/ lunes 19 de diciembre de 2022

Teatrikando | En recuerdo al arquitecto y escenógrafo Alejandro Luna

El escenógrafo Alejandro Luna ingresó en 2007 como Miembro de Número a la Academia de Artes de México. Era un lunes y a primera hora acudimos al laberíntico callejón de Aguacate en Coyoacán, para platicar con él.

Al lado se escuchan ladridos de perro y cloc-coc de gallinas, un pasillo campirano lleva a la escalera de caracol que eleva hasta el estudio de Alejandro Luna, amplísimo cuarto blanco, computadora fija, otra transportable, el restirador obligado del arquitecto, cama, modular, libros y baño con un pequeño televisor. Seguro que trabaja y duerme sin horarios fijos.

Siempre han vivido en Coyoacán desde que sus abuelos llegaron del pueblo. Había dos cines, Esperanza y Centenario, el primero era más nice y costaba 75 centavos, el segundo era popular, su boleto, 50 centavos, ahí pasaban tres películas. De viernes a domingo, en las vacaciones de la primaria, Alejandro ganaba unos centavos llevando rollos de uno a otro; por eso podía ver varias veces algunos filmes. Cerca del puente de Xoco se instalaban las marionetas de Rosete Aranda, era maravilloso dice, ahí vió Don Juan Tenorio con títeres, completa.

“En 1957 entré a la universidad, no había muchachas en la facultad, así que me cruzaba a Filosofía y Letras para convivir con ellas, me incluí en los grupos de teatro, pues yo quería ser actor; sabía dibujar y hacer presupuestos, así que me encargaron las escenografías y con el avanzar del tiempo sólo eso”.

¿Cómo conocí a Fionna Alexander?

Bueno, pues era diseñadora de vestuario, podía hacer escenografías, pintaba extraordinariamente, dibujaba, su educación en arte era admirable. Lo difícil hubiera sido no conocerla, porque había pocos escenógrafos y diseñadores, nuestro mundo era pequeño.

Murió en un accidente automovilístico cuando Diego tenía dos años, así que me dediqué a atenderlos, son dos, mi hija se llama María, es historiadora.

¿Los trabajos que me han satisfecho?

“Mira, las escenografías y trabajos arquitectónicos son como mis hijos, pero el motivo de satisfacción y orgullo son mis hijos. La relación con él ha sido peculiar, pues profesionalmente es muy independiente, yo quería que estudiara otra cosa, no para actor. Eligió los primeros trabajos que le dieron y así hizo su carrera.

¿Hay un antes y un después de Alejandro Luna, en México?

“No soy yo quien tiene que contestar esto. Yo simplemente trabajo, mi ingreso a la Academia de Artes es un gran honor, también se hace justicia en mi a varios, es reconocer el trabajo de directores, actores, actrices, músicos, cantantes, coreógrafos, bailarines, diseñadores, vestuaristas, técnicos y el público mismo, que los ha hecho memorables”.

Alejandro Luna falleció y lo lamento mucho, porque sabía hacer amigos. Descanse en paz.

*La frase de inicio ha sido tomada del libro que reúne la obra de Alejandro Luna.

El escenógrafo Alejandro Luna ingresó en 2007 como Miembro de Número a la Academia de Artes de México. Era un lunes y a primera hora acudimos al laberíntico callejón de Aguacate en Coyoacán, para platicar con él.

Al lado se escuchan ladridos de perro y cloc-coc de gallinas, un pasillo campirano lleva a la escalera de caracol que eleva hasta el estudio de Alejandro Luna, amplísimo cuarto blanco, computadora fija, otra transportable, el restirador obligado del arquitecto, cama, modular, libros y baño con un pequeño televisor. Seguro que trabaja y duerme sin horarios fijos.

Siempre han vivido en Coyoacán desde que sus abuelos llegaron del pueblo. Había dos cines, Esperanza y Centenario, el primero era más nice y costaba 75 centavos, el segundo era popular, su boleto, 50 centavos, ahí pasaban tres películas. De viernes a domingo, en las vacaciones de la primaria, Alejandro ganaba unos centavos llevando rollos de uno a otro; por eso podía ver varias veces algunos filmes. Cerca del puente de Xoco se instalaban las marionetas de Rosete Aranda, era maravilloso dice, ahí vió Don Juan Tenorio con títeres, completa.

“En 1957 entré a la universidad, no había muchachas en la facultad, así que me cruzaba a Filosofía y Letras para convivir con ellas, me incluí en los grupos de teatro, pues yo quería ser actor; sabía dibujar y hacer presupuestos, así que me encargaron las escenografías y con el avanzar del tiempo sólo eso”.

¿Cómo conocí a Fionna Alexander?

Bueno, pues era diseñadora de vestuario, podía hacer escenografías, pintaba extraordinariamente, dibujaba, su educación en arte era admirable. Lo difícil hubiera sido no conocerla, porque había pocos escenógrafos y diseñadores, nuestro mundo era pequeño.

Murió en un accidente automovilístico cuando Diego tenía dos años, así que me dediqué a atenderlos, son dos, mi hija se llama María, es historiadora.

¿Los trabajos que me han satisfecho?

“Mira, las escenografías y trabajos arquitectónicos son como mis hijos, pero el motivo de satisfacción y orgullo son mis hijos. La relación con él ha sido peculiar, pues profesionalmente es muy independiente, yo quería que estudiara otra cosa, no para actor. Eligió los primeros trabajos que le dieron y así hizo su carrera.

¿Hay un antes y un después de Alejandro Luna, en México?

“No soy yo quien tiene que contestar esto. Yo simplemente trabajo, mi ingreso a la Academia de Artes es un gran honor, también se hace justicia en mi a varios, es reconocer el trabajo de directores, actores, actrices, músicos, cantantes, coreógrafos, bailarines, diseñadores, vestuaristas, técnicos y el público mismo, que los ha hecho memorables”.

Alejandro Luna falleció y lo lamento mucho, porque sabía hacer amigos. Descanse en paz.

*La frase de inicio ha sido tomada del libro que reúne la obra de Alejandro Luna.