/ domingo 10 de noviembre de 2024

¿Un sinodo decepcionante?

MIRAR

Hace poco concluyó la segunda sesión del Sínodo de los Obispos y, con ello, esta consulta a la Iglesia universal, convocada por el Papa Francisco. Al terminar, los participantes emitieron un Documento Final, aprobado por la mayoría y difundido por autorización del Papa. Algunos esperaban cambios espectaculares en temas discutibles, y se sienten decepcionados.

Por ejemplo, esperaban que mujeres pudieran recibir el sacramento del orden sacerdotal, para que fueran al menos diaconisas. Sin embargo, el Documento Final es muy cauto; dice: “Esta Asamblea hace un llamamiento a la plena aplicación de todas las oportunidades ya previstas en la legislación vigente en relación con el papel de la mujer, en particular en los lugares donde aún no se han explorado. No hay nada en las mujeres que les impida desempeñar funciones de liderazgo en las Iglesias: lo que viene del Espíritu Santo no debe detenerse. También sigue abierta la cuestión del acceso de las mujeres al ministerio diaconal. Es necesario un mayor discernimiento a este respecto” (No. 60). Se sigue estudiando el asunto y no está cerrado; en el futuro se podría abrir este camino. Sin embargo, la legislación canónica actual permite que mujeres puedan bautizar y presidir matrimonios, así como otros varios ministerios, sin que sean diaconisas. Pero esto no se ha puesto en práctica en la mayoría de las diócesis del mundo. Yo lo hice en comunidades indígenas sin problemas y con todas las aprobaciones canónicas; además de presidir celebraciones de la Palabra y dar la Comunión, mujeres indígenas podían bautizar y presidir matrimonios.

Otros esperaban que, para ser sacerdote en la Iglesia latina, no fuera indispensable el compromiso de ser célibe. Ya el Informe de Síntesis de la sesión del Sínodo el año pasado había dicho: “Se han expresado distintas valoraciones sobre el celibato de los presbíteros. Todos aprecian su valor profético y el testimonio de conformación a Cristo; algunos se preguntan si su adecuación teológica con el ministerio sacerdotal debe traducirse necesariamente en una obligación disciplinar en la Iglesia latina, especialmente allí donde los contextos eclesiales y culturales lo hacen más difícil. No se trata de un tema nuevo, en el que haya que profundizar” (11 f). Esto quiere decir que este asunto no está por ahora a discusión, pues ya hay varios documentos de la Iglesia que lo han afianzado. Yo soy muy feliz de ser célibe; me siento fecundo, padre, hermano; en una palabra, realizado.

Otros deseaban que se aprobara como moralmente lícita toda relación marital entre personas del mismo sexo. Esto no se abordó ahora, pues ya el Catecismo de la Iglesia Católica es muy claro: La tendencia homosexual no es pecado; “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados… No pueden recibir aprobación en ningún caso” (2357).

DISCERNIR

El Documento final dice:“En términos simples y sintéticos, podemos decir que la sinodalidad es un camino de renovación espiritual y de reforma estructural para hacer a la Iglesia más participativa y misionera, es decir, para hacerla más capaz de caminar con cada hombre y mujer irradiando la luz de Cristo”.


ACTUAR

Cada bautizado es miembro del Cuerpo de la Iglesia. La Iglesia no es sólo la cabeza, sino todos los miembros. El proceso sinodal apunta a que todos los bautizados se sientan miembros vivos, y que los pastores tomemos muy en cuenta la dignidad, los derechos y la participación de los que no son clérigos. En esto, hay que seguir avanzando.


MIRAR

Hace poco concluyó la segunda sesión del Sínodo de los Obispos y, con ello, esta consulta a la Iglesia universal, convocada por el Papa Francisco. Al terminar, los participantes emitieron un Documento Final, aprobado por la mayoría y difundido por autorización del Papa. Algunos esperaban cambios espectaculares en temas discutibles, y se sienten decepcionados.

Por ejemplo, esperaban que mujeres pudieran recibir el sacramento del orden sacerdotal, para que fueran al menos diaconisas. Sin embargo, el Documento Final es muy cauto; dice: “Esta Asamblea hace un llamamiento a la plena aplicación de todas las oportunidades ya previstas en la legislación vigente en relación con el papel de la mujer, en particular en los lugares donde aún no se han explorado. No hay nada en las mujeres que les impida desempeñar funciones de liderazgo en las Iglesias: lo que viene del Espíritu Santo no debe detenerse. También sigue abierta la cuestión del acceso de las mujeres al ministerio diaconal. Es necesario un mayor discernimiento a este respecto” (No. 60). Se sigue estudiando el asunto y no está cerrado; en el futuro se podría abrir este camino. Sin embargo, la legislación canónica actual permite que mujeres puedan bautizar y presidir matrimonios, así como otros varios ministerios, sin que sean diaconisas. Pero esto no se ha puesto en práctica en la mayoría de las diócesis del mundo. Yo lo hice en comunidades indígenas sin problemas y con todas las aprobaciones canónicas; además de presidir celebraciones de la Palabra y dar la Comunión, mujeres indígenas podían bautizar y presidir matrimonios.

Otros esperaban que, para ser sacerdote en la Iglesia latina, no fuera indispensable el compromiso de ser célibe. Ya el Informe de Síntesis de la sesión del Sínodo el año pasado había dicho: “Se han expresado distintas valoraciones sobre el celibato de los presbíteros. Todos aprecian su valor profético y el testimonio de conformación a Cristo; algunos se preguntan si su adecuación teológica con el ministerio sacerdotal debe traducirse necesariamente en una obligación disciplinar en la Iglesia latina, especialmente allí donde los contextos eclesiales y culturales lo hacen más difícil. No se trata de un tema nuevo, en el que haya que profundizar” (11 f). Esto quiere decir que este asunto no está por ahora a discusión, pues ya hay varios documentos de la Iglesia que lo han afianzado. Yo soy muy feliz de ser célibe; me siento fecundo, padre, hermano; en una palabra, realizado.

Otros deseaban que se aprobara como moralmente lícita toda relación marital entre personas del mismo sexo. Esto no se abordó ahora, pues ya el Catecismo de la Iglesia Católica es muy claro: La tendencia homosexual no es pecado; “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados… No pueden recibir aprobación en ningún caso” (2357).

DISCERNIR

El Documento final dice:“En términos simples y sintéticos, podemos decir que la sinodalidad es un camino de renovación espiritual y de reforma estructural para hacer a la Iglesia más participativa y misionera, es decir, para hacerla más capaz de caminar con cada hombre y mujer irradiando la luz de Cristo”.


ACTUAR

Cada bautizado es miembro del Cuerpo de la Iglesia. La Iglesia no es sólo la cabeza, sino todos los miembros. El proceso sinodal apunta a que todos los bautizados se sientan miembros vivos, y que los pastores tomemos muy en cuenta la dignidad, los derechos y la participación de los que no son clérigos. En esto, hay que seguir avanzando.


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