/ martes 20 de agosto de 2024

¿Qué tan caliente es demasiado caliente? Nuevos límites a la supervivencia al calor

Entre 2000 y 2019 más de cinco millones de personas murieron prematuramente por exposición a temperaturas extremas, nueve de cada diez casos por frío. Sin embargo, la tendencia al calentamiento global provocado por la quema indiscriminada de combustibles fósiles ha incrementado radicalmente la duración e intensidad de las olas de calor, por lo que esta relación tenderá a cambiar en los próximos años hasta niveles realmente alarmantes.

Una de las proyecciones presentadas en el portal Our World in Data indica que, para 2050, alrededor de 14 millones de personas morirán cada año por exposición a altas temperaturas, sobre todo personas de más de 65 años de edad, quienes tienen un 25% más probabilidad de morir durante una ola de calor que una más joven. Una de las razones fisiológicas para esta vulnerabilidad proviene de que conforme envejecemos sudamos menos, con lo que perdemos uno de los mecanismos más efectivos para el control de la temperatura corporal.

A pesar de que el fenómeno climático es global, los países más pobres serán los más afectados no solamente por que se encuentran en la franja tropical, lo que extiende la duración de la temporada de calor comparado con otras latitudes, sino porque lo débil de su economía les impedirá implementar medidas efectivas de contención.

Entre las condiciones más útiles para prevenir la muerte por exposición prolongada al calor es la utilización de aire acondicionado. Países como Francia o Inglaterra que no suelen instalar estos equipos tienen un riesgo de muerte por calor más alto que países como Japón o Estados Unidos, que sí lo hacen. Otras medidas útiles son la implementación de diseños bioclimáticos en las construcciones y, por supuesto, la correcta hidratación.


Entre las observaciones más interesantes sobre las muertes por calor es que no se trata solamente de la exposición a temperaturas extremas sino de la exposición prolongada a temperaturas más altas de lo que estamos acostumbrados. Estos datos han obligado a los expertos a replantear hasta que temperatura puede estar expuesta una persona antes de sufrir daño.

Un grupo de investigación en Australia liderado por Ollie Jay realizó recientemente numerosos experimentos de tolerancia al calor con voluntarios de diferentes edades incluyendo mujeres embarazadas, quienes fueron sometidos a cambios graduales de temperatura hacia abajo hasta 5 grados centígrados o hacia arriba, hasta 55 grados centígrados, por diferentes tiempos y con diferentes niveles de humedad.

Las condiciones físicas de los voluntarios fueron monitoreadas en tiempo real mientras realizaban diferentes actividades durante el experimento incluyendo comer, dormir, trabajar o ejercitarse. Con estos datos actualizaron los valores previamente establecidos para lo que se conoce como temperatura de bulbo húmedo y que refleja la temperatura a la cual una persona joven y sana moriría después de seis horas de exposición.

En contraste con estudios anteriores, el valor obtenido como el límite para la supervivencia de los humanos fue de solamente 31 grados centígrados, cuatro grados por debajo del valor previamente reconocido. Una temperatura a la cual estuvimos expuestos este año durante más de seis semanas continuas.

Aunque la tolerancia al calor varía entre personas y podemos desarrollar cierta adaptación, la intensidad y extensión de las recientes olas de calor está despertando preocupación en el medio científico. Lo deseable es que esta preocupación se extienda a la sociedad y a las esferas de gobierno también, ya que son quienes pueden implementar medidas efectivas para evitar la muerte prematura de cientos de miles de personas cada año.

Por lo pronto, cada quien y en función de sus recursos deberá ir considerando incorporar medidas preventivas para la próxima temporada de calor como son usar ropa holgada de colores claros y fibras naturales, sombreros o sombrillas para evitar la exposición directa al sol, la instalación de aires acondicionados en áreas de trabajo y domicilios o al menos de enfriadores por aspersión de microgotas de agua, así como desarrollar el hábito de una correcta hidratación con agua o sueros y no con refrescos, porque todo indica que el próximo año será más caluroso que el que estamos viviendo.

