Es una realidad que la escasez de agua requiere una atención urgente. Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU) las sequías se duplicarán para 2050. Esto amenaza la disponibilidad y calidad del agua. México ya enfrenta grandes retos ante la falta del vital líquido. En las últimas décadas las sequías se han intensificado, principalmente en las regiones norte y centro.
El cambio climático, el aumento de la demanda, la sobreexplotación, la deforestación, el manejo y uso deficiente del agua están propiciando condiciones preocupantes de escasez en varias zonas del país y haciéndose cada vez más generalizado el problema.
Señala el meteorológico nacional que en México la escasez de agua cubre más del 90% de nuestro territorio. Tal sequía amenaza los cultivos de varias regiones. En Sinaloa, por ejemplo, la escasez de lluvia limita la siembra del 30 o 40% de la superficie agrícola. También ya hay impactos en otras entidades, sobre todo en las zonas de temporal, donde los cultivos por la falta de agua no se han podido desarrollar, por lo que se espera un aumento en las importaciones de algunos granos y oleaginosas y una mayor dependencia del exterior.
Si bien es cierto que estos impactos negativos en la producción de alimentos no son obra del gobierno, la realidad es que se ha dejado de invertir de manera importante en infraestructura hidráulica, en tratamiento, captación y conducción de agua y no se ha actuado de manera preventiva para evitar lo que hoy estamos viviendo.
Como bien se sabe, más del 70% del agua dulce disponible en México y en el mundo es utilizada en la agricultura, en la producción de alimentos. Logramos tecnificar una buena parte de nuestra superficie con apoyos y financiamiento a pequeños y medianos productores y si a eso se sumaran acciones como el tratamiento de aguas en las ciudades, mejoramiento de las redes de distribución y conducción e inversión en obras de captación, podríamos garantizar el abasto de agua para todos los usos: urbano, industrial y agropecuario.
Se requiere de un Plan Nacional Hidro Agroalimentario, con una visión de mediano y largo plazo, con acciones muy concretas, que contemple la inversión pública y privada y que pueda resolver de una vez por todas la escasez de agua.
Por otro lado, tenemos escasez de recursos hacia el campo, programas enfocados a muy pequeños productores, que son más asistenciales y clientelares pero que no buscan cómo elevar la productividad y eficientar sus procesos productivos.
Uno de los objetivos que el Ejecutivo federal ha señalado es lograr la autosuficiencia alimentaria en algunos productos básicos, como el caso del maíz, frijol, arroz, trigo y algunos otros productos cárnicos y derivados del sector pecuario, como la leche y el huevo. La realidad es que estamos importando en términos generales más de lo que importábamos antes. Por ejemplo, de maiz, en 2022 importamos poco más de 17 millones de toneladas; este año se estima que esta cifra crecerá en al menos otras 2 millones de toneladas.
En lo que va de este sexenio los recursos para la Secretaría de Agricultura se han reducido en un -3.1% pasando de 76,476 millones de pesos en el 2018 a 74,110 mdp que es lo proyectado para el 2024. Es importante señalar que en el 2015 se tuvo el mayor presupuesto para el campo que fue de poco más de 92 mil millones; desafortunadamente muchos de los programas que existían para capitalizarlo desaparecieron, programas que daban certidumbre a las y los productores desaparecieron, programas para tecnificación del riego, para la adquisición de maquinaria, apoyos a la comercialización, compra de coberturas, programas para incentivar el financiamiento hacia el sector, entre otros.
Es urgente una nueva política pública integral, que refleje realmente la importancia que tienen las y los productores agroalimentarios; la importancia y la prioridad que debe tener la producción de alimentos mediante el uso más eficiente de los recursos naturales y el cuidado del medio ambiente.
Director General del Consejo Nacional Agropecuario