/ miércoles 24 de enero de 2024

Túnez, Argelia y el funesto futuro de la inmigración en Europa

Diego Gómez Pickering (@gomezpickering)*

La primavera septentrional traerá mejores condiciones de navegación en el Mediterráneo y, con ellas, la oportunidad para miles de migrantes de emprender el camino de África a Europa. Este 2024, todas las miradas están puestas en dos países que hasta hace relativamente poco estaban ausentes del debate migratorio: Túnez y Argelia.

Según un informe de la Policía Nacional de España publicado por la agencia EFE, entre el 10 y el 12 de diciembre de 2023 una cincuentena de personas, incluyendo mujeres, menores no acompañados y un bebé, desembarcaron en las costas andaluzas de la provincia de Almería provenientes de Argelia. Situada a 222 kilómetros del país norafricano, Almería es el punto de la geografía española, junto con las islas Baleares, más cercano a Argelia. Un trayecto de tres horas, por lo general realizado en precarias embarcaciones inflables o de madera, por el que migrantes, refugiados y solicitantes de asilo subsaharianos y magrebíes pagan a los traficantes de personas entre 3 mil y 7 mil euros. Arribos que se repitieron a inicios y a finales del mismo mes y que se registraron de forma continuada a todo lo largo del año pasado.

La denominada ruta argelina ha visto incrementos sostenidos en el número de personas que la utilizan desde inicios de la pandemia, indican mediciones de varias organizaciones no gubernamentales españolas abocadas a la movilidad humana en el Mediterráneo. Sin embargo, en el último año, ha visto un aumento sin precedentes. En gran medida, por el férreo control marroquí de sus fronteras que ha conllevado una disminución importante en el número de cruces desde su territorio hacia las islas Canarias y los enclaves de Ceuta y Melilla. A raíz de la normalización de la relación diplomática entre Madrid y Rabat y de los acuerdos alcanzados entre el reino alauí y Bruselas para controlar la migración.

De forma paralela, en Túnez, las salidas de migrantes por mar hacia la cercana isla italiana de Lampedusa han superado en los últimos doce meses las registradas desde la vecina Libia, otrora principal puerto de embarque en el continente africano hacia Europa. En parte, por las negociaciones entre Roma y Trípoli y los pactos políticos y monetarios entre la Unión Europea y los gobiernos libios. Según el Ministerio del Interior italiano, entre enero y junio del año pasado, 34,761 personas alcanzaron tierra en Lampedusa habiendo partido de Túnez.

La externalización de la política migratoria europea a los países del norte de África, como demuestran los casos de Marruecos y Libia, no ha frenado el flujo de personas que por diversas y siempre válidas razones dejan sus países de origen para migrar al Viejo Continente. Tan sólo ha vuelto el periplo más sinuoso, caro y peligroso, mortal incluso, para las decenas de miles de hombres, mujeres y niños que huyen de realidades rotas por la guerra, el hambre y el cambio climático. Como constatan los casos de Túnez y Argelia. De las 2,387 personas fallecidas o desaparecidas en 2023 en su intento de cruzar el Mediterráneo, de acuerdo con la Organización Internacional para las Migraciones, un 40% corresponden a la ruta tunecina y un 25% a la argelina.

Números que son personas, nombres, historias y que ante la inminencia de la primavera septentrional no harán más que aumentar. Algo ante lo que nosotros tendríamos que hacer algo más que mirar, sobre todo si tomamos en cuenta la externalización de la política migratoria estadounidense en territorio mexicano y los innecesarios estragos que ésta causa a quienes habiéndolo dejado todo se adentran en nuestro país para buscar un mejor destino.


Escritor, periodista y diplomático. Su libro más reciente es “África, radiografía de un continente” (Taurus, 2023). Asociado del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (COMEXI), miembro de la Unidad de Estudio y Reflexión de África, Medio Oriente y Sudoeste Asiático.