/ jueves 10 de octubre de 2024

Premio Nobel de Literatura 2024: Han Kang y Actos humanos

La verdad sea dicha, no suelo dejarme llevar por las emociones pasajeras de los lectores entusiastas ni por las opiniones de especialistas de última hora que aparecen a la velocidad de un clic. No leo literatura por moda ni por obligación; entre otras razones, porque mi labor cotidiana está profundamente relacionada con la lectura y la escritura, y prefiero mantenerme al margen de las corrientes que otorgan un falso brillo a lo que, en esencia, debería ser una búsqueda íntima y personal del pensamiento.

Sin embargo, este jueves me sorprendió la noticia de que el Premio Nobel de Literatura 2024 fue otorgado primera mujer asiática: la surcoreana Han Kang. Lo que es una oportunidad hablar del pequeño ángulo que conozco de su obra especialmente en su tratamiento del dolor, la historia, los saberes de la psique y la fragilidad humana vistos y usados desde la literatura. ¿Pues no todo lo que hacemos son actos humanos?

La Academia Sueca le confirió el Nobel "por su intensa prosa poética que se enfrenta a traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana". Han Kang, en sus textos que he leído, aunque muy pocos, desvela con crudeza el sufrimiento humano y explora con profundidad los dilemas existenciales. Hay dos grandes ejes en su obra que me resultan fascinantes: el psicoanálisis y la reconstrucción histórica. Su narrativa, cargada de simbolismo y violencia emocional, no se limita a contar una historia; penetra las entrañas del dolor, tanto individual como colectivo, reflejando los excesos del poder y las cicatrices que deja en quienes lo padecen.

Un ejemplo claro de su maestría es Actos humanos, una novela que explora uno de los episodios más oscuros de la historia reciente de Corea del Sur: la masacre de Gwangju. En mayo de 1980, el ejército reprimió brutalmente una revuelta estudiantil en la ciudad natal de Han Kang, dejando más de dos mil muertos en apenas cinco días. El general Chun Doo-hwan, quien había llegado al poder tras un golpe militar en 1979, fue responsable de esta violencia. Este traumático evento es el núcleo de Actos humanos, donde Han Kang no solo relata los hechos históricos, sino que profundiza en las secuelas psíquicas que este episodio dejó en su generación y en las posteriores. Su enfoque literario permite explorar las consecuencias a largo plazo de aquella violencia: la tristeza, la melancolía, la rabia y la locura que impregnan las vidas de los sobrevivientes y de aquellos que crecieron en un país marcado por un trauma colectivo.

Lo impactante de Actos humanos no reside únicamente en la descripción del horror externo de la masacre, sino en su exploración íntima de la vulnerabilidad del ser humano frente al poder desmedido. Como la propia Han Kang expresó: “¿Qué hace que los cuerpos se levanten, a pesar de la muerte? ¿Qué impulsa a los cuerpos muertos a levantarse y seguir caminando, aun después de haber sido asesinados? Y, lo más importante, ¿qué relación tienen estos cuerpos con los vivos que los miran desde afuera?”. Estas preguntas, que atraviesan la novela, se reflejan en personajes que transitan entre el presente y el pasado, buscando entender lo inentendible: la muerte injusta y el dolor que no desaparece.

Han Kang también invita a reflexionar sobre aquellos espacios que la sociedad niega a los traumas, esos rincones oscuros donde los dolores de la psique no encuentran expresión. En Actos humanos, la autora logra dar voz a lo reprimido, a aquello que no puede ser dicho abiertamente en una sociedad que, al igual que tantas otras, prefiere avanzar sin detenerse en sus heridas más profundas. “El dolor físico es finito, pero el dolor mental es infinito”, escribe Han Kang, recordándonos que los traumas psíquicos no se desvanecen, sino que permanecen latentes en quienes los han experimentado, mientras el mundo sigue girando indiferente.

Otro ejemplo brillante de su capacidad para explorar la relación entre cuerpo, mente y sociedad es su novela La vegetariana, en la que investiga la conexión entre el cuerpo físico y las estructuras psíquicas, adentrándose en los límites de la razón y el deseo. La protagonista, Yeong-hye, decide dejar de comer carne, lo que desencadena un proceso de enajenación radical que tiene consecuencias devastadoras para ella y sus mundos. Productos también de su imaginario. ¿porque cuál es nuestro mundo? La trama se adentra en terrenos delicados: la salud mental, la fragilidad de la psique, y las expectativas sociales sobre el cuerpo y la feminidad. En esta obra, Han Kang se pregunta: “¿Hasta qué punto podemos controlar nuestro cuerpo? ¿Y qué sucede cuando decidimos romper con las normas impuestas por el entorno?”. La vegetariana es un relato sobre la relación entre el cuerpo y el alma, un territorio que la autora explora con una intensidad subversivo, y por ello siempre fascinante.