Entre 2000 y 2019 más de cinco millones de personas murieron prematuramente por exposición a temperaturas extremas, nueve de cada diez casos por frío. Sin embargo, la tendencia al calentamiento global provocado por la quema indiscriminada de combustibles fósiles ha incrementado radicalmente la duración e intensidad de las olas de calor, por lo que esta relación tenderá a cambiar en los próximos años hasta niveles realmente alarmantes.

Una de las proyecciones presentadas en el portal Our World in Data indica que, para 2050, alrededor de 14 millones de personas morirán cada año por exposición a altas temperaturas, sobre todo personas de más de 65 años de edad, quienes tienen un 25% más probabilidad de morir durante una ola de calor que una más joven. Una de las razones fisiológicas para esta vulnerabilidad proviene de que conforme envejecemos sudamos menos, con lo que perdemos uno de los mecanismos más efectivos para el control de la temperatura corporal.

A pesar de que el fenómeno climático es global, los países más pobres serán los más afectados no solamente por que se encuentran en la franja tropical, lo que extiende la duración de la temporada de calor comparado con otras latitudes, sino porque lo débil de su economía les impedirá implementar medidas efectivas de contención.

Entre las condiciones más útiles para prevenir la muerte por exposición prolongada al calor es la utilización de aire acondicionado. Países como Francia o Inglaterra que no suelen instalar estos equipos tienen un riesgo de muerte por calor más alto que países como Japón o Estados Unidos, que sí lo hacen. Otras medidas útiles son la implementación de diseños bioclimáticos en las construcciones y, por supuesto, la correcta hidratación.


Entre las observaciones más interesantes sobre las muertes por calor es que no se trata solamente de la exposición a temperaturas extremas sino de la exposición prolongada a temperaturas más altas de lo que estamos acostumbrados. Estos datos han obligado a los expertos a replantear hasta que temperatura puede estar expuesta una persona antes de sufrir daño.

Un grupo de investigación en Australia liderado por Ollie Jay realizó recientemente numerosos experimentos de tolerancia al calor con voluntarios de diferentes edades incluyendo mujeres embarazadas, quienes fueron sometidos a cambios graduales de temperatura hacia abajo hasta 5 grados centígrados o hacia arriba, hasta 55 grados centígrados, por diferentes tiempos y con diferentes niveles de humedad.

Las condiciones físicas de los voluntarios fueron monitoreadas en tiempo real mientras realizaban diferentes actividades durante el experimento incluyendo comer, dormir, trabajar o ejercitarse. Con estos datos actualizaron los valores previamente establecidos para lo que se conoce como temperatura de bulbo húmedo y que refleja la temperatura a la cual una persona joven y sana moriría después de seis horas de exposición.

En contraste con estudios anteriores, el valor obtenido como el límite para la supervivencia de los humanos fue de solamente 31 grados centígrados, cuatro grados por debajo del valor previamente reconocido. Una temperatura a la cual estuvimos expuestos este año durante más de seis semanas continuas.

Aunque la tolerancia al calor varía entre personas y podemos desarrollar cierta adaptación, la intensidad y extensión de las recientes olas de calor está despertando preocupación en el medio científico. Lo deseable es que esta preocupación se extienda a la sociedad y a las esferas de gobierno también, ya que son quienes pueden implementar medidas efectivas para evitar la muerte prematura de cientos de miles de personas cada año.

Por lo pronto, cada quien y en función de sus recursos deberá ir considerando incorporar medidas preventivas para la próxima temporada de calor como son usar ropa holgada de colores claros y fibras naturales, sombreros o sombrillas para evitar la exposición directa al sol, la instalación de aires acondicionados en áreas de trabajo y domicilios o al menos de enfriadores por aspersión de microgotas de agua, así como desarrollar el hábito de una correcta hidratación con agua o sueros y no con refrescos, porque todo indica que el próximo año será más caluroso que el que estamos viviendo.