/ miércoles 24 de julio de 2024

Tecnología interruptus

Por Ángel Jaramillo Torres

El billonario conservador Peter Thiel, famoso por haber sido el primer inversionista de Facebook y por haber creado - junto con Elon Musk, entre otros - el sistema de pagos PayPal, es muy buscado por políticos e inversionistas debido a sus análisis heterodoxos sobre el presente y futuro de la tecnología.

Uno de sus más famosos aforismos es "hemos visto innovación en el mundo de los bits pero no en el de los átomos". Lo que quiso decir es que, contrariamente a la opinión convencional, el desarrollo vertiginoso de la tecnología digital no ha ocurrido en el mundo físico o analógico. Su ejemplo clásico es el de los automóviles voladores retratados en películas como Regreso al Futuro de Robert Zemeckis. Ciertamente estamos muy lejos de pedir un taxi volador en nuestras ciudades. No sólo eso, los autos que se manejan sólos - ahora lo sabemos - están lejos todavía de tener un uso generalizado, aunque ya existe su aplicación en el transporte público en la ciudad de Edinburgo en Escocia.

Un reciente libro ilustra porqué la opinión de Thiel es relevante. En The Long History of the Future: Why Tomorrow's Still Isn't Here, Nicole Kobie explica la dificultad de llevar al mercado grandes invenciones que funcionan en el laboratorio o en teoría pero, por una serie de razones, no llegan al consumidor final.

Solemos pensar que la idea del auto de manejo autónomo es reciente, pero Kobie nos enseña que esta se remonta a la década de los 30's del siglo pasado. De hecho, Bel Geddes, a quien se le ocurrió la idea, pensaba que estos poblarían las carreteras para los 1960s. Curiosamente, la idea más moderna de este auto - en la década de los 80s- no ocurrió en Silicon Valley, sino en Munich, Alemania. Lo cual podría desmentir, hasta cierto punto, la opinión de que los europeos no innovan.

El libro de Kobie nos cuenta la historia de varios adelantos tecnológicos que podrían mejorar la condición humana de manera espectacular. Por ejemplo, la tecnología conocida como interfaz cerebro-computadora que está desarrollando Elon Musk y su equipo en la compañía Neuralink promete ser capaz de regresar la movilidad de personas con tetraplejia, por ejemplo. Esta misma tecnología ya está siendo usada por gente que ha introducido dispositivos en sus cuerpos con el fin de manipular diversos objetos de manera remota. Se trata de los los pioneros de lo que se conoce como ciborgs: mitad humanos, mitad máquinas.

Hay otros ejemplos sorprendentes descritos por Kobie: invenciones como la Realidad Aumentada, los Autos Voladores, el Hyperloop - cápsulas que viajan con energía neumática y que pueden alcanzar velocidades de 1,000 kilómetros a través de túneles especiales - ciudades inteligentes, nuevos super-robots.

El problema con todo esto es que, ya sea por razones financieras o por deficiencias tecnológicas de diverso tipo, ninguno de estos adelantos han podido tener un uso generalizado. Visto así, el mundo retratado por Yuval Noah Harari en su libro, Homo Deus, estaría fuera de nuestro alcance.

Peter Thiel señala la posibilidad de que quizás hay un límite natural o físico a la innovación. De acuerdo con esta explicación, habríamos descubierto un estancamiento fundamental en el descubrimiento científico y tecnológico. Por ejemplo, la llamada Ley de Moore, según la cual el número de transistores en un circuito integrado se duplican cada dos años, tiene un límite: a partir de cierto momento los circuitos estarían tan cerca que se quemarían.

El desarrollo científico y la innovación tecnológica nos ha prometido el mejoramiento de la condición humana, al menos desde que el filósofo Francis Bacon dijera que el conocimiento es poder. La evolución de invenciones de todo tipo que no han podido ser de uso generalizado o no han encontrado una oferta pertinente nos hace pensar en la posibilidad de que habría límites a la manipulación de la naturaleza.

Si ese fuera el caso, quizás haríamos bien en meditar en un mundo futuro sin desarrollo tecnológico, algo que no necesariamente sería perjudicial para el ser humano.

