por Erick Fernández
Terminó el “Super Martes” en Estados Unidos con algunas certezas y dudas que aderezan el proceso electoral de cara a los comicios de noviembre próximo.
Certeza de la fuerza de Donald Trump en catorce de los quince estados donde compitió, lo que habla de una base creciente de votantes convencidos de sus desplantes, de su desaprobación a la ley y del encono a todo lo que suene a migración.
Certeza de que Joe Biden no tiene rival entre los demócratas aunque su principal contendiente al interior del Partido es él mismo, derivado de sus políticas en el exterior y de la percepción negativa de su desempeño y de su condición física y mental.
Dudas con Trump para entender qué efectos tendrá en las próximas semanas tras la larga lista de acusaciones, demandas y cargos en diversos tribunales y si esta exposición judicial mermará su camino a la candidatura.
Dudas con Biden si las decisiones políticas -en el caso del apoyo incondicional a Israel o el costo de su colaboración militar al régimen de Zelensky en Ucrania- le restarán más simpatizantes.
Certeza de que Nikki Haley, la precandidata republicana, de suspender su campaña tras ganar apenas dos estados (Distrito de Columbia y Vermont) y su decisión le deja abierto el camino a Trump para obtener la nominación del Partido Republicano pero la duda del destino de los votos de sus seguidores de la exgobernadora de Carolina del Sur.
Certezas tras la jornada del martes, atestiguaremos una fase de ataques personales entre Biden y Trump y la aparición de posiciones enfrentadas en temas tan urgentes como la migración.
Biden tendrá una de las últimas oportunidades para marcar su presencia ante sus posibles. Este jueves en el llamado Estado de la Unión, un mensaje para la ciudadanía, los políticos y la opinión pública mundial para promover sus avances en la administración marcará su futuro de corto plazo en la política electoral de los Estados Unidos