/ domingo 30 de junio de 2024

“Sufragio efectivo. No reelección” (IV)

En noviembre de 1910 estalla el movimiento revolucionario pero es sólo en abril de 1911 cuando Porfirio Díaz anuncia que habrá de tomar medidas para garantizar en lo futuro la “no reelección”. Un mes después, el 22 de mayo firma los Tratados de Ciudad Juárez que conjuran la guerra civil y tres días después Díaz renuncia a la Presidencia de la República que, interinamente, asume Francisco León de la Barra en tanto tienen lugar nuevas elecciones.

Nacen nuevos partidos políticos y es ahora el Partido Constitucional Progresista -entre cuyos miembros figuraban José Vasconcelos, Belisario Domínguez, Juan Sánchez Azcona y Venustiano Carranza, entre otros- el que lanza como candidatos a Francisco I. Madero y a José María Pino Suárez en una misma fórmula, resultando triunfadores en la contienda electoral del 1º de octubre. Ya en la presidencia, Madero reforma los artículos 55, 76, 78 y 109 constitucionales y promulga el 19 de diciembre de 1911 una nueva ley electoral. Documento que, a partir de su reforma en 1912, establecerá por primera vez el voto directo (ya no indirecto) para diputados y senadores, la no reelección absoluta del presidente, vicepresidente y gobernadores y la posibilidad de participación de los partidos políticos en los comicios, haciendo así realidad el artículo 1º del Plan de San Luis: nulificar las elecciones realizadas en junio de 1910 que habían violentado a la voluntad popular al tiempo dando paso a la elección de una nueva legislatura, la XXVI.

Sin embargo, la relación entre Madero y los legisladores se vuelve ríspida y entre los militares crece la animadversión. La crisis no tarda en estallar. En febrero de 1913 se detona la “Decena Trágica”: el golpe militar de la Ciudadela -encabezado por Félix Díaz y Bernardo Reyes- que termina con la ejecución de Madero y Pino Suárez y la entronización en la presidencia de Victoriano Huerta, mejor conocido como “el Chacal”. Durante los siguientes meses la democracia será amagada: Huerta encarcela a 83 legisladores -otros serán ejecutados como Belisario Domínguez y Serapio Rendón-, y la Legislatura termina disuelta. El gobierno convoca a elecciones extraordinarias pero serán anuladas. El régimen no tarda en caer. El asedio carrancista, fundamentado en el Plan de Guadalupe, es intenso y el 15 de julio de 1914 Huerta renuncia, quedando Carranza provisionalmente al frente del ejecutivo federal.

El 20 de septiembre de 1916, con objeto de reformar la Constitución de 1857 y para fortalecer el marco constitucional, Carranza promulga la Ley Electoral para la Formación del Congreso Constituyente que queda instalado el 1º de diciembre. Para el Constituyente el tema del sufragio efectivo y no reelección es crucial. El mismo Carranza advertía que el voto debía ser otorgado a todos, libre y directo, pues de lo contrario o se volvía “prerrogativa de clase” o “mero artificio para disimular usurpaciones de poder”. Se discute entonces el alcance y carácter del voto: hay quienes lo quieren restringido a los alfabetos, pues de lo contrario era “como darle un arma a un niño”, mientras otros -como Luis G. Monzón- lo quieren universal, aduciendo que para ello “300 mil muertos habían quedado tendidos en el campo de batalla”. A su vez, en el artículo 83 del texto constitucional queda prohibida la reelección presidencial al disponer que el presidente nunca podría ser reelecto, así como tampoco el interino ni quien lo substituyere en el cargo.

El 5 de febrero de 1917 es promulgada la nueva Carta Magna y al día siguiente la nueva Ley Electoral -que será abrogada por la del 2 de julio de 1918 que establecerá pleno control gubernamental sobre el proceso electoral y que estará en vigor hasta 1946- que convocará a elecciones presidenciales y legislativas para el 11 de marzo, en las que resultará electo Carranza. Así, sufragio efectivo, universal y directo, y no reelección eran ya una realidad constitucional y legal, pero esto no significaba que el respeto al voto popular también lo fuera. Tras la contienda electoral en la que ganaron Madero y Pino Suárez, considerada por muchos estudios como la elección más transparente del siglo XX, el proceso electoral de 1912 -a juicio de François Xavier Guerra- se había visto empañado por el fraude a nivel de casilla y, a nivel superior, por la manipulación de las actas. Aunado a ello, en 1919 comienza a ser evidente que, al margen del proceso electoral natural, Carranza busca favorecer desde el ejecutivo federal como candidato a la presidencia para 1920 a Ignacio Bonillas partiendo de un postulado: “ningún militar será Presidente de la República”.

