/ lunes 16 de octubre de 2023

Por varios años, no habrá paz

Se me puede replicar y con razón, que en la coexistencia entre Israel y Palestina, así como en esa extendida parte del mundo, en décadas no la ha habido. También, es cierto que en el mundo, desde 1900 no hemos vivido ni un solo año sin que haya estallado un conflicto armado de cualquier tipo. En pocas palabras y para resumir esa dinámica de la humanidad en su conjunto, nuestra historia se sintetiza a una sola palabra: violencia. Ahora, en está traumática situación, las invocaciones a persistir en esa de recíproca y garantizada destrucción, estamos sin lugar a dudas, en la coyuntura más peligrosa de lo que ha transcurrido del siglo XXI. Por más que sea una obviedad, debe tenerse presente, para con plena conciencia poder actuar y en lo posible, aunque de momento resulte imposible, atemperar la creciente polarización.

Ha transcurrido poco más de una semana, de la salvaje y criminal incursión de Hamas en suelo de Israel. La devastadora respuesta militar, con unas cuantas horas para el planeo y la muy precaria y escaza evacuación de la población palestina civil e inocente, comenzó para reducir los edificios sobre todo de gobierno, a escombros. La escalada de protestas, movilizaciones de apoyos a una y otra parte, han llenado las plazas públicas en varias partes del mundo; en consecuencia, el ambiente no ha hecho sino que empeorar. Sumando odio al odio, sumando delirios al delirio y en suma, pavimentando la ruta de la guerra sin fin y sin miramientos. La crueldad, el suplicio, el sufrimiento y los insultos, crecen sin control. El panorama es en verdad, sombrío.

¿Hay espacio para llamar a la negociación? No. ¿Hay posibilidades de establecer un procedimiento, aunque sea mínimo de contención? No. ¿Existen las condiciones y la disposición para ampliar la guerra y la destrucción? Sí. En ese contexto y perspectiva, en una conflagración que tiene como pretexto a las religiones, a supuestos destinos y propiedades de la tierra, los márgenes de al menos un poco de contención, aparecen débiles, distantes, improbables. Se requiere de un poco temple ante la barbarie. Como frase se lee bien, pero en la práctica, resulta ser sólo retórica. La cuestión y el gran desafío se centra en mirar a un futuro de mediano plazo –tres o cinco años, para preguntarnos en dónde vamos a estar, como humanidad y como país.

Pues no hay duda, que esa ola expansiva de intolerancia, de prejuicios, descalificaciones y en consecuencia, de indisposición para reconocer errores propios y virtudes ajenas, ha inundado a nuestro debate, a las prácticas sociales de una sociedad que se prepara para un intenso proceso electoral. Todos son “históricos” y verlos así, les suma un halo de polarización. Se trata de un capítulo más en la consolidación de nuestra democracia. Sumarnos a la cauda de intolerancia que vive el mundo, también nos reclamará el pago de la contribución que desde México hayamos hecho al mundo. Es la ley de la proporcionalidad. No hay magia.

A nivel global, debemos prepararnos para años de incertidumbre, de violencias esporádicas y conflictos de origen racial y por tanto, religiosos. Esto en el mejor de los escenarios. Lo cierto es que la peligros polarización estará acompañándonos ¿amenazándonos? En cada uno de los procesos políticos y sociales será una responsabilidad compartida, procurar su contención. Sumarse a la cauda de la promoción de la violencia (en sus distintas expresiones) será lo más fácil; los medios digitales de comunicación tienen una sustancial tarea en el sentido de ver hacia delante. Nuestra capacidad como especie humana, está a prueba.

javierolivaposada@gmail.com

@JOPso

Se me puede replicar y con razón, que en la coexistencia entre Israel y Palestina, así como en esa extendida parte del mundo, en décadas no la ha habido. También, es cierto que en el mundo, desde 1900 no hemos vivido ni un solo año sin que haya estallado un conflicto armado de cualquier tipo. En pocas palabras y para resumir esa dinámica de la humanidad en su conjunto, nuestra historia se sintetiza a una sola palabra: violencia. Ahora, en está traumática situación, las invocaciones a persistir en esa de recíproca y garantizada destrucción, estamos sin lugar a dudas, en la coyuntura más peligrosa de lo que ha transcurrido del siglo XXI. Por más que sea una obviedad, debe tenerse presente, para con plena conciencia poder actuar y en lo posible, aunque de momento resulte imposible, atemperar la creciente polarización.

Ha transcurrido poco más de una semana, de la salvaje y criminal incursión de Hamas en suelo de Israel. La devastadora respuesta militar, con unas cuantas horas para el planeo y la muy precaria y escaza evacuación de la población palestina civil e inocente, comenzó para reducir los edificios sobre todo de gobierno, a escombros. La escalada de protestas, movilizaciones de apoyos a una y otra parte, han llenado las plazas públicas en varias partes del mundo; en consecuencia, el ambiente no ha hecho sino que empeorar. Sumando odio al odio, sumando delirios al delirio y en suma, pavimentando la ruta de la guerra sin fin y sin miramientos. La crueldad, el suplicio, el sufrimiento y los insultos, crecen sin control. El panorama es en verdad, sombrío.

¿Hay espacio para llamar a la negociación? No. ¿Hay posibilidades de establecer un procedimiento, aunque sea mínimo de contención? No. ¿Existen las condiciones y la disposición para ampliar la guerra y la destrucción? Sí. En ese contexto y perspectiva, en una conflagración que tiene como pretexto a las religiones, a supuestos destinos y propiedades de la tierra, los márgenes de al menos un poco de contención, aparecen débiles, distantes, improbables. Se requiere de un poco temple ante la barbarie. Como frase se lee bien, pero en la práctica, resulta ser sólo retórica. La cuestión y el gran desafío se centra en mirar a un futuro de mediano plazo –tres o cinco años, para preguntarnos en dónde vamos a estar, como humanidad y como país.

Pues no hay duda, que esa ola expansiva de intolerancia, de prejuicios, descalificaciones y en consecuencia, de indisposición para reconocer errores propios y virtudes ajenas, ha inundado a nuestro debate, a las prácticas sociales de una sociedad que se prepara para un intenso proceso electoral. Todos son “históricos” y verlos así, les suma un halo de polarización. Se trata de un capítulo más en la consolidación de nuestra democracia. Sumarnos a la cauda de intolerancia que vive el mundo, también nos reclamará el pago de la contribución que desde México hayamos hecho al mundo. Es la ley de la proporcionalidad. No hay magia.

A nivel global, debemos prepararnos para años de incertidumbre, de violencias esporádicas y conflictos de origen racial y por tanto, religiosos. Esto en el mejor de los escenarios. Lo cierto es que la peligros polarización estará acompañándonos ¿amenazándonos? En cada uno de los procesos políticos y sociales será una responsabilidad compartida, procurar su contención. Sumarse a la cauda de la promoción de la violencia (en sus distintas expresiones) será lo más fácil; los medios digitales de comunicación tienen una sustancial tarea en el sentido de ver hacia delante. Nuestra capacidad como especie humana, está a prueba.

javierolivaposada@gmail.com

@JOPso