Internacionalista y politólogo. Actualmente es miembro del SNI, nivel 1 y miembro de la Unidad de Estudio y Reflexión sobre Sociedades del conocimiento y educación delCOMEXI

Por Ángel Jaramillo Torres

El billonario conservador Peter Thiel, famoso por haber sido el primer inversionista de Facebook y por haber creado - junto con Elon Musk, entre otros - el sistema de pagos PayPal, es muy buscado por políticos e inversionistas debido a sus análisis heterodoxos sobre el presente y futuro de la tecnología.

Uno de sus más famosos aforismos es "hemos visto innovación en el mundo de los bits pero no en el de los átomos". Lo que quiso decir es que, contrariamente a la opinión convencional, el desarrollo vertiginoso de la tecnología digital no ha ocurrido en el mundo físico o analógico. Su ejemplo clásico es el de los automóviles voladores retratados en películas como Regreso al Futuro de Robert Zemeckis. Ciertamente estamos muy lejos de pedir un taxi volador en nuestras ciudades. No sólo eso, los autos que se manejan sólos - ahora lo sabemos - están lejos todavía de tener un uso generalizado, aunque ya existe su aplicación en el transporte público en la ciudad de Edinburgo en Escocia.

Un reciente libro ilustra porqué la opinión de Thiel es relevante. En The Long History of the Future: Why Tomorrow's Still Isn't Here, Nicole Kobie explica la dificultad de llevar al mercado grandes invenciones que funcionan en el laboratorio o en teoría pero, por una serie de razones, no llegan al consumidor final.

Solemos pensar que la idea del auto de manejo autónomo es reciente, pero Kobie nos enseña que esta se remonta a la década de los 30's del siglo pasado. De hecho, Bel Geddes, a quien se le ocurrió la idea, pensaba que estos poblarían las carreteras para los 1960s. Curiosamente, la idea más moderna de este auto - en la década de los 80s- no ocurrió en Silicon Valley, sino en Munich, Alemania. Lo cual podría desmentir, hasta cierto punto, la opinión de que los europeos no innovan.

El libro de Kobie nos cuenta la historia de varios adelantos tecnológicos que podrían mejorar la condición humana de manera espectacular. Por ejemplo, la tecnología conocida como interfaz cerebro-computadora que está desarrollando Elon Musk y su equipo en la compañía Neuralink promete ser capaz de regresar la movilidad de personas con tetraplejia, por ejemplo. Esta misma tecnología ya está siendo usada por gente que ha introducido dispositivos en sus cuerpos con el fin de manipular diversos objetos de manera remota. Se trata de los los pioneros de lo que se conoce como ciborgs: mitad humanos, mitad máquinas.

Hay otros ejemplos sorprendentes descritos por Kobie: invenciones como la Realidad Aumentada, los Autos Voladores, el Hyperloop - cápsulas que viajan con energía neumática y que pueden alcanzar velocidades de 1,000 kilómetros a través de túneles especiales - ciudades inteligentes, nuevos super-robots.

El problema con todo esto es que, ya sea por razones financieras o por deficiencias tecnológicas de diverso tipo, ninguno de estos adelantos han podido tener un uso generalizado. Visto así, el mundo retratado por Yuval Noah Harari en su libro, Homo Deus, estaría fuera de nuestro alcance.

Peter Thiel señala la posibilidad de que quizás hay un límite natural o físico a la innovación. De acuerdo con esta explicación, habríamos descubierto un estancamiento fundamental en el descubrimiento científico y tecnológico. Por ejemplo, la llamada Ley de Moore, según la cual el número de transistores en un circuito integrado se duplican cada dos años, tiene un límite: a partir de cierto momento los circuitos estarían tan cerca que se quemarían.

El desarrollo científico y la innovación tecnológica nos ha prometido el mejoramiento de la condición humana, al menos desde que el filósofo Francis Bacon dijera que el conocimiento es poder. La evolución de invenciones de todo tipo que no han podido ser de uso generalizado o no han encontrado una oferta pertinente nos hace pensar en la posibilidad de que habría límites a la manipulación de la naturaleza.

Si ese fuera el caso, quizás haríamos bien en meditar en un mundo futuro sin desarrollo tecnológico, algo que no necesariamente sería perjudicial para el ser humano.

Internacionalista y politólogo. Actualmente es miembro del SNI, nivel 1 y miembro de la Unidad de Estudio y Reflexión sobre Sociedades del conocimiento y educación delCOMEXI