquen a detener migrantes, y que México servilmente sea el país de la contención de quienes buscan migrar a EU.
Defensora de derechos humanos