/ domingo 7 de julio de 2024

“Sufragio efectivo. No reelección” (V)

Para cuando Venustiano Carranza es asesinado han transcurrido ya 44 años de que Porfirio Díaz proclamó el Plan de Tuxtepec (1876) y casi una década de que Francisco I. Madero emitió el Plan de San Luis (1910). Ambos vinculados, paradójicamente, en una idea central: que el sufragio fuera efectivo y la reelección proscrita. Pero la tentación híbrica de perpetuarse en el poder, aún y cuando el texto constitucional lo prohibiera, no ha sido conjurada y seguirá reclamando sangre.

De todos era sabido que “El Barón de Cuatro Ciénegas” no sólo quería imponer como candidato presidencial al ingeniero sonorense Ignacio Bonillas. Lo más grave de su actuar lo denunció Salvador Alvarado, en sus folletos “La traición de Carranza” y “El presidencialismo en México”. Semanas antes de Tlaxcalantongo, Alvarado declara: Carranza se había dedicado a imponer gobernadores, senadores, diputados federales y locales. Era “un loco peligroso cuya locura consiste en no dejar el poder, cualesquiera que sean las consecuencias para el país… En primer lugar, ha practicado la máxima maquiavélica: ‘divide y vencerás’”. De ahí que apenas identificaba un lugar en la República en paz, a decir de Alvarado, de inmediato creaba conflictos que hicieran necesaria su intervención directa, logrando substituir -gracias al ejército y al erario público- a los “hombres de valía” por “los sujetos más incondicionales y serviles” a los que sólo el dinero y la impunidad les interesaba. Así, “lenta pero incesantemente”, Carranza iba “eliminando a todos los que son capaces de sentir, de pensar, de opinar… hasta quedar solo con los ‘incondicionales’, así en lo militar como en lo civil”. Y agregaba: para servir a Carranza era preciso estar ciego o haber perdido toda dignidad y vergüenza, “sin más cualidades que la obediencia pasiva y un servilismo que llegue hasta la ignominia. Ésta es su obra de corrupción y de la que más se precia”. Sí, el encono de sus múltiples detractores era grande. ¿Sorprendió en consecuencia su asesinato? No. Era una ejecución política más entre tantas otras que la lucha por el poder había detonado.

A su muerte, Adolfo de la Huerta ocupa la presidencia interina y convoca a elecciones extraordinarias: legislativas en agosto y presidenciales en septiembre de 1920. De los tres candidatos a la presidencia: Álvaro Obregón (Partidos Laborista Mexicano, Nacional Agrarista y Nacional Cooperativista), Alfredo Robles Domíngez (Partido Nacional Republicano) y Nicolás Zúñiga y Miranda (independiente), con 1,131,751 votos (95.8% del total) el ganador es Obregón, quien para el siguiente periodo será también acusado de impulsar desde el poder público a otra candidatura presidencial: en este caso la del también sonorense Plutarco Elías Calles.

Para muchos el candidato natural era De la Huerta, pero cuando Obregón comenzó a hacer campaña en su contra éste inició un movimiento: la Rebelión Delahuertista, con la participación de un amplio sector de militares que terminó sofocada con el apoyo de los obreros a Obregón. Los candidatos por tanto terminaron siendo, además de Calles, Ángel Flores y nuevamente Zúñiga y Miranda. El resultado final favoreció al candidato obregonista con 1,340,634 votos (84.15% del total). Pero el poder es veneno puro y hay hombres que una vez que lo beben, su libación se vuelve adictiva. Esto ocurrió con Obregón y ocurrirá después con Calles.

En 1925, los senadores Francisco Labastida Izquierdo y José María Sánchez presentan una iniciativa para incorporar la reelección no consecutiva, pero aunque no obtiene eco entre los legisladores es un hecho que en el ambiente político -como lo había advertido De la Huerta- hay un presentimiento que va cobrando forma: Obregón pretende volver.

\u0009El operador político entre el callismo y el obregonismo y encargado de impulsar la reelección presidencial será el diputado federal Gonzalo N. Santos, líder del Bloque Socialista Parlamentario, quien junto con Melchor Ortega y 167 diputados más, presenta en octubre de 1926 una iniciativa de reforma al artículo 83 constitucional para facultarla. Reforma que es aprobada en enero de 1927 en los siguientes términos: “El Presidente entrará a ejercer su encargo, el primero de diciembre del año en que se celebre la elección; durará en él cuatro años... No podrá ser electo para el periodo inmediato. Pasado éste, podrá desempeñar nuevamente el cargo de Presidente, sólo por un periodo más”.

Con ello, cincuenta años de luchas, por un ideal en el que se pensaba debía estar fincada la democracia mexicana quedaban hechos trizas, al tiempo que daba inicio la que sería una de las campañas más violentas por la presidencia de la República.

