/ viernes 17 de mayo de 2024

¿Trump 2.0 y el reloj de la historia?

La próxima elección presidencial en los Estados Unidos, será el proceso electoral más importante en el mundo por sus múltiples ramificaciones globales. En particular, el resultado de dicha elección abrirá interrogantes sobre la política del próximo gobierno estadounidense en los conflictos en Ucrania o Gaza. En la dimensión militar, más concretamente, el apoyo de EU a Ucrania, y la OTAN, podría modificarse con un segundo mandato de Donald Trump.

En este sentido, el retorno de Trump a la Casa Blanca es un escenario cada vez más plausible. Así lo sugieren algunas señales. Por ejemplo, recientemente el periódico The New York Times publicó una serie de encuestas en la que dos datos llaman la atención: a) Trump lidera en 5 de los 6 estados clave para la elección presidencial; y b) El apoyo al presidente Biden se ha erosionado en “el electorado joven y no blanco”.

Al respecto, en este espacio se ha hecho un llamado constante para trabajar con un escenario Trump 2.0. Y en este momento histórico de la relación bilateral, nuestro país tendría que manejarse sin ingenuidad ni abnegación e, igualmente importante, sin catastrofismo o ensimismamiento.

Tradicionalmente, los gobiernos de México y EU han sabido aislar las disputas coyunturales que han surgido, a fin de evitar que contagien al resto de los temas en la relación bilateral. No obstante, los actuales desequilibrios en la política estadounidense aumentan la probabilidad de que las áreas temáticas se mezclen e, incluso, se utilicen como herramienta de coerción. Sucedió cuando el otrora presidente Trump utilizó la relación comercial –particularmente, la posibilidad de imponer aranceles– para alcanzar objetivos migratorios. Esto adquiere mayor importancia si consideramos que en 2026 se llevará la primera revisión conjunta del TMEC –con temas económicos, pero también de seguridad, que han tensado la relación bilateral.

Asuntos que se habían pensado parte de la institucionalización de las disputas entre México y EU podrían volver a ser motivo de controversia. El agua podría ser un ejemplo de esto, sobre todo si se considera la creciente preocupación que despierta el desabasto de este recurso en ambos lados de la frontera, principalmente por las pérdidas económicas y el descontento social que podría ocasionar, en especial en los estados fronterizos de ambos países. Por otra parte, no se puede descartar la posibilidad de medidas unilaterales como lanzar misiles contra laboratorios clandestinos en México, o el uso de la fuerza militar estadounidense para combatir a grupos criminales en suelo mexicano.

Para finalizar, no es exageración decir que la compenetración entre México y EU ha hecho que la seguridad nacional de ambos países esté entrelazada. Dicho de otro modo, aun cuando la relación bilateral México-EU es asimétrica, esta asimetría viene revestida de múltiples “sensibilidades recíprocas” –como Carlos Rico Ferrat denominará a los intereses comunes entre ambos países–, ya sea por el tema migratorio, la cooperación en seguridad o la integración económica-comercial.

La vecindad que México tiene con EU es uno de sus principales activos como país. Precisamente por su importancia, es necesario situar la relación bilateral México-EU en el reloj de la historia, y evaluar qué dinámicas pondrán a prueba su resiliencia.

Discanto: El libro de Rick Rubin, The Creative Act, demuestra que la sencillez y la profundidad al escribir –o al hablar– no están en conflicto. Una joya.

La próxima elección presidencial en los Estados Unidos, será el proceso electoral más importante en el mundo por sus múltiples ramificaciones globales. En particular, el resultado de dicha elección abrirá interrogantes sobre la política del próximo gobierno estadounidense en los conflictos en Ucrania o Gaza. En la dimensión militar, más concretamente, el apoyo de EU a Ucrania, y la OTAN, podría modificarse con un segundo mandato de Donald Trump.

En este sentido, el retorno de Trump a la Casa Blanca es un escenario cada vez más plausible. Así lo sugieren algunas señales. Por ejemplo, recientemente el periódico The New York Times publicó una serie de encuestas en la que dos datos llaman la atención: a) Trump lidera en 5 de los 6 estados clave para la elección presidencial; y b) El apoyo al presidente Biden se ha erosionado en “el electorado joven y no blanco”.

Al respecto, en este espacio se ha hecho un llamado constante para trabajar con un escenario Trump 2.0. Y en este momento histórico de la relación bilateral, nuestro país tendría que manejarse sin ingenuidad ni abnegación e, igualmente importante, sin catastrofismo o ensimismamiento.

Tradicionalmente, los gobiernos de México y EU han sabido aislar las disputas coyunturales que han surgido, a fin de evitar que contagien al resto de los temas en la relación bilateral. No obstante, los actuales desequilibrios en la política estadounidense aumentan la probabilidad de que las áreas temáticas se mezclen e, incluso, se utilicen como herramienta de coerción. Sucedió cuando el otrora presidente Trump utilizó la relación comercial –particularmente, la posibilidad de imponer aranceles– para alcanzar objetivos migratorios. Esto adquiere mayor importancia si consideramos que en 2026 se llevará la primera revisión conjunta del TMEC –con temas económicos, pero también de seguridad, que han tensado la relación bilateral.

Asuntos que se habían pensado parte de la institucionalización de las disputas entre México y EU podrían volver a ser motivo de controversia. El agua podría ser un ejemplo de esto, sobre todo si se considera la creciente preocupación que despierta el desabasto de este recurso en ambos lados de la frontera, principalmente por las pérdidas económicas y el descontento social que podría ocasionar, en especial en los estados fronterizos de ambos países. Por otra parte, no se puede descartar la posibilidad de medidas unilaterales como lanzar misiles contra laboratorios clandestinos en México, o el uso de la fuerza militar estadounidense para combatir a grupos criminales en suelo mexicano.

Para finalizar, no es exageración decir que la compenetración entre México y EU ha hecho que la seguridad nacional de ambos países esté entrelazada. Dicho de otro modo, aun cuando la relación bilateral México-EU es asimétrica, esta asimetría viene revestida de múltiples “sensibilidades recíprocas” –como Carlos Rico Ferrat denominará a los intereses comunes entre ambos países–, ya sea por el tema migratorio, la cooperación en seguridad o la integración económica-comercial.

La vecindad que México tiene con EU es uno de sus principales activos como país. Precisamente por su importancia, es necesario situar la relación bilateral México-EU en el reloj de la historia, y evaluar qué dinámicas pondrán a prueba su resiliencia.

Discanto: El libro de Rick Rubin, The Creative Act, demuestra que la sencillez y la profundidad al escribir –o al hablar– no están en conflicto. Una joya.