El Día de Muertos se ha convertido en muy pocos años en una celebración de alcance mundial. Sus raíces en la cosmovisión prehispánica basada en la muerte como una continuidad, una celebración de una vida en tránsito y del recuerdo hacen del Día de Muertos una tradición esencia de la mexicanidad que ha logrado resistir a los procesos de colonización.
En 2003, fue reconocido Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO a solicitud del Gobierno de México, uno de los elementos responsables de un fenómeno de atracción global con efectos discutibles.
La investigadora Georgina Flores Mercado, alerta sobre los riesgos y consecuencias no deseadas de la “patrimonialización” como la comercialización excesiva, la “exotización” y la pérdida de autenticidad como distorsión de la complejidad cultural, la centralización turística y las desigualdades entre territorios o la pérdida de control y autonomía cultural de las poblaciones sobre sus prácticas culturales.
En 2015, la película de James Bond: Spectre pone en escena un desfile de muertos en el Zócalo capitalino inspirado en la celebración mexicana y en la gráfica del ilustrador José Guadalupe Posada. En 2017, la película animada Coco refrenda su difusión global como un homenaje sensible a la importancia de la memoria familiar.
El hecho de que el Gobierno de la Ciudad de México haya institucionalizado el desfile de muertos junto con una amplia oferta cultural para el Día de Muertos, ha sido una herramienta de soft power poderosa para la economía local y la proyección de la identidad mexicana en el mundo. Se estima una atracción de cerca de 1.5 millones de personas generando miles de empleos, una derrama económica de al menos 13 mil 121 millones de pesos con índices de ocupación hotelera del 90%. En otras localidades, como Pátzcuaro (59 mil habitantes) o de Janitzio (2 mil habitantes), las poblaciones reciben hasta 300 mil turistas durante esa temporada. Lo mismo en Mixquic.
¿Cómo han sido retribuidas las distintas poblaciones, comunidades locales y México por ese “éxito” mundial? ¿Cuál es el costo para quienes han perpetrado esas tradiciones ancestrales? ¿Es positiva la mercantilización masiva del Día de Muertos?
Frente a la lógica de mercado dominante el Estado Mexicano tiene la responsabilidad de escuchar a las comunidades locales quienes han manifestado su molestia. Se deben detonar políticas públicas y legislativas que mitiguen los efectos negativos de esta turistificación de masas (o incluso se habla de “disneyficación”) que convierte costumbres ancestrales en dinámicas de consumo. Inflación, problemas de movilidad, de residuos, de contaminación, homogeneización cultural, pérdida de identidad cultural, han sido señalados.
Limitar número de visitantes, cobrar la entrada a turistas a comunidades para generar fondos de apoyo local comunitario, programas de turismo social y más sustentables, otorgar un apoyo económico a las comunidades que mantienen vivos esos patrimonios reconocidos, descentralizar la oferta turística: pueden ser unas de las ideas que deben ser conversadas entre poblaciones, organizaciones y Estado siempre poniendo primero el bienestar social y ambiental de la colectividad por encima de los intereses económicos privados.