Por: María Elena Mesta Fernández; Consultora y miembro del Consejo Consultivo del Agua.
Hoy en día las ciudades se han convertido en los hábitats construidos en los que viven más de la mitad de la población mundial y en los que se desarrolla la mayor parte de la actividad económica global.
Las externalidades que causa el desarrollo de las ciudades están relacionadas con la pérdida de servicios ambientales originada por la generación de residuos y la contaminación ambiental (atmósfera, agua y suelos); la sobreexplotación de recursos naturales (agua y recursos forestales), así como el deterioro y pérdida de áreas con alto valor ambiental (áreas en suelo de conservación ecológica, ríos, lagos, lagunas, bosques y cañadas) como consecuencia del avance de la mancha urbana sobre los espacios naturales.
Esta marcada tendencia se ha agudizado poniendo en riesgo espacios naturales y su biodiversidad, comprometiendo la posibilidad de una vida digna para las futuras generaciones. Junto con esta situación, las zonas urbanas, en donde se concentran las grandes poblaciones del mundo, estarán expuesta al cambio climático y a fenomenos naturales.
Ante esta situación y dado los demográficos, la creciente demanda de energía fósil de las ciudades y las actividades productivas, es que la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Vivienda y Desarrollo Urbano Sostenible planteó la adopción de una Nueva Agenda Urbana que replanteara la forma en que construimos, gestionamos y vivimos en las ciudades para “aprovechar las oportunidades que presenta la urbanización como motor impulsor del crecimiento económico, social y cultural sostenido e inclusivo, y de la protección del medio ambiente, así como de sus posibles contribuciones al logro de un desarrollo transformador y sostenible”[1]
Uno de los mayores retos en la agenda urbana será conservar o recuperar áreas de valor ambiental manteniendo beneficios ambientales diversos que otorgan mejoras tangibles e intangibles a los habitantes, en lo individual y en lo colectivo[2]; cumpliendo con ello estándares tales como el de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que recomienda que las ciudades deben cumplir mínimamente con 9 m2 de áreas verdes por habitante, o el de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que indica que corresponderán contar con una superficie no menor de 12 m2 de áreas verdes por habitante, todo ello con el fin de proteger la permanencia y equilibrio de la calidad de vida de los habitantes en la ciudades.
En el Consejo Consultivo del Agua compartimos la visión de un desarrollo sustentable que reconoce que la biodiversidad es esencial para mantener la prosperidad económica y el bienestar social.
Concebimos al binomio agua-biodiversidad como un componente fundamental de la competitividad ambiental de un territorio o región.
En todo el mundo la gente obtiene numerosos beneficios de este binomio presente en la naturaleza, como pueden ser agua dulce, alimentos, una gran variedad de materias primas, la regulación de las enfermedades y el clima; apoyo a la polinización de los cultivos y la formación de suelos, además de beneficios recreativos, culturales y espirituales.
Si se abusa de los ecosistemas y se les destruye, éstos generalmente dejan de proporcionar los servicios ecosistémicos que son fundamentales para el desarrollo humano. Sin estos bienes y servicios ambientales los territorios pierden competitividad y oportunidades de bienestar y crecimiento económico.
Para México valorar su capital natural resulta una tarea fundamental dado el potencial de su riqueza biológica. México es uno de los doce países mejor dotados a nivel mundial; es uno de los tres países megadiversos (junto con Estados Unidos y Colombia) con litorales tanto en el Atlántico como en el Pacífico, además de contar con variados ecosistemas costeros, debido a sus litorales y superficie marina.
En términos de riqueza ecológica, contamos con diversidad de ecosistemas: 5 tipos de ecosistemas terrestres que a su vez se subdividen en 191 eco-regiones. 32 tipos de vegetación; existen alrededor de 25,000 especies de plantas, que representan el 10% del total de especies vegetales del mundo.
En el CCA integrar el binomioagua y biodiversidad constituye una oportunidad empresarial única para innovar,generar nuevas tecnologías e incursionar en el desarrollo de nuevos mercados ynuevos productos que sean social y ambientalmente responsables.
[1]https://www2.habitat3.org/bitcache/907f3c56d3ad27a3daeeb677c660545a00c69d6b?vid=591158&disposition=inline&op=view
[2] Ojeda Revah, Lina y Espejel, Liliana, Coordinadoras, Cuando Las Áreas Verdes se transforman en Paisajes Urbanos. La Visión de Baja California. Colegio de la Frontera Norte, México, 2014. Pág. 21.