Más allá del ruido y la propaganda, nadie se cuenta mentiras en el círculo duro de cada una de las campañas, tampoco en Palacio. Sus estudios de opinión, más intensivos y profundos de los que difunden al público, adelantan escenarios complejos para el día siguiente de la gigantesca elección del próximo domingo.
Un padrón más robusto, proyecciones de participación ciudadana por encima de los promedios históricos y las muy numerosas candidaturas por coalición, a uno y otro lado de la contienda, perfilan un choque virtualmente entre dos bloques únicos en los espacios más importantes, en particular la Presidencia, el Congreso federal, la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México y las gubernaturas que serán más competidas.
Estas proyecciones finales sobre las que se trazan las estrategias para el preciso día las votaciones, prevén un triunfo de Claudia Sheinbaum, aspirante presidencial del oficialismo, pero con un margen mucho más justo de lo que han anticipado sus pregoneros y las mañaneras del presidente López Obrador. Anticipan asimismo el dominio, en algunos casos muy apretado, de abanderados opositores en al menos tres estados que renovarán gubernatura: Guanajuato, Yucatán y Jalisco, y resultados inciertos en dos más: Veracruz y Morelos.
Puebla, Tabasco y Chiapas serían conservados por Morena y sus partidos satélites. Las estimaciones sobre la ciudad de México se inclinan en favor de la aspirante oficial, Clara Brugada, pero según los reportes consultados, tal condición puede mostrar fragilidad si la votación alcanza o supera el 70% de participación o si las querellas legales sobre su campaña no son correctamente desahogadas en tribunales. El enorme número de puestos en disputa y una cifra sin precedentes de querellas legales desde todos los polos, ejercerán una presión brutal sobre los árbitros electorales: el INE que encabeza Guadalupe Taddei, y el tribunal federal electoral, presidido por Mónica Soto. Se trata de dos entidades que han estado sometidas a convulsiones internas, las cuales aflorarán nuevamente en las acres fechas posteriores a los comicios, según estimaciones gubernamentales, partidistas y de misiones internacionales que observan desde ahora el proceso. El periodo reclamará no sólo buenos abogados, sino negociadores profesionales.
La atención de los estrategas partidistas y de Palacio se concentra en la batalla por la Presidencia, así como en las 628 posiciones que conformarán las nuevas legislaturas en San Lázaro y el Senado. Los gobiernos estatales y de la capital del país captan una segunda prioridad. Y todos los días se mantiene el pulso de poco más de 100 alcaldías -entre las más de 1,800 que serán renovadas-, porque serán donde se dirima quién gana y quién no el poder real en el país.
Los equipos centrales de Claudia Sheinbaum han tomado nota del carácter casi fetiche otorgado por Palacio a las cifras con las que se espera que triunfe la exgobernante capitalina. López Obrador ha estimado que la doctora Sheinbaum concentrará 35 millones de votos. Lo calcula con base en el crecimiento del padrón, que en 2018, cuando el triunfo del tabasqueño sumó 89 millones de ciudadanos registrados, y este 2024 asciende a 98 millones de potenciales electores.
López Obrador ganó, en 2018, 30 millones de sufragios, o 53% de los votos emitidos, con 63% de participación. Pero el voto favorable a sus contrarios se dispersó entre cuatro: el panista Ricardo Anaya (27% del total), el priísta José Antonio Meade (16%) y el independiente Jaime “El Bronco” Rodríguez (5.23%). Ese escenario no se repetirá. Si se tuviera el mismo porcentaje de participación y aun si Sheinbaum tuviera el mismo 53%, alcanzaría 32 millones de sufragios.
No obstante, una colección de proyecciones más rigurosas y atentas a distintas variables, llevan la cifra notablemente por debajo aun de este último número. En algunos días lo sabremos en los hechos. No vivirá mucho quien no lo vea.