Por: Arturo Sánchez-Paz, Fernando Mendoza, Trinidad Encinas y Adriana Muhlia
“La vida, sin embargo, tiene muchas cartas en la baraja y no es infrecuente que las juegue cuando menos se espera”.
José Saramago. El viaje del elefante.
Hola, estimado lector. Así que sigues por aquí, todavía. Mi intención en este día es despedirme. Es la última vez que me dirijo a ti por esta vía. Yo, Coronavirus, sólo estoy aquí para hacerte saber algunos hechos más sobre mí que, sin duda, deberás conocer. Pero, no lo dudes, estaré presente en el planeta por un largo tiempo.
Estoy cercano a cumplir mis primeros seis meses de existencia en México: hace ocho, nadie me conocía; pocos se hubieran imaginado el enorme impacto que he causado en las vidas de los seres humanos. Hoy me he dispersado a la gran mayoría de los países del mundo (Corea del Norte, Malawi, Sierra Leona y Vanuatu, entre otros, no reportan ningún caso positivo confirmado. Sin embargo, a algunos de estos países los ha cegado su vanidad, y otros no cuentan con recursos económicos suficientes para realizar pruebas de detección).
Para cuando leas esto, habré infectado a casi 15 millones de personas y cobrado más de 600,000 vidas. He colapsado sistemas de salud. He afectado muy seriamente la economía mundial (un estudio reciente indica que se perderán 82 billones de dólares). He separado familias. He provocado el fallecimiento de amigos, familiares y seres queridos (aunque valdría la pena decir que, en cierta medida, algunos de ellos han sido tan responsables, como yo, de este desenlace).
Es importante que sepas, querido lector, que los virus somos los entes biológicos más abundantes de nuestro planeta. En 1999 se estimó que en la Tierra hay cerca de 1031 partículas virales (es decir, 10,000,000,000,000,000,000,000,000,000,000, o 10 quintillones de virus) [1]. Somos más virus en la Tierra que estrellas en el Universo.
Y debido a que se supone que nosotros los virus tenemos la capacidad de infectar a todas las especies que habitan el planeta, estamos presentes en todos los ecosistemas conocidos, sin importar que tan inhóspitos sean. Así, se nos ha encontrado tanto en las muy profundas y calientes chimeneas hidrotermales (que pueden llegar a tener temperaturas de 464 °C) [2], como en lagos polares con temperaturas por debajo de los -20 °C. Sí, ustedes humanos y las demás especies, la vida celular, habitan y sucumben en un mar de virus, al que hoy se le conoce como la virósfera.
Nosotros los virus, a la vez, dependemos de las formas celulares para poder “reproducirnos” (el término correcto es “replicarnos”, pero hagamos esto más fácil y claro). Y nuestra reproducción causa enfermedad y muerte. Para reproducirnos, los virus debemos “infectar” a nuestros hospederos para usar su maquinaria celular células, pues nosotros no la tenemos. Tan sólo en los océanos, cada segundo ocurren 1021 (mil trillones) infecciones virales que son una causa importante de mortalidad [2].
¿Entiendes ya a dónde pretendo llegar?
Somos numerosos, estamos en todas partes y causamos enfermedad. En esta ocasión, yo tuve la fortuna de aparecer entre los humanos, pero ten la seguridad que en un futuro quizás no tan lejano, algún otro de mis familiares surgirá para afectar y modificar, nuevamente, la vida como hoy la conocen las personas.
Recuerda que en los últimos 100 años al menos otros ocho virus han emergido. En 1918, el virus de la influenza española (la madre de todas las pandemias) causó cerca de 50 millones de muertes en todo el mundo. Y sí, nuestra aparición suele cambiar la vida cotidiana de la sociedades (espero que sea para bien).
Muchas de las medidas existentes actualmente, en cuanto a transferencia de sangre y de salud sexual y reproductiva, no se podrían entender sin la aparición del Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) a mediados de los años ochenta.
Y pese a los grandes avances científicos y tecnológicos que ustedes los humanos han desarrollado, solamente han erradicado a un familiar mío de la faz del planeta: la viruela. Claro, los científicos han frenado notablemente nuestros embates. Hoy, los patrones predominantes de transmisión del VIH son inmensamente diferentes de los que se observaron a principios de los años noventa.
En cuanto a mí, yo, Coronavirus, me resta decirte dos cosas: me sorprendes, humano. Me sorprendes por las cosas maravillosas y atroces que puedes hacer. Me parece extraordinario que hoy, a unos cuantos meses de mi surgimiento, se están desarrollando más de 140 vacunas para combatirme. Algunas se encuentran en etapas muy avanzadas de elaboración. Por ejemplo, se supone que la vacuna que están desarrollando la compañía sueco-británica AstraZeneca y la Universidad de Oxford podría comenzar a ser utilizada en situaciones de emergencia alrededor de octubre de este mismo año.
