Para la enorme mayoría de las personas que tenemos cuentas en redes y plataformas sociodigitales –Facebook, X, TikTok, Instagram, YouTube, etc.--, el uso que hacemos de ellas normalmente implica, entre otros, estar en contacto con familiares y amigos, consumir contenidos que van desde el mero entretenimiento (la mayoría) hasta la información, y compartir nuestros estados a través de ideas, fotos, videos, etc.
En un plano más amplio, como el social, estas redes también han servido para dar voz a grupos y comunidades que, por diferentes razones, no habían tenido suficiente visibilidad en la cobertura de los medios de comunicación tradicionales. Esto último ha tenido aspectos muy positivos –por ejemplo, cuando se trata de impulsar las voces que apoyan la equidad y los derechos de mujeres y de otros sectores o de grupos en favor del medio ambiente—y también otros francamente negativos –por ejemplo, dar mayor impulso a grupos racistas, xenofóbicos y otros que atacan de diversas formas la dignidad de las personas. De este modo, redes y plataformas sociodigitales presentan importantes grados de complejidad a la hora de analizar sus usos y efectos en los planos personales y sociales.
Dentro de esta complejidad, una mirada diferente y provocadora la ofrece Yanis Varoufakis, ex ministro de economía de Grecia y autor mundialmente famoso de varios libros críticos sobre el modelo económico imperante. En su más reciente libro, Tecnofeudalismo: el sigiloso sucesor del capitalismo (publicado en español a inicios del año), Varoufakis plantea un papel más sombrío para estas redes y plataformas en los siete capítulos y más de 250 páginas que, sin embargo, resultan muy amenas de leer gracias a la gran cantidad de ejemplos que utiliza –desde la mitología griega hasta anuncios y casos de publicidad de hace apenas unos meses.
La tesis central de Varoufakis es que hoy en día, las grandes corporaciones de tecnología (META, Google, X, Amazon, etc.) han creado un nuevo sistema económico, al que llama “capitalismo de nube”, que ha sustituido el capitalismo más tradicional basado en utilidades por otro basado en un modelo puramente rentista –y de ahí su analogía con el feudalismo, en donde, por allá en la Edad Media, los señores dueños de grandes extensiones de tierra se quedaban con una parte importante del trabajo que hacían sus siervos. Las plataformas y redes serían hoy el equivalente a esas grandes extensiones de tierra en donde habría tres tipos de “siervos”.
Primero, los “capitalistas vasallos”, que serían, por ejemplo, desarrolladores de Apps o personas que comercializan sus productos y servicios a través de estas plataformas y a quienes éstas les quitan un porcentaje importante de su venta. La parte explotadora y feudal proviene, según el razonamiento de Varoufakis, de que en lugar de acordar un “pago fijo” entre estos emprendedores y las plataformas que pueda permitir en el tiempo que, mediante un incremento de ventas, los emprendedores incrementen su ganancia, lo que se impone es siempre un porcentaje, en donde más ventas significará siempre más renta para las plataformas. Segundo, el “proletariado de la nube”, que son las personas trabajadoras que se encuentran en los escalafones más bajos en estas plataformas –por ejemplo, moderadores y curadores de contenido en el Sur Global que ganan muy mal y trabajan jornadas extenuantes frente a contenidos perturbadores, o los repartidores de Amazon, a quienes se les impide sindicalizarse y trabajan en condiciones precarias y con mínimas prestaciones. Finalmente, el tercer grupo estaría compuesto por personas usuarias en general (cualquiera de nosotros), definidas como “siervos de la nube”, quienes con nuestra interacción, consumo y participación cotidiana en estas redes servimos para generales contenido gratuito que no sólo les representa mayores ganancias entre más tiempo pasamos ahí, sino que también van a utilizar para alimentar sus inteligencias artificiales para “conocernos más” y “vendernos mejor” a anunciantes y publicistas. En este sentido, es un sistema perfecto que se reproduce a sí mismo mediante nuestra atención y nuestro trabajo gratuito.
La imagen que nos presenta Varoufakis es muy provocadora y precisamente uno de sus objetivos es sacudirnos para conocer este aspecto, bastante siniestro, de las redes y plataformas digitales –y más aún en un momento en que las inversiones multibillonarias en estas grandes corporaciones se enfocan en perfeccionar y robustecer sus modelos de IA . Su esperanza es que, si las personas somos más conscientes de este funcionamiento, también podríamos ser más críticas, cuidadosas y precavidas a la hora de seguir utilizando estos espacios. En general, la obra invita a una reflexión que, me parece, debe ir de la mano de otro aspecto que, no se desarrolla lo suficiente en el libro, pero implica otro aspecto de “feudalización” de las plataformas: su funcionamiento prácticamente auto-regulado por ellas mismas en el mundo conlleva la necesidad de discutir amplia y abiertamente la pertinencia de una adecuada regulación que tenga, en el centro, la protección y la promoción de los derechos humanos. En México, ya hay camino andado en este sentido, aunque todavía está pendiente una mayor discusión que también concientice a la población usuaria.