/ domingo 21 de julio de 2024

“Sufragio efectivo. No reelección” (VII)

“O nosotros le madrugamos al Caudillo o el Caudillo nos madruga a todos… El que primero dispara, primero mata. Pues bien, la política de México, política de pistola, sólo conjuga un verbo: madrugar”, sentenció el gran Martín Luis Guzmán en su novela “La sombra del caudillo” en voz de Olivier. Y así sucedió, el Caudillo madrugó a sus enemigos, pero a él también lo madrugaron.

Pulverizada la asonada militar, la campaña de Obregón deja atras su dolorosa estela de sangre y sigue adelante sin nuevos obstáculos, coordinada por el Centro Director Obregonista y con la participación de los Partidos Nacional Agrarista, Laborista Mexicano y Socialista Mexicano, además del apoyo ferrocarrilero y de otras organizaciones regionales, a tal grado que seis después del atropello legislativo contra los diputados antirreeleccionistas, el 10 de octubre de 1927, el senador Hignio Álvarez presenta una nueva iniciativa de reforma al artículo 83 constitucional. Su objeto: ampliar el mandato y establecer la reelección presidencial mediata indefinida, justificando que así se “alejarían” las revueltas que suscitaba la renovación del poder ejecutivo y el “intérprete de la Nación” tendría más tiempo y “holgura para atender las necesidades sociales”.

El 21 de noviembre la comisión dictaminadora aprueba la reforma y el 24 de enero de 1928 se publica en el Diario Oficial de la Federación, indicando ahora su primer párrafo: “El Presidente entrará a ejercer su encargo, el primero de diciembre; durará en él seis años y nunca podrá ser reelecto para el periodo inmediato”. Durante los próximos meses continuarán las represiones callistas y la guerra cristera, detonada por el cierre de templos y conventos y la suspensión de cultos. Obregón, por su parte, sale ileso de diversos atentados, destacando el acaecido el 13 de noviembre en la avenida principal del Bosque de Chapultepec y por el que fueron fusilados el padre jesuita Miguel Agustín Pro, su hermano Humberto, Luis Segura Vilches y Juan Tirado Arias. El Caudillo sabía lo que enfrentaba, por eso dijo un día: “duraré hasta que alguien se decida a cambiar su vida por la mía”.

Por fin, el 1º de julio se celebran las elecciones. Obregón es el único candidato y resulta reelecto con el 100% de votos (1,673,453), solo que nadie escapa a su destino: el 17 de julio asiste en San Ángel a una comida que le ofrecen políticos guanajuatenses en el restaurante La Bombilla. Ese día, teniendo por música de fondo a la Orquesta Típica dirigida por Alfonso Esparza Oteo mientras interpretaba su canción favorita: “El limoncito”, un caricaturista pide al mesero acercarse para dibujar a Obregón. Es José de León Toral que, al llegar frente a éste, saca su pistola y de tres tiros ejecuta al Caudillo.

Horas más tarde, Calles hace un llamado de unidad a los diversos grupos revolucionarios y el 1º de septiembre, durante su último informe ante el Congreso de la Unión, declara que la política en México, al enfrentar por primera vez la falta de un caudillo, sería orientada hacia una “verdadera vida institucional, procurando pasar, de una vez por todas, de la condición histórica de país de un hombre a la de Nación de instituciones y de leyes”. Sentencia críptica que solo se comprenderá meses después.

Mientras tanto, la crisis detonada por el magnicidio es enorme y severo el vacío de poder. En diciembre, el Congreso designa como presidente interino a Emilio Portes Gil quien, además de ser aceptado por los obregonistas, de inmediato se convierte en instrumento dúctil de Calles. En los antirreeleccionistas, por su parte, la esperanza ha renacido, como declaró Jean Meyer: el vasconcelismo, epopeya y tragedia, nació de la pistola de Toral, catapultando en un instante “la posibilidad de la democracia y para Vasconcelos la de repetir la hazaña nacional de Madero”.

Calles quería que la oposición hablara sin tomar el rifle pero Vasconcelos desde el inicio de su campaña, a finales de 1928, convocará decidido a esperar las elecciones y votar en ellas: “resueltos a defender después su voto, arma en mano, contra todo y contra todos”. Por eso mismo, años después continuará preguntándose: ¿por qué no hubo levantamiento?

A la distancia, la respuesta es evidente. En marzo de 1929, Calles fundó una nueva agrupación política que, además de coaligar a los partidos de los diversos estados de la República, logró impulsar la conformación de una organización centralizada e inspirada por una ideología nacionalista y populista fundamentada en las bases obrero-campesinas. La contienda vasconcelista, en cambio, era una cruzada romántica fundada en los principios de la democracia y de la educación: plataforma idealista desde la que se enfrentó al monolito del poder.

