/ domingo 1 de octubre de 2023

Telarañas digitales | El poder al alcance de una mano o de los baby boomers en la era digital

En varias ocasiones hemos hablado de las ventajas de haber nacido en la era digital que tienen los millennials y centennials, y de la nueva generación alfa completamente imbuida en la era digital y que promete transformar el futuro. Suele verse con desdén la sorpresa de las generaciones superiores ante las transformaciones tecnológicas que implican vivir en la era de la información, y hasta abundan los memes de los jóvenes burlándose de la poca o nula experiencia que la generación X o los baby boomers tienen con los dispositivos digitales en general.

Pero en esta ocasión las telarañas digitales explicarán a los jóvenes por qué nos sorprenden tanto las nuevas tecnologías, y en especial, qué significa tener un smartphone en la bolsa para quienes crecimos en el siglo XX, con todas sus contradicciones, conflictos, modelos filosóficos y teóricos preponderantes, mitos, luchas entre bloques y sistemas económicos, herencias de libertad sexual que chocaban con un conservadurismo rampante albergado en el núcleo duro de nuestra herencia católica novohispana; y de la realidad de las décadas de los setenta, ochenta y hasta noventa con su retraso tecnológico comparado con el de los países desarrollados, consecuencia directa de las fluctuaciones económicas y de que los derechos y libertades de la democracia no siempre existieron.

De hecho, pensar en la censura es algo que cuesta trabajo a millennials y centennials, para quienes la máxima expresión de la censura es la eliminación de sus comentarios y contenidos en las redes sociales. Sin embargo, quienes tenemos una conciencia histórica un poco más larga sabemos que la libertad de expresión fue durante décadas sinónimo de arriesgar la vida, que los medios de comunicación masiva creaban la realidad a su modo y que no existían suficientes canales para generar resistencias a las narrativas oficiales; por no mencionar la posibilidad de relacionarse con personas no solo del país, sino del mundo y pertenecientes a culturas y realidades completamente diferentes.

La era del smartphone es verdaderamente revolucionaria, pues involucra la cristalización de poderes y libertades por los que se luchó durante décadas. Si bien las necesidades y luchas de hoy son otras, igualmente importantes, el legado del pasado está impreso en aquello que las nuevas generaciones pueden hacer sin siquiera dudar, en haber eliminado las restricciones autoritarias y las limitantes al poder ciudadano que hubieran pesado a mediados del siglo XX sobre cualquier usuario común de las redes sociales del modelo posmoderno.

Pues la revolución no solamente es de índole teórica y social, sino que se ubica en lo más elemental de una transformación tecnológica sin precedentes, por la rapidez con la que ha ocurrido el cambio, y que ha tenido efectos en la vida cotidiana de las personas de todo el mundo. Un dispositivo como el smartphone, que se espera por defecto que contenga una cámara, permite reproducir música, acceder a contenido audiovisual y multimedia, fungir como libro electrónico, como teléfono, que permita chatear con personas en tiempo real tanto en texto como en video, donde sea posible acceder a cualquier información y aprender lo que se desee con tan solo unos toques de dedo y sin importar el lugar en que se esté, siempre que haya una conexión a internet; es algo que se valora poco por haberlo normalizado; pero en la década de los ochenta implicaría cargar con una videocámara, una cámara fotográfica, un reproductor de casete, alguna libreta o agenda, periódicos, libros, un teléfono, y a la lista agregamos un muy largo etcétera.

El poder de un smartphone en la palma de la mano, de estar conectados a la red en cualquier momento y lugar, es un hito en la historia de la humanidad, pues es el epítome de las luchas y resistencias que definieron a todo un siglo. En más de un sentido, el smartphone es un artefacto que representa el triunfo sobre las tensiones y contradicciones de toda una época.

En varias ocasiones hemos hablado de las ventajas de haber nacido en la era digital que tienen los millennials y centennials, y de la nueva generación alfa completamente imbuida en la era digital y que promete transformar el futuro. Suele verse con desdén la sorpresa de las generaciones superiores ante las transformaciones tecnológicas que implican vivir en la era de la información, y hasta abundan los memes de los jóvenes burlándose de la poca o nula experiencia que la generación X o los baby boomers tienen con los dispositivos digitales en general.

Pero en esta ocasión las telarañas digitales explicarán a los jóvenes por qué nos sorprenden tanto las nuevas tecnologías, y en especial, qué significa tener un smartphone en la bolsa para quienes crecimos en el siglo XX, con todas sus contradicciones, conflictos, modelos filosóficos y teóricos preponderantes, mitos, luchas entre bloques y sistemas económicos, herencias de libertad sexual que chocaban con un conservadurismo rampante albergado en el núcleo duro de nuestra herencia católica novohispana; y de la realidad de las décadas de los setenta, ochenta y hasta noventa con su retraso tecnológico comparado con el de los países desarrollados, consecuencia directa de las fluctuaciones económicas y de que los derechos y libertades de la democracia no siempre existieron.

De hecho, pensar en la censura es algo que cuesta trabajo a millennials y centennials, para quienes la máxima expresión de la censura es la eliminación de sus comentarios y contenidos en las redes sociales. Sin embargo, quienes tenemos una conciencia histórica un poco más larga sabemos que la libertad de expresión fue durante décadas sinónimo de arriesgar la vida, que los medios de comunicación masiva creaban la realidad a su modo y que no existían suficientes canales para generar resistencias a las narrativas oficiales; por no mencionar la posibilidad de relacionarse con personas no solo del país, sino del mundo y pertenecientes a culturas y realidades completamente diferentes.

La era del smartphone es verdaderamente revolucionaria, pues involucra la cristalización de poderes y libertades por los que se luchó durante décadas. Si bien las necesidades y luchas de hoy son otras, igualmente importantes, el legado del pasado está impreso en aquello que las nuevas generaciones pueden hacer sin siquiera dudar, en haber eliminado las restricciones autoritarias y las limitantes al poder ciudadano que hubieran pesado a mediados del siglo XX sobre cualquier usuario común de las redes sociales del modelo posmoderno.

Pues la revolución no solamente es de índole teórica y social, sino que se ubica en lo más elemental de una transformación tecnológica sin precedentes, por la rapidez con la que ha ocurrido el cambio, y que ha tenido efectos en la vida cotidiana de las personas de todo el mundo. Un dispositivo como el smartphone, que se espera por defecto que contenga una cámara, permite reproducir música, acceder a contenido audiovisual y multimedia, fungir como libro electrónico, como teléfono, que permita chatear con personas en tiempo real tanto en texto como en video, donde sea posible acceder a cualquier información y aprender lo que se desee con tan solo unos toques de dedo y sin importar el lugar en que se esté, siempre que haya una conexión a internet; es algo que se valora poco por haberlo normalizado; pero en la década de los ochenta implicaría cargar con una videocámara, una cámara fotográfica, un reproductor de casete, alguna libreta o agenda, periódicos, libros, un teléfono, y a la lista agregamos un muy largo etcétera.

El poder de un smartphone en la palma de la mano, de estar conectados a la red en cualquier momento y lugar, es un hito en la historia de la humanidad, pues es el epítome de las luchas y resistencias que definieron a todo un siglo. En más de un sentido, el smartphone es un artefacto que representa el triunfo sobre las tensiones y contradicciones de toda una época.