/ miércoles 3 de julio de 2024

¿Quién debe diseñar el transporte?

Una pregunta tan simple como quién debe diseñar el transporte merece una respuesta simple: el interés público, representado por el gobierno, a través de las instituciones de transporte público.

Esto puede llevar a dos tipos de soluciones: el diseño con la perspectiva de corto plazo o el diseño con la perspectiva de largo plazo. En algunas ciudades de América Latina se han hecho modernizaciones drásticas que transforman totalmente la movilidad en transporte público: Curitiba, Santiago de Chile, Bogotá, Cali, León. Son siempre historias difíciles pero con mejores resultados al final de cuentas.

La otra posibilidad es el ordenamiento de rutas, que es el modelo en el que nos encontramos desde la administración de Marcelo Ebrard. Paseo de la Reforma, Revolución, Periférico, entre otros corredores; cambiaron unidades y comenzaron a operar con un recaudo centralizado; ese modelo evolucionó a unos autobuses morados que operaban en unos cuantos ejes viales y que ahora están en una treintena de rutas. Hay una mejora, sin duda, pero no deja de ser un modelo mediocre: malos vehículos, mala operación, una cromática que desmerece el servicio de autobús.

Cuando me pregunto quién debe diseñar el transporte público me refiero justo al modelo de reemplazo de rutas de microbús por corredores de transporte que dejan mucho que desear. Hoy el transporte no está diseñado por autoridades que hayan utilizado los servicios que aspiran a modernizar. Para efectos prácticos, la transformación de las rutas en Ciudad de México está siendo planeada por los concesionarios a partir de lo que alcanzan a pagar.

Es decir, son los sujetos regulados los que diseñan sus propias rutas y no la autoridad. El regulador sometido al regulado, porque no alcanza para más y porque la aspiración no es que una buena ruta reemplace el uso del automóvil, sólo se trata de mejorar las condiciones de quienes ya usaban el transporte público pero que aspiran a algún día comprarse un auto. Así no se puede. El regulador no puede estar hincado frente al regulado, como lo está hoy la Secretaría de Movilidad.

Uno de los efectos de esta estrategia de instrumentar mejoras corredor por corredor es que los microbuses que están llegando a 35 años en operación seguirán circulando por las calles de la Ciudad de México. Serán cada vez menos, es cierto, pero también le costará más trabajo a la autoridad reemplazarlos, porque hoy estos vehículos ya no circulan tanto en avenidas como en las calles interiores de las 16 alcaldías, en una gran cantidad de rutas cuyo modelo financiero no da para los corredores de transporte.

Insisto, la Ciudad de México está atrapada en las limitaciones de un regulador que se cree visionario pero que está sometido ante quienes debe regular. La nueva Jefa de Gobierno, Clara Brugada, debe darse cuenta de que los microbuses fabricados el siglo pasado ya no deberían estar circulando; que no hay un solo corredor de transporte público que sirva de modelo para reproducirlo en el resto de avenidas, y que en el fondo, los tres tipos de servicio (el concesionado, el RTP y el trolebús) sirven para lo mismo y deberíamos caminar hacia su integración: con señalización de calidad, la misma cromática, vehículos cómodos y seguros, y una operación ejemplar. Estamos muy lejos de eso mientras la autoridad no entienda que el regulador es quien debe diseñar el transporte y no los transportistas.

Una pregunta tan simple como quién debe diseñar el transporte merece una respuesta simple: el interés público, representado por el gobierno, a través de las instituciones de transporte público.

Esto puede llevar a dos tipos de soluciones: el diseño con la perspectiva de corto plazo o el diseño con la perspectiva de largo plazo. En algunas ciudades de América Latina se han hecho modernizaciones drásticas que transforman totalmente la movilidad en transporte público: Curitiba, Santiago de Chile, Bogotá, Cali, León. Son siempre historias difíciles pero con mejores resultados al final de cuentas.

La otra posibilidad es el ordenamiento de rutas, que es el modelo en el que nos encontramos desde la administración de Marcelo Ebrard. Paseo de la Reforma, Revolución, Periférico, entre otros corredores; cambiaron unidades y comenzaron a operar con un recaudo centralizado; ese modelo evolucionó a unos autobuses morados que operaban en unos cuantos ejes viales y que ahora están en una treintena de rutas. Hay una mejora, sin duda, pero no deja de ser un modelo mediocre: malos vehículos, mala operación, una cromática que desmerece el servicio de autobús.

Cuando me pregunto quién debe diseñar el transporte público me refiero justo al modelo de reemplazo de rutas de microbús por corredores de transporte que dejan mucho que desear. Hoy el transporte no está diseñado por autoridades que hayan utilizado los servicios que aspiran a modernizar. Para efectos prácticos, la transformación de las rutas en Ciudad de México está siendo planeada por los concesionarios a partir de lo que alcanzan a pagar.

Es decir, son los sujetos regulados los que diseñan sus propias rutas y no la autoridad. El regulador sometido al regulado, porque no alcanza para más y porque la aspiración no es que una buena ruta reemplace el uso del automóvil, sólo se trata de mejorar las condiciones de quienes ya usaban el transporte público pero que aspiran a algún día comprarse un auto. Así no se puede. El regulador no puede estar hincado frente al regulado, como lo está hoy la Secretaría de Movilidad.

Uno de los efectos de esta estrategia de instrumentar mejoras corredor por corredor es que los microbuses que están llegando a 35 años en operación seguirán circulando por las calles de la Ciudad de México. Serán cada vez menos, es cierto, pero también le costará más trabajo a la autoridad reemplazarlos, porque hoy estos vehículos ya no circulan tanto en avenidas como en las calles interiores de las 16 alcaldías, en una gran cantidad de rutas cuyo modelo financiero no da para los corredores de transporte.

Insisto, la Ciudad de México está atrapada en las limitaciones de un regulador que se cree visionario pero que está sometido ante quienes debe regular. La nueva Jefa de Gobierno, Clara Brugada, debe darse cuenta de que los microbuses fabricados el siglo pasado ya no deberían estar circulando; que no hay un solo corredor de transporte público que sirva de modelo para reproducirlo en el resto de avenidas, y que en el fondo, los tres tipos de servicio (el concesionado, el RTP y el trolebús) sirven para lo mismo y deberíamos caminar hacia su integración: con señalización de calidad, la misma cromática, vehículos cómodos y seguros, y una operación ejemplar. Estamos muy lejos de eso mientras la autoridad no entienda que el regulador es quien debe diseñar el transporte y no los transportistas.

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