Lo cierto es que, tanto en Actos humanos como en La vegetariana, Han Kang desvela una verdad incómoda de la condición humana. Aparece sin disimulo la constante lucha entre la vida y la muerte, el poder y la impotencia, la razón y la locura. Son historias que no dejan indiferente, que incomodan y sacuden, apestan, porque nos invitan a mirar de frente a los abismos que preferimos evitar. En palabras de la propia autora: “Escribo para enfrentar las verdades que no puedo ignorar, incluso cuando quisiera”.

Este Nobel a Han Kang no es solo un reconocimiento a la belleza de su prosa, sino una celebración de su capacidad para dar testimonio del dolor y la fragilidad humana, para confrontarnos con las heridas de la historia y de nuestras propias vidas. En un mundo que corre hacia lo superficial, la literatura de Han Kang nos invita a detenernos y reflexionar sobre los traumas que nos configuran. ¿Qué significa ser humano cuando el sufrimiento es inevitable?

Han Kang ha logrado, con su escritura, dar voz a los silencios, iluminar las sombras y recordarnos que, aunque los traumas colectivos e individuales puedan ser incómodos de recordar, son parte fundamental de nuestra existencia, que hay trascender para vivir o morir en el intento. Este Nobel es más que merecido, es necesario, porque nos recuerda que la literatura tiene el poder de hacer visible lo que preferimos ocultar.

La obra de Han Kang nos interpela en lo más profundo: ¿Cómo enfrentamos el dolor, tanto individual como colectivo? ¿Qué hacemos con los traumas que no pueden ser sanados por el paso del tiempo? En una época donde la velocidad y la superficialidad parecen gobernar nuestras vidas, su literatura es una llamada a la introspección, a la valentía de mirar dentro de nosotros mismos y de nuestra historia. Este Nobel también nos recuerda que la verdadera grandeza literaria no radica solo en el estilo o la forma, sino en su capacidad para conectar con las fibras más sensibles de la experiencia humana.

La verdad sea dicha, no suelo dejarme llevar por las emociones pasajeras de los lectores entusiastas ni por las opiniones de especialistas de última hora que aparecen a la velocidad de un clic. No leo literatura por moda ni por obligación; entre otras razones, porque mi labor cotidiana está profundamente relacionada con la lectura y la escritura, y prefiero mantenerme al margen de las corrientes que otorgan un falso brillo a lo que, en esencia, debería ser una búsqueda íntima y personal del pensamiento.

Sin embargo, este jueves me sorprendió la noticia de que el Premio Nobel de Literatura 2024 fue otorgado primera mujer asiática: la surcoreana Han Kang. Lo que es una oportunidad hablar del pequeño ángulo que conozco de su obra especialmente en su tratamiento del dolor, la historia, los saberes de la psique y la fragilidad humana vistos y usados desde la literatura. ¿Pues no todo lo que hacemos son actos humanos?

La Academia Sueca le confirió el Nobel "por su intensa prosa poética que se enfrenta a traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana". Han Kang, en sus textos que he leído, aunque muy pocos, desvela con crudeza el sufrimiento humano y explora con profundidad los dilemas existenciales. Hay dos grandes ejes en su obra que me resultan fascinantes: el psicoanálisis y la reconstrucción histórica. Su narrativa, cargada de simbolismo y violencia emocional, no se limita a contar una historia; penetra las entrañas del dolor, tanto individual como colectivo, reflejando los excesos del poder y las cicatrices que deja en quienes lo padecen.

Un ejemplo claro de su maestría es Actos humanos, una novela que explora uno de los episodios más oscuros de la historia reciente de Corea del Sur: la masacre de Gwangju. En mayo de 1980, el ejército reprimió brutalmente una revuelta estudiantil en la ciudad natal de Han Kang, dejando más de dos mil muertos en apenas cinco días. El general Chun Doo-hwan, quien había llegado al poder tras un golpe militar en 1979, fue responsable de esta violencia. Este traumático evento es el núcleo de Actos humanos, donde Han Kang no solo relata los hechos históricos, sino que profundiza en las secuelas psíquicas que este episodio dejó en su generación y en las posteriores. Su enfoque literario permite explorar las consecuencias a largo plazo de aquella violencia: la tristeza, la melancolía, la rabia y la locura que impregnan las vidas de los sobrevivientes y de aquellos que crecieron en un país marcado por un trauma colectivo.

