/ domingo 11 de agosto de 2024

Todos valemos igual

MIRAR

Cuando era párroco en San Andrés Cuexcontitlán (1967-70), una comunidad cien por ciento indígena otomí, veía con tristeza y preocupación cómo, cuando iban al vecino pueblo de Temoaya, los no indígenas los despreciaban y maltrataban, los marginaban y explotaban, sólo por ser pobres y no hablar bien el castellano. En aquel tiempo, yo empezaba a descubrir que hay otra forma de ser persona, de ser familia, de ser pueblo, de ser creyente, y yo también fui cambiando en mis actitudes hacia ellos. ¡Qué gracia de Dios tan grande fue para mí empezar a vivir con indígenas! Eso marcó mucho mi vida.

En todos los tiempos y en todas las culturas, los que tienen más poder, dinero y estudios, siempre han menospreciado a quienes no los tienen. En nuestros ambientes machistas, los varones nos creemos valer y saber más que las mujeres; en algunos casos, es al contrario. Quien tiene mejor casa, mejor vehículo y ropas más elegantes, se considera que vale más y ve hacia abajo a quienes carecen de ello. Esto sucede también entre países: muchos europeos nos han visto con menosprecio a los latinoamericanos y más a los africanos; pero también los mexicanos no volteamos a ver hacia los países centro y sudamericanos o caribeños. El pecado está en todas partes.

En nuestras iglesias, los clérigos de distintos rangos a veces nos creemos saber y poder mucho más que los laicos y que las religiosas. Esto es el clericalismo. Tanto es así que muchos de nuestros colaboradores no hablan ni proponen algo, a no ser para ejecutar las decisiones del párroco o del obispo. Como cardenal, no faltan quienes me exalten más de la cuenta y me pongan en la tentación de creerme más de lo que soy, siendo que todos, como personas y como bautizados, valemos lo mismo.

DISCERNIR

El pasado 2 de abril, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, organismo que ayuda al Papa sobre todo en cuestiones doctrinales, emitió la Declaración Dignitas infinita sobre la dignidad humana. De entrada, nos recuerda que “la Iglesia está profundamente convencida de que no se puede separar la fe de la defensa de la dignidad humana, la evangelización de la promoción de una vida digna y la espiritualidad del compromiso por la dignidad de todos los seres humanos. La dignidad de todos los seres humanos va más allá de todas las apariencias externas o características de la vida concreta de las personas. Estamos ante una verdad universal, que todos estamos llamados a reconocer, como condición fundamental para que nuestras sociedades sean verdaderamente justas, pacíficas, sanas y, en definitiva, auténticamente humanas.

Creado por Dios y redimido por Cristo, todo ser humano debe ser reconocido y tratado con respeto y amor, precisamente por su dignidad inalienable. El ser humano tiene la misma dignidad inviolable en cualquier época de la historia y nadie puede sentirse autorizado por las circunstancias a negar esta convicción o a no obrar en consecuencia”.

Este principio fundamental se repite en forma machacona en todo el documento. Y sobre esta base, aborda temas muy discutidos, como los derechos de los pobres y migrantes, de los homosexuales y discapacitados, y otros más de los cuales trataré en próximos artículos.

ACTUAR

Valora tu dignidad y la de los demás. Tú vales mucho, aunque no tengas mucho dinero ni títulos universitarios. Respeta la dignidad de los demás, aunque su apariencia te repugne o te resulte molesta. ¡Todos somos hijos e hijas de Dios, creados a su imagen y semejanza, aunque a veces hagamos borrosa esa imagen!


MIRAR

Cuando era párroco en San Andrés Cuexcontitlán (1967-70), una comunidad cien por ciento indígena otomí, veía con tristeza y preocupación cómo, cuando iban al vecino pueblo de Temoaya, los no indígenas los despreciaban y maltrataban, los marginaban y explotaban, sólo por ser pobres y no hablar bien el castellano. En aquel tiempo, yo empezaba a descubrir que hay otra forma de ser persona, de ser familia, de ser pueblo, de ser creyente, y yo también fui cambiando en mis actitudes hacia ellos. ¡Qué gracia de Dios tan grande fue para mí empezar a vivir con indígenas! Eso marcó mucho mi vida.

En todos los tiempos y en todas las culturas, los que tienen más poder, dinero y estudios, siempre han menospreciado a quienes no los tienen. En nuestros ambientes machistas, los varones nos creemos valer y saber más que las mujeres; en algunos casos, es al contrario. Quien tiene mejor casa, mejor vehículo y ropas más elegantes, se considera que vale más y ve hacia abajo a quienes carecen de ello. Esto sucede también entre países: muchos europeos nos han visto con menosprecio a los latinoamericanos y más a los africanos; pero también los mexicanos no volteamos a ver hacia los países centro y sudamericanos o caribeños. El pecado está en todas partes.

En nuestras iglesias, los clérigos de distintos rangos a veces nos creemos saber y poder mucho más que los laicos y que las religiosas. Esto es el clericalismo. Tanto es así que muchos de nuestros colaboradores no hablan ni proponen algo, a no ser para ejecutar las decisiones del párroco o del obispo. Como cardenal, no faltan quienes me exalten más de la cuenta y me pongan en la tentación de creerme más de lo que soy, siendo que todos, como personas y como bautizados, valemos lo mismo.

DISCERNIR

El pasado 2 de abril, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, organismo que ayuda al Papa sobre todo en cuestiones doctrinales, emitió la Declaración Dignitas infinita sobre la dignidad humana. De entrada, nos recuerda que “la Iglesia está profundamente convencida de que no se puede separar la fe de la defensa de la dignidad humana, la evangelización de la promoción de una vida digna y la espiritualidad del compromiso por la dignidad de todos los seres humanos. La dignidad de todos los seres humanos va más allá de todas las apariencias externas o características de la vida concreta de las personas. Estamos ante una verdad universal, que todos estamos llamados a reconocer, como condición fundamental para que nuestras sociedades sean verdaderamente justas, pacíficas, sanas y, en definitiva, auténticamente humanas.

Creado por Dios y redimido por Cristo, todo ser humano debe ser reconocido y tratado con respeto y amor, precisamente por su dignidad inalienable. El ser humano tiene la misma dignidad inviolable en cualquier época de la historia y nadie puede sentirse autorizado por las circunstancias a negar esta convicción o a no obrar en consecuencia”.

Este principio fundamental se repite en forma machacona en todo el documento. Y sobre esta base, aborda temas muy discutidos, como los derechos de los pobres y migrantes, de los homosexuales y discapacitados, y otros más de los cuales trataré en próximos artículos.

ACTUAR

Valora tu dignidad y la de los demás. Tú vales mucho, aunque no tengas mucho dinero ni títulos universitarios. Respeta la dignidad de los demás, aunque su apariencia te repugne o te resulte molesta. ¡Todos somos hijos e hijas de Dios, creados a su imagen y semejanza, aunque a veces hagamos borrosa esa imagen!


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