Los diputados lo acusan de convertir al ejecutivo en partido político en tanto que el general Álvaro Obregón se interpone, sumándose al Plan de Agua Prieta que es anunciado el 23 de abril de 1920 y que encabezan Adolfo de la Huerta y Plutarco Elías Calles. Pronto, todo el ejército se suma al movimiento y Carranza abandona la capital. Un mes después es ultimado en Tlaxcalantongo y con ello nuevamente el derramamiento de sangre irrumpe, dando ahora sello al México posrrevolucionario. (Continuará)


bettyzanolli@gmail.com

X: @BettyZanolli

Youtube: bettyzanolli

En noviembre de 1910 estalla el movimiento revolucionario pero es sólo en abril de 1911 cuando Porfirio Díaz anuncia que habrá de tomar medidas para garantizar en lo futuro la “no reelección”. Un mes después, el 22 de mayo firma los Tratados de Ciudad Juárez que conjuran la guerra civil y tres días después Díaz renuncia a la Presidencia de la República que, interinamente, asume Francisco León de la Barra en tanto tienen lugar nuevas elecciones.

Nacen nuevos partidos políticos y es ahora el Partido Constitucional Progresista -entre cuyos miembros figuraban José Vasconcelos, Belisario Domínguez, Juan Sánchez Azcona y Venustiano Carranza, entre otros- el que lanza como candidatos a Francisco I. Madero y a José María Pino Suárez en una misma fórmula, resultando triunfadores en la contienda electoral del 1º de octubre. Ya en la presidencia, Madero reforma los artículos 55, 76, 78 y 109 constitucionales y promulga el 19 de diciembre de 1911 una nueva ley electoral. Documento que, a partir de su reforma en 1912, establecerá por primera vez el voto directo (ya no indirecto) para diputados y senadores, la no reelección absoluta del presidente, vicepresidente y gobernadores y la posibilidad de participación de los partidos políticos en los comicios, haciendo así realidad el artículo 1º del Plan de San Luis: nulificar las elecciones realizadas en junio de 1910 que habían violentado a la voluntad popular al tiempo dando paso a la elección de una nueva legislatura, la XXVI.

Sin embargo, la relación entre Madero y los legisladores se vuelve ríspida y entre los militares crece la animadversión. La crisis no tarda en estallar. En febrero de 1913 se detona la “Decena Trágica”: el golpe militar de la Ciudadela -encabezado por Félix Díaz y Bernardo Reyes- que termina con la ejecución de Madero y Pino Suárez y la entronización en la presidencia de Victoriano Huerta, mejor conocido como “el Chacal”. Durante los siguientes meses la democracia será amagada: Huerta encarcela a 83 legisladores -otros serán ejecutados como Belisario Domínguez y Serapio Rendón-, y la Legislatura termina disuelta. El gobierno convoca a elecciones extraordinarias pero serán anuladas. El régimen no tarda en caer. El asedio carrancista, fundamentado en el Plan de Guadalupe, es intenso y el 15 de julio de 1914 Huerta renuncia, quedando Carranza provisionalmente al frente del ejecutivo federal.

El 20 de septiembre de 1916, con objeto de reformar la Constitución de 1857 y para fortalecer el marco constitucional, Carranza promulga la Ley Electoral para la Formación del Congreso Constituyente que queda instalado el 1º de diciembre. Para el Constituyente el tema del sufragio efectivo y no reelección es crucial. El mismo Carranza advertía que el voto debía ser otorgado a todos, libre y directo, pues de lo contrario o se volvía “prerrogativa de clase” o “mero artificio para disimular usurpaciones de poder”. Se discute entonces el alcance y carácter del voto: hay quienes lo quieren restringido a los alfabetos, pues de lo contrario era “como darle un arma a un niño”, mientras otros -como Luis G. Monzón- lo quieren universal, aduciendo que para ello “300 mil muertos habían quedado tendidos en el campo de batalla”. A su vez, en el artículo 83 del texto constitucional queda prohibida la reelección presidencial al disponer que el presidente nunca podría ser reelecto, así como tampoco el interino ni quien lo substituyere en el cargo.

El 5 de febrero de 1917 es promulgada la nueva Carta Magna y al día siguiente la nueva Ley Electoral -que será abrogada por la del 2 de julio de 1918 que establecerá pleno control gubernamental sobre el proceso electoral y que estará en vigor hasta 1946- que convocará a elecciones presidenciales y legislativas para el 11 de marzo, en las que resultará electo Carranza. Así, sufragio efectivo, universal y directo, y no reelección eran ya una realidad constitucional y legal, pero esto no significaba que el respeto al voto popular también lo fuera. Tras la contienda electoral en la que ganaron Madero y Pino Suárez, considerada por muchos estudios como la elección más transparente del siglo XX, el proceso electoral de 1912 -a juicio de François Xavier Guerra- se había visto empañado por el fraude a nivel de casilla y, a nivel superior, por la manipulación de las actas. Aunado a ello, en 1919 comienza a ser evidente que, al margen del proceso electoral natural, Carranza busca favorecer desde el ejecutivo federal como candidato a la presidencia para 1920 a Ignacio Bonillas partiendo de un postulado: “ningún militar será Presidente de la República”.

Los diputados lo acusan de convertir al ejecutivo en partido político en tanto que el general Álvaro Obregón se interpone, sumándose al Plan de Agua Prieta que es anunciado el 23 de abril de 1920 y que encabezan Adolfo de la Huerta y Plutarco Elías Calles. Pronto, todo el ejército se suma al movimiento y Carranza abandona la capital. Un mes después es ultimado en Tlaxcalantongo y con ello nuevamente el derramamiento de sangre irrumpe, dando ahora sello al México posrrevolucionario. (Continuará)


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