Lo impactante de Actos humanos no reside únicamente en la descripción del horror externo de la masacre, sino en su exploración íntima de la vulnerabilidad del ser humano frente al poder desmedido. Como la propia Han Kang expresó: “¿Qué hace que los cuerpos se levanten, a pesar de la muerte? ¿Qué impulsa a los cuerpos muertos a levantarse y seguir caminando, aun después de haber sido asesinados? Y, lo más importante, ¿qué relación tienen estos cuerpos con los vivos que los miran desde afuera?”. Estas preguntas, que atraviesan la novela, se reflejan en personajes que transitan entre el presente y el pasado, buscando entender lo inentendible: la muerte injusta y el dolor que no desaparece.

Han Kang también invita a reflexionar sobre aquellos espacios que la sociedad niega a los traumas, esos rincones oscuros donde los dolores de la psique no encuentran expresión. En Actos humanos, la autora logra dar voz a lo reprimido, a aquello que no puede ser dicho abiertamente en una sociedad que, al igual que tantas otras, prefiere avanzar sin detenerse en sus heridas más profundas. “El dolor físico es finito, pero el dolor mental es infinito”, escribe Han Kang, recordándonos que los traumas psíquicos no se desvanecen, sino que permanecen latentes en quienes los han experimentado, mientras el mundo sigue girando indiferente.

Otro ejemplo brillante de su capacidad para explorar la relación entre cuerpo, mente y sociedad es su novela La vegetariana, en la que investiga la conexión entre el cuerpo físico y las estructuras psíquicas, adentrándose en los límites de la razón y el deseo. La protagonista, Yeong-hye, decide dejar de comer carne, lo que desencadena un proceso de enajenación radical que tiene consecuencias devastadoras para ella y sus mundos. Productos también de su imaginario. ¿porque cuál es nuestro mundo? La trama se adentra en terrenos delicados: la salud mental, la fragilidad de la psique, y las expectativas sociales sobre el cuerpo y la feminidad. En esta obra, Han Kang se pregunta: “¿Hasta qué punto podemos controlar nuestro cuerpo? ¿Y qué sucede cuando decidimos romper con las normas impuestas por el entorno?”. La vegetariana es un relato sobre la relación entre el cuerpo y el alma, un territorio que la autora explora con una intensidad subversivo, y por ello siempre fascinante.

Lo cierto es que, tanto en Actos humanos como en La vegetariana, Han Kang desvela una verdad incómoda de la condición humana. Aparece sin disimulo la constante lucha entre la vida y la muerte, el poder y la impotencia, la razón y la locura. Son historias que no dejan indiferente, que incomodan y sacuden, apestan, porque nos invitan a mirar de frente a los abismos que preferimos evitar. En palabras de la propia autora: “Escribo para enfrentar las verdades que no puedo ignorar, incluso cuando quisiera”.

Este Nobel a Han Kang no es solo un reconocimiento a la belleza de su prosa, sino una celebración de su capacidad para dar testimonio del dolor y la fragilidad humana, para confrontarnos con las heridas de la historia y de nuestras propias vidas. En un mundo que corre hacia lo superficial, la literatura de Han Kang nos invita a detenernos y reflexionar sobre los traumas que nos configuran. ¿Qué significa ser humano cuando el sufrimiento es inevitable?

Han Kang ha logrado, con su escritura, dar voz a los silencios, iluminar las sombras y recordarnos que, aunque los traumas colectivos e individuales puedan ser incómodos de recordar, son parte fundamental de nuestra existencia, que hay trascender para vivir o morir en el intento. Este Nobel es más que merecido, es necesario, porque nos recuerda que la literatura tiene el poder de hacer visible lo que preferimos ocultar.

La obra de Han Kang nos interpela en lo más profundo: ¿Cómo enfrentamos el dolor, tanto individual como colectivo? ¿Qué hacemos con los traumas que no pueden ser sanados por el paso del tiempo? En una época donde la velocidad y la superficialidad parecen gobernar nuestras vidas, su literatura es una llamada a la introspección, a la valentía de mirar dentro de nosotros mismos y de nuestra historia. Este Nobel también nos recuerda que la verdadera grandeza literaria no radica solo en el estilo o la forma, sino en su capacidad para conectar con las fibras más sensibles de la experiencia humana.