/ sábado 2 de diciembre de 2017

Terciopelo y acero

La tarde del pasado lunes, el auditorio Torres Bodet del Museo Nacional de Antropología estaba lleno de grandes figuras del entorno político nacional de ayer y de hoy. Muchos asistentes dejaban sus asientos para buscar el abrazo, el apretón de manos con Emilio Gamboa, Manlio Fabio Beltrones o Ernesto Cordero. Todos los exgobernadores de Sonora estaban ahí.

Era la quincuagésima séptima edición del reconocimiento “La mujer del año”, instituido por Kena Moreno que en esta ocasión recayó en Claudia Pavlovich Arellano, gobernadora de Sonora y única mujer que ostenta un cargo similar en todo el país, lo que no deja de ser ignominioso en un país en que hay más “habitantas” que “habitantos” (digo, para ser congruente con el vacío discurso oficial que busca con palabras lavarse un poco la vergüenza de su deuda pendiente con las mujeres).

El nombramiento de La mujer de año es el más antiguo e importante reconocimiento y uno de los muy pocos dedicados solamente a mexicanas que se distinguen por sus aportaciones en todos los ámbitos. En 57 años han sido galardonadas políticas, escritoras, académicas, empresarias, científicas, magistradas, figuras de las artes escénicas y en esta ocasión, por unanimidad, el patronato del premio eligió a Claudia Pavlovich, quien estuvo acompañada en la mesa de honor por Arely Gómez, secretaria de la Función Pública, con la representación del Presidente; por Miguel Ángel Mancera, jefe de gobierno de la Ciudad de México, por Vanesa Rubio Márquez, única subsecretaria de Hacienda de la historia y por casi una veintena de mujeres del año de otros tiempos.

Beatriz Paredes estuvo brillante al presentar a la galardonada en términos elocuentes y acertados acerca de la importancia de que cada vez haya mejores mujeres que abren brecha para otras y sobre el carácter recio e indomable de las norteñas.

Claudia creció arropada en los valores del esfuerzo, la honestidad, el compromiso y el trabajo, ejemplo que le dieron sus padres Alicia Arellano Tapia (primera senadora del país) y por el médico Miguel Pavlovich Sugich y es bella por fuera, bien plantada, rubia y alta, no pasaría jamás inadvertida, pero esta es solamente su imagen externa, por dentro hay una mujer fuerte y justa, sensible, pero implacable. Recibió un estado otrora próspero, en banca rota, con una deuda de más de mil millones de pesos. Cuando tomó posesión, no tenía ni para pagar la nónima. Tuvo que pedir un préstamo emergente para no dejar sin comer a los trabajadores del gobierno. Honrada a carta cabal, ella y sus colaboradores presentaron su declaración tresdetres y Sonora es el estado que menos observaciones tiene de parte de la Secretaría de la Función Pública y el primero en contar con su propio sistema estatal anticorrupción.

La equidad de género no es letra muerta en Sonora. El gabinete de la gobernadora está integrado por un buen número de funcionarias y en su gestión de apenas un año, ha puesto en marcha importantes programas para mujeres y niños, en materia de educación, salud e infraestructura.

Claudia Pavlovich nació para el trabajo que desempeña con ese “filin” femenino, pero con garra y sagacidad, porque se mueve en un mundo dominado por hombres, muchos de los cuales la verán como un peligro y harán cuanto puedan por dificultarle la tarea. Pero esta mujer no es de las que se amedrentan o ceden, porque está hecha de terciopelo y acero.

andreacatano@gmail.com

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