En abril, Calles sofoca una incipiente revuelta militar y en junio pacta con la Iglesia, dando fin a la guerra cristera. Vasconcelos, que el 5 de julio de 1929 será declarado candidato del Partido Nacional Antirreeleccionista, sabe que ahora sólo cuenta con el apoyo de la clase media urbana. Piensa en desistir pero, al ver el entusiasmo de la gente, registrará: “aún procuré engañarme”. (Continuará)


bettyzanolli@gmail.com

X: @BettyZanolli

Youtube: bettyzanolli


“O nosotros le madrugamos al Caudillo o el Caudillo nos madruga a todos… El que primero dispara, primero mata. Pues bien, la política de México, política de pistola, sólo conjuga un verbo: madrugar”, sentenció el gran Martín Luis Guzmán en su novela “La sombra del caudillo” en voz de Olivier. Y así sucedió, el Caudillo madrugó a sus enemigos, pero a él también lo madrugaron.

Pulverizada la asonada militar, la campaña de Obregón deja atras su dolorosa estela de sangre y sigue adelante sin nuevos obstáculos, coordinada por el Centro Director Obregonista y con la participación de los Partidos Nacional Agrarista, Laborista Mexicano y Socialista Mexicano, además del apoyo ferrocarrilero y de otras organizaciones regionales, a tal grado que seis después del atropello legislativo contra los diputados antirreeleccionistas, el 10 de octubre de 1927, el senador Hignio Álvarez presenta una nueva iniciativa de reforma al artículo 83 constitucional. Su objeto: ampliar el mandato y establecer la reelección presidencial mediata indefinida, justificando que así se “alejarían” las revueltas que suscitaba la renovación del poder ejecutivo y el “intérprete de la Nación” tendría más tiempo y “holgura para atender las necesidades sociales”.

El 21 de noviembre la comisión dictaminadora aprueba la reforma y el 24 de enero de 1928 se publica en el Diario Oficial de la Federación, indicando ahora su primer párrafo: “El Presidente entrará a ejercer su encargo, el primero de diciembre; durará en él seis años y nunca podrá ser reelecto para el periodo inmediato”. Durante los próximos meses continuarán las represiones callistas y la guerra cristera, detonada por el cierre de templos y conventos y la suspensión de cultos. Obregón, por su parte, sale ileso de diversos atentados, destacando el acaecido el 13 de noviembre en la avenida principal del Bosque de Chapultepec y por el que fueron fusilados el padre jesuita Miguel Agustín Pro, su hermano Humberto, Luis Segura Vilches y Juan Tirado Arias. El Caudillo sabía lo que enfrentaba, por eso dijo un día: “duraré hasta que alguien se decida a cambiar su vida por la mía”.

Por fin, el 1º de julio se celebran las elecciones. Obregón es el único candidato y resulta reelecto con el 100% de votos (1,673,453), solo que nadie escapa a su destino: el 17 de julio asiste en San Ángel a una comida que le ofrecen políticos guanajuatenses en el restaurante La Bombilla. Ese día, teniendo por música de fondo a la Orquesta Típica dirigida por Alfonso Esparza Oteo mientras interpretaba su canción favorita: “El limoncito”, un caricaturista pide al mesero acercarse para dibujar a Obregón. Es José de León Toral que, al llegar frente a éste, saca su pistola y de tres tiros ejecuta al Caudillo.

Horas más tarde, Calles hace un llamado de unidad a los diversos grupos revolucionarios y el 1º de septiembre, durante su último informe ante el Congreso de la Unión, declara que la política en México, al enfrentar por primera vez la falta de un caudillo, sería orientada hacia una “verdadera vida institucional, procurando pasar, de una vez por todas, de la condición histórica de país de un hombre a la de Nación de instituciones y de leyes”. Sentencia críptica que solo se comprenderá meses después.

Mientras tanto, la crisis detonada por el magnicidio es enorme y severo el vacío de poder. En diciembre, el Congreso designa como presidente interino a Emilio Portes Gil quien, además de ser aceptado por los obregonistas, de inmediato se convierte en instrumento dúctil de Calles. En los antirreeleccionistas, por su parte, la esperanza ha renacido, como declaró Jean Meyer: el vasconcelismo, epopeya y tragedia, nació de la pistola de Toral, catapultando en un instante “la posibilidad de la democracia y para Vasconcelos la de repetir la hazaña nacional de Madero”.

Calles quería que la oposición hablara sin tomar el rifle pero Vasconcelos desde el inicio de su campaña, a finales de 1928, convocará decidido a esperar las elecciones y votar en ellas: “resueltos a defender después su voto, arma en mano, contra todo y contra todos”. Por eso mismo, años después continuará preguntándose: ¿por qué no hubo levantamiento?

A la distancia, la respuesta es evidente. En marzo de 1929, Calles fundó una nueva agrupación política que, además de coaligar a los partidos de los diversos estados de la República, logró impulsar la conformación de una organización centralizada e inspirada por una ideología nacionalista y populista fundamentada en las bases obrero-campesinas. La contienda vasconcelista, en cambio, era una cruzada romántica fundada en los principios de la democracia y de la educación: plataforma idealista desde la que se enfrentó al monolito del poder.

En abril, Calles sofoca una incipiente revuelta militar y en junio pacta con la Iglesia, dando fin a la guerra cristera. Vasconcelos, que el 5 de julio de 1929 será declarado candidato del Partido Nacional Antirreeleccionista, sabe que ahora sólo cuenta con el apoyo de la clase media urbana. Piensa en desistir pero, al ver el entusiasmo de la gente, registrará: “aún procuré engañarme”. (Continuará)


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