La Presidenta Sheinbaum dijo que Trump le preguntó si en México había problema de consumo de fentanillo, a lo que ella le contestó que realmente muy poco, y Trump pregunta por qué y ella revira que por dos temas: “porque las familias mexicanas nos cuidamos entre nosotros, somos muy unidas entre las familias y nos protegemos”, y además por la “exitosa campaña” masiva del presidente López Obrador en las escuelas y medios de comunicación de que el fentanillo mata; la Presidenta dijo que a Trump le interesó muchísimo estas estrategias.
No es la primera vez que un presidente norteamericano presiona a México por el tema de drogas. Nixon endureció la revisión hacia EU para detectar el trasiego de drogas, y obligó a Echeverría a implementar un operativo policial en lo que se conoce como el triángulo dorado donde imperaba el cultivo de mariguana y amapola. Esa, y otras guerras contra las drogas, han fracasado; al igual que las campañas publicitarias para prevenir el consumo.
Hoy no sólo el triángulo dorado sigue siendo productor y traficante, el narco está asentado en todo el país, porque México también es consumidor, y no existe una política de reconstrucción del tejido social para las y los jóvenes, a quienes se criminaliza y discrimina, como en EU.
El narco es un poder trasnacional; policías, militares y políticos encuentran un campo de corrupción por las enormes ganancias obtenidas por el crecimiento del consumo. Pero en EU las drogas sintéticas, incluido el fentanilo provocan el 70% de muertes por sobredosis.
Urgen respuestas que vayan minimizando tanto los daños a la salud de quienes son consumidores, como los daños sociales que provoca la prohibición y el mercado ilícito. En este aspecto, es necesario participar en la discusión que han emprendido tres ex presidentes de México, Colombia y Costa Rica con estrategias alternativas, incluida la regulación legal de las drogas hoy ilícitas.
Cesar Gaviria señala en el texto “Después de la guerra contra las drogas; una propuesta para su regularización”, que cuando ocurra la regulación legal, ésta resultará en importantes beneficios para los países que se encuentran involucrados de manera significativa en la producción, tránsito y consumo de drogas ilegales.
No está siendo fácil esta discusión hacia un cambio de paradigma por la posición de EU que evita cualquier cambio en la Convención Única de Estupefacientes de la ONU de 1961.
Sin embargo los riesgos/daños se constatan todos los días en los países productores y consumidores. La violencia por el control del mercado se sufre peor. Por esto urge una discusión abierta, informada y sin prejuicios para regular el uso, abuso y la adicción; reconociendo a éstos últimos como enfermos problemáticos.
Un buen inicio sería despenalizar el consumo de la mariguana y nadie mejor para argumentar a su favor que el doctor Juan Ramón de la Fuente quien coordinó en el Seminario de Estudios sobre la Globalidad las conclusiones sobre los beneficios de una planta milenaria: la cannabis. Legalizar la mariguana sería el primer paso para detener una guerra que no se va a ganar.
Trump seguramente levantó la ceja ante los comentarios de la ingenua presidenta de México. Él, igual que Nixon van con todo porque el sueño americano se ha convertido en pesadilla con los cadáveres que el fentanilo deja en la calle. Su feroz mirada ya está dirigida hacia todos nosotros.
Defensora de derechos humanos