En junio de 1927, Obregón declara en su discurso de aceptación de la candidatura que su deseo es regresar pues cuatro años “no bastaban” para desarrollar “el programa de la Revolución hecho Ley”, máxime que “editoriales de la prensa reaccionaria se leían todos los días desvirtuando la verdad y tergiversando los hechos”. Así justificaba su regreso, solo que no es el único en la contienda: también en ella estará otro general: Francisco Serrano, como atestiguará trágicamente el gran Martín Luis Guzmán. (Continuará)

bettyzanolli@gmail.com

X: @BettyZanolli

Youtube: bettyzanolli


Para cuando Venustiano Carranza es asesinado han transcurrido ya 44 años de que Porfirio Díaz proclamó el Plan de Tuxtepec (1876) y casi una década de que Francisco I. Madero emitió el Plan de San Luis (1910). Ambos vinculados, paradójicamente, en una idea central: que el sufragio fuera efectivo y la reelección proscrita. Pero la tentación híbrica de perpetuarse en el poder, aún y cuando el texto constitucional lo prohibiera, no ha sido conjurada y seguirá reclamando sangre.

De todos era sabido que “El Barón de Cuatro Ciénegas” no sólo quería imponer como candidato presidencial al ingeniero sonorense Ignacio Bonillas. Lo más grave de su actuar lo denunció Salvador Alvarado, en sus folletos “La traición de Carranza” y “El presidencialismo en México”. Semanas antes de Tlaxcalantongo, Alvarado declara: Carranza se había dedicado a imponer gobernadores, senadores, diputados federales y locales. Era “un loco peligroso cuya locura consiste en no dejar el poder, cualesquiera que sean las consecuencias para el país… En primer lugar, ha practicado la máxima maquiavélica: ‘divide y vencerás’”. De ahí que apenas identificaba un lugar en la República en paz, a decir de Alvarado, de inmediato creaba conflictos que hicieran necesaria su intervención directa, logrando substituir -gracias al ejército y al erario público- a los “hombres de valía” por “los sujetos más incondicionales y serviles” a los que sólo el dinero y la impunidad les interesaba. Así, “lenta pero incesantemente”, Carranza iba “eliminando a todos los que son capaces de sentir, de pensar, de opinar… hasta quedar solo con los ‘incondicionales’, así en lo militar como en lo civil”. Y agregaba: para servir a Carranza era preciso estar ciego o haber perdido toda dignidad y vergüenza, “sin más cualidades que la obediencia pasiva y un servilismo que llegue hasta la ignominia. Ésta es su obra de corrupción y de la que más se precia”. Sí, el encono de sus múltiples detractores era grande. ¿Sorprendió en consecuencia su asesinato? No. Era una ejecución política más entre tantas otras que la lucha por el poder había detonado.

A su muerte, Adolfo de la Huerta ocupa la presidencia interina y convoca a elecciones extraordinarias: legislativas en agosto y presidenciales en septiembre de 1920. De los tres candidatos a la presidencia: Álvaro Obregón (Partidos Laborista Mexicano, Nacional Agrarista y Nacional Cooperativista), Alfredo Robles Domíngez (Partido Nacional Republicano) y Nicolás Zúñiga y Miranda (independiente), con 1,131,751 votos (95.8% del total) el ganador es Obregón, quien para el siguiente periodo será también acusado de impulsar desde el poder público a otra candidatura presidencial: en este caso la del también sonorense Plutarco Elías Calles.

Para muchos el candidato natural era De la Huerta, pero cuando Obregón comenzó a hacer campaña en su contra éste inició un movimiento: la Rebelión Delahuertista, con la participación de un amplio sector de militares que terminó sofocada con el apoyo de los obreros a Obregón. Los candidatos por tanto terminaron siendo, además de Calles, Ángel Flores y nuevamente Zúñiga y Miranda. El resultado final favoreció al candidato obregonista con 1,340,634 votos (84.15% del total). Pero el poder es veneno puro y hay hombres que una vez que lo beben, su libación se vuelve adictiva. Esto ocurrió con Obregón y ocurrirá después con Calles.

En 1925, los senadores Francisco Labastida Izquierdo y José María Sánchez presentan una iniciativa para incorporar la reelección no consecutiva, pero aunque no obtiene eco entre los legisladores es un hecho que en el ambiente político -como lo había advertido De la Huerta- hay un presentimiento que va cobrando forma: Obregón pretende volver.

\u0009El operador político entre el callismo y el obregonismo y encargado de impulsar la reelección presidencial será el diputado federal Gonzalo N. Santos, líder del Bloque Socialista Parlamentario, quien junto con Melchor Ortega y 167 diputados más, presenta en octubre de 1926 una iniciativa de reforma al artículo 83 constitucional para facultarla. Reforma que es aprobada en enero de 1927 en los siguientes términos: “El Presidente entrará a ejercer su encargo, el primero de diciembre del año en que se celebre la elección; durará en él cuatro años... No podrá ser electo para el periodo inmediato. Pasado éste, podrá desempeñar nuevamente el cargo de Presidente, sólo por un periodo más”.

Con ello, cincuenta años de luchas, por un ideal en el que se pensaba debía estar fincada la democracia mexicana quedaban hechos trizas, al tiempo que daba inicio la que sería una de las campañas más violentas por la presidencia de la República.

En junio de 1927, Obregón declara en su discurso de aceptación de la candidatura que su deseo es regresar pues cuatro años “no bastaban” para desarrollar “el programa de la Revolución hecho Ley”, máxime que “editoriales de la prensa reaccionaria se leían todos los días desvirtuando la verdad y tergiversando los hechos”. Así justificaba su regreso, solo que no es el único en la contienda: también en ella estará otro general: Francisco Serrano, como atestiguará trágicamente el gran Martín Luis Guzmán. (Continuará)

bettyzanolli@gmail.com

X: @BettyZanolli

Youtube: bettyzanolli