Normalmente, el desarrollo de una vacuna es un proceso largo y complejo que puede tomar muchos años de investigación y pruebas de laboratorio antes de realizarse pruebas clínicas en humanos [3]. Pero en esta ocasión, es tan grande la urgencia de combatirme que se han combinado fases de prueba, lo que ha reducido un proceso que podría tardar hasta diez años. Hasta hoy, la vacuna que se ha creado más rápidamente fue la que se creó contra el virus que causa las paperas; se requirieron cerca de cuatro años desde su proceso de desarrollo hasta su aprobación por las autoridades correspondientes. Pueden ser muy malas noticias para mí.
Por otro lado, me parece escalofriante la irresponsabilidad e ignorancia con la que muchos humanos se han manejado, sin importarles el daño que han provocado a sus familias, a sus amigos, a la sociedad.
Finalmente, debo insistir: ¡usa cubrebocas!
En semanas anteriores, el doctor Mario Molina (Premio Nobel de Química en 1995, orgullosamente mexicano) y sus colaboradores publicaron un muy interesante estudio en el que demuestran que el uso de cubrebocas es la forma más efectiva y económica para prevenir que los humanos me transmitan entre ellos, y así reducir el desarrollo de la pandemia.
El estudio sugiere que en Italia hubo cerca de 78,000 infecciones menos de las que debieron ocurrir en un mes debido al uso del cubrebocas, mientras que en Nueva York hubo cerca de 66,000 infecciones menos tan sólo por haber usado cubrebocas durante tres semanas. Así mismo, el trabajo del doctor Molina presenta evidencias de que la ruta dominante por la que se me transmite es la vía aérea [4].
A fines de abril de este año se mencionó, sin evidencia científica que lo respaldara, que el uso de cubrebocas era de nula utilidad. Pues ya ves… actualmente, es considerada como la medida más efectiva y económica para prevenir mi transmisión.
Entiéndelo.
Usar cubrebocas en lugares públicos es la mayor muestra de responsabilidad social que puedes realizar para combatirme. No es una preferencia, es responsabilidad, es respeto, es tu vida y la de los demás.
Suficiente.
Reconozco que no he sido bueno con ustedes. Pero como a ti, esto me tomó de sorpresa. Un día estaba muy cómodamente en una especie, y pocos días después estaba ajustándome a otra: la humana. Ahora soy parte de la historia, espero no sólo de la triste historia. Mientras pueda seguir infectando humanos, quizás sea lo mejor que me ha pasado.
Pero de ustedes depende mi futuro. Ojalá logren hacerme parte de su historia feliz, en donde mi aparición les aporte alguna enseñanza, en donde se cuiden unos a otros, en donde logren convertirse en seres responsables. Ustedes, espero, no volverán a la vida de antes. No hay nada indigno en tener miedo y tomar precauciones, sí en ser irresponsable.
Hasta luego, querido lector, sólo regresaré si tú me lo permites…
Yo, Coronavirus.
Referencias
[1] Hendrix, R.W., Smith, M.C., Burns, R.N. Ford, M.E. y Hatfull, G. F. 1999. Evolutionary relations among diverse bacteriophages and prophages: All the world´s a phage. Proc. Natl. Acad. Sci. U.S.A. 96:2192–2197.
[2] Castelán-Sánchez, H.G., Lopéz-Rosas, I., García-Suastegui, W.A., Peralta, R., Dobson, A.D.W., Batista-García, R.A., y Dávila-Ramos, S. 2019. Extremophile deep-sea viral communities from hydrothermal vents: Structural and functional analysis. Mar. Genom. 46: 16-28.
[3] Corum, J., y Zimmer, C. 2020. Coronavirus vaccine tracker. The New York Times. Junio 14, 2020. https://www.nytimes.com/interactive/2020/science/coronavirus-vaccine-tracker.html.
[4] Zhang, R., Li, Y., Zhang, A.L., Wang, Y., y Molina, M.J. 2020. Identifying airborne transmission as the dominant route for the spread of COVID-19. Proc. Natl. Acad. Sci. U.S.A. 202009637. DOI:10.1073/pnas.2009637117.
Autores
El doctor Arturo Sánchez-Paz, el maestro de ciencias Fernando Mendoza-Cano y el maestro en ciencias Trinidad Encinas-García están adscritos al Laboratorio de Virología del Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste (Cibnor), Unidad Hermosillo. Por su parte, la doctora Adriana Muhlia-Almazán está adscrita en el Laboratorio de Bioenergética y Genética Molecular del Centro de Investigación y Desarrollo (CIAD), Hermosillo, Sonora.
Asimismo, el doctor Sánchez-Paz, además de ser investigador titular A en el Cibnor, es miembro de la American Society for Virology, de The World Society for Virology, socio numerario de la Sociedad Mexicana de Virología, miembro de la Red Mexicana de Virología, y del Consejo Consultivo Científico de la Comisión Intersecretarial de Bioseguridad de los Organismos Genéticamente Modificados (Cibiogem). Contacto: asanchez04@cibnor.mx.
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