Dos hechos alarmantes: una es la nota que informa que obispos y sacerdotes católicos se han reunido con capos de cárteles contrarios para buscar acuerdos que pongan fin a la violencia que aqueja a Guerrero, y a Michoacán. Buscan apagar los fuegos que el gobierno no quiere apagar, dice el obispo emérito de Chilpancingo.
El otro hecho es la imagen de niñas y niños portando armas de la policía comunitaria de Ayahualtempa, Guerrero, como reacción a los asesinatos de sus padres y porque tienen que cuidar sus pocas pertenencias. Ambos hechos son evidencia de un Estado fallido.
El Presidente en lugar de justificar los esfuerzos de sacerdotes y decir que está bien que busquen acuerdos con los cárteles poniendo en riesgo sus vidas, debería avergonzarse, porque en realidad es una crítica a su incapacidad como gobernante. En el caso de las niñas y niños, ha hecho mutis.
Desde que asumió la Presidencia debió garantizar la seguridad pública como función fundamental del Estado. La evaluación de su mandato es fatal: no está salvaguardando la vida, ni las libertades, ni la integridad ni el patrimonio de las personas. Ha incumplido con preservar el orden público; no hay paz social a pesar de que cuenta con una Guardia Nacional con más de 128 mil elementos.
Está llegando la hora de rendir cuentas, ya se le acabó el sexenio. Quiso ser presidente para construir un aeropuerto que no sirve, un tren que en realidad es un ecocidio, una refinería con altos costos económicos y medioambientales, rescatar absurdamente a Pemex que es un barril sin fondo. Ahí se le fue el erario público y de una deuda externa absurda; porque además dejó de comprar medicinas creando una crisis humanitaria. Tuvo mayorías en las cámaras del Congreso, sus diputadas y diputados le aprobaron sin chistar y cabizbajos recursos del Presupuesto de Egresos de la Federación para sus caprichos; todas y todos asumieron su orden, porque es un honor estar con Obrador. ¡Basta! Tenemos que rectificar el rumbo.
No es la primera ocasión que el pueblo mexicano ha actuado con ímpetu y valor para remontar a los malos gobiernos. La guerra de Independencia, las locuras de López de Santa Anna y la pérdida de la mitad del país. El declive que derivó en el empoderamiento de los conservadores y la llegada del emperador francés. En el siglo XIX tuvimos un pequeño respiro para instaurar las grandes reformas liberales hacia la reconstrucción de una república. Pero hubo un retroceso con la dictadura porfirista. Con ímpetu y valor llegó la Revolución y la Constitución del 17. Terminamos el siglo XX con el voto de las mujeres, sin duda una brisa de agua fresca.
Exigimos con ímpetu y valor elecciones libres y limpias, el respeto a la pluralidad y a los derechos humanos, así llegamos al siglo XXI.
Este gobierno pasará a la historia como inepto y malévolo. La lista de los errores ya tienen connotación de crímenes de lesa humanidad. Incompetente para asegurar el libre y seguro tránsito por los espacios públicos y la seguridad en los ámbitos privados: particularmente nunca le interesó la seguridad y la vida de las mujeres.
Hoy nuevamente estamos frente a un dilema de trascendencia histórica. Sólo hay dos caminos: la continuidad de la desgracia e incompetencia, de la violencia contra la ciudadanía indefensa; o tocamos fondo y asumimos el reto con ímpetu y valor, y en junio vamos por el rescate de la Presidencia. Ese reto nos lleva a Xóchitl Gálvez.
Defensora de derechos humanos