/ lunes 30 de septiembre de 2024

Soy resistencia

Hoy es el último día del calvario del sexenio de AMLO y como toda obra humana ha tenido claroscuros, ningún gobierno es absolutamente bueno o totalmente nefasto, eso sólo existe en las novelas. Para muchos ha sido una grata revelación, para otros una profunda decepción y para mi entre otros más, una trágica confirmación. Incomprensiblemente ha decidido trascender no como aquel que transformó el rostro social del gobierno, sino como el huracán que arrasó con todas las instituciones democráticas, contrapesos y estado de derecho.

No me detendré mucho en el saldo de lo malo, para eso está la historia que pronto, muy pronto le pondrá en su justo lugar transcurrida la euforia postelectoral pero no “callaré como momia” ante un gobierno que deja pérdidas por 1.2 billones de pesos en Pemex, el peor crecimiento económico de los últimos 36 años, 800,000 muertes por el pésimo manejo de la pandemia del COVID, la cifra más alta de homicidios dolosos de la historia, la mancha histórica de la sombra del fentanilo y su lavado de dinero a través de las remesas que antes manejaba el Banco del Bienestar, Sinaloa en franca guerra civil por la traición al Mayo Zambada, 50% menos de litros robados de gasolina decomisados y sólo 8 sentencias por huachicolear en todo el sexenio, el fracaso de debut y despedida del INSABI y la medicina danesa que jamás llegó en el sector pública con 14 millones menos de personas atendidas por 18 millones que tuvieron que migrar a la atención privada por mal servicio en el sexenio y una deuda histórica que creció 6.6 billones de pesos, sólo por mencionar algunos temas.

Lo peor es que antes de irse se encargó de aniquilar la esperanza de que con la nueva Presidenta podría soñarse una rectificación y un viraje paulatino a la mesura, la sensatez, el orden constitucional y la toma de decisiones razonadas con elementos técnicos y no con el manual de propaganda política como biblia gubernamental de cabecera. La viabilidad financiera de los programas sociales depende de detener las pérdidas en PEMEX y CFE, reactivar el crecimiento económico y poder invertir el gasto público en obras que sí generen desarrollo dejando atrás caprichos de elefantes blancos, pues este año el gobierno gastó mas de enero a junio en pensiones y costo financiero de la deuda que en inversión física.

Si a eso le sumamos la heredada pausa con Estados Unidos y Canadá que sólo presionará más la renegociación obligada en 2026 por la falta de certeza jurídica derivada de la venganza judicial y la amenaza de desaparecer organismos constitucionales autónomos contemplados en el T-MEC, el futuro no pinta nada promisorio pues Sheinbaum se dedicará a pegar los platos rotos postelectorales de YSQ. En vez de aprovechar el tiempo para construir gobernabilidad y mandar señales de confianza interna y externa, ha contemplado plácidamente como le rompen toda la frágil vajilla delante de ella, generando conflicto tras conflicto, como la última expropiación de la mina Calica a la empresa Vulcan Materials.

Decía Gómez Morín: “Que no haya ilusos, para que no haya desilusionados” y Yo no soy, ni seré jamás uno, ni con MORENA ni con Sheinbaum. No le deseo el mal ni mayores complicaciones al gobierno que mañana inicia, ya el inquilino saliente le llenó el camino de piedras filosas, en el PAN no somos arqueólogos para aspirar a gobernar las ruinas México como dijera Castillo Peraza.

Soy y seré siempre un contrapeso y resistencia a la metástasis democrática que representa MORENA para México, pero también un aliado en las buenas causas y pronto la patria exigirá ayudarle a ella a pegar los platos rotos que el odio y megalomanía le heredó. Por último agradezco la posibilidad de contribuir a la reflexión desde la pluralidad para construir juntos un mejor país desde esta nueva trinchera que hoy hago mía.