/ viernes 5 de abril de 2024

Sin infancias seguras no hay paz 

Por Samantha Reyes

“El valor de una sociedad se mide por cómo trata a sus miembros más vulnerables” es una frase originalmente de Mahatma Gandhi, pero ha sido utilizada por políticos, filósofos y organizaciones a lo largo del tiempo.

Este sentir puede aplicar a diferentes grupos vulnerables, pero el más claro ejemplo son los niños y las niñas. Recientemente se viralizó un documental que expone el abuso sexual y acoso que muchos menores sufrieron mientras trabajaban en Nickelodeon; esto causó revuelo, pero desafortunadamente no es sorpresa para nadie.

Las infancias vulneradas a manos de depredadores son comunes en Estados Unidos, México y el mundo. De acuerdo con la Organización Panamericana de Salud, 1 de cada 2 niñxs de entre 2-17 años sufren algún tipo de violencia a nivel mundial; y se estima que en Latinoamérica aproximadamente 58% de lxs niñxs sufren abuso ya sea sexual, físico o emocional.

En una sociedad sana este tipo de estadísticas no tienen cabida, pero estamos lejos de serlo. El crecimiento de las redes sociales ha dado un nuevo auge al lucro con menores, se han hecho prevalentes cuentas que publican a niños y niñas para el entretenimiento de extraños y lo mas desafortunado es que detrás de la cámara están generalmente los padres y madres de los menores.

La violencia y abuso infantil tiene diferentes grados, puede ir desde cosas aparentemente inocentes como un video en una red social a cambio de “likes” o dinero, y puede escalar a abuso directo o incluso a asesinato.

En México existen innumerables casos que ejemplifican esto; tan solo la semana pasada una niña pequeña fue asesinada por dinero y a manos de alguien en quien confiaba, la falta de respuesta del Estado llevó a un linchamiento popular de la presunta responsable y el ciclo de violencia se sigue repitiendo, arrastrando a los más vulnerables consigo.

Una sociedad que no protege a sus menores no puede ser pacífica. Es primordial seguir hablando estos temas y exigir a las autoridades que cumplan con su función más básica: proteger a los vulnerables.

La impunidad, la normalización de la violencia y la falta de acción colectiva nos han permitido llegar a este punto. Esta no es una cuestión de fronteras o intereses políticos, es un tema que debemos atender y erradicar como sociedad en general; de lo contrario, cualquier intento por tener paz es y seguirá siendo inútil.

Por Samantha Reyes

“El valor de una sociedad se mide por cómo trata a sus miembros más vulnerables” es una frase originalmente de Mahatma Gandhi, pero ha sido utilizada por políticos, filósofos y organizaciones a lo largo del tiempo.

Este sentir puede aplicar a diferentes grupos vulnerables, pero el más claro ejemplo son los niños y las niñas. Recientemente se viralizó un documental que expone el abuso sexual y acoso que muchos menores sufrieron mientras trabajaban en Nickelodeon; esto causó revuelo, pero desafortunadamente no es sorpresa para nadie.

Las infancias vulneradas a manos de depredadores son comunes en Estados Unidos, México y el mundo. De acuerdo con la Organización Panamericana de Salud, 1 de cada 2 niñxs de entre 2-17 años sufren algún tipo de violencia a nivel mundial; y se estima que en Latinoamérica aproximadamente 58% de lxs niñxs sufren abuso ya sea sexual, físico o emocional.

En una sociedad sana este tipo de estadísticas no tienen cabida, pero estamos lejos de serlo. El crecimiento de las redes sociales ha dado un nuevo auge al lucro con menores, se han hecho prevalentes cuentas que publican a niños y niñas para el entretenimiento de extraños y lo mas desafortunado es que detrás de la cámara están generalmente los padres y madres de los menores.

La violencia y abuso infantil tiene diferentes grados, puede ir desde cosas aparentemente inocentes como un video en una red social a cambio de “likes” o dinero, y puede escalar a abuso directo o incluso a asesinato.

En México existen innumerables casos que ejemplifican esto; tan solo la semana pasada una niña pequeña fue asesinada por dinero y a manos de alguien en quien confiaba, la falta de respuesta del Estado llevó a un linchamiento popular de la presunta responsable y el ciclo de violencia se sigue repitiendo, arrastrando a los más vulnerables consigo.

Una sociedad que no protege a sus menores no puede ser pacífica. Es primordial seguir hablando estos temas y exigir a las autoridades que cumplan con su función más básica: proteger a los vulnerables.

La impunidad, la normalización de la violencia y la falta de acción colectiva nos han permitido llegar a este punto. Esta no es una cuestión de fronteras o intereses políticos, es un tema que debemos atender y erradicar como sociedad en general; de lo contrario, cualquier intento por tener paz es y seguirá siendo inútil.