El tejido ha trascendido de ser un simple pasatiempo, a un arte con el que se puede desarrollar al máximo la creatividad, además de convertirse en una excelente opción en el tema de la sostenibilidad en la industria de la moda que actualmente, es considerada una de la más contaminantes del planeta.
Lo que antes era una tarea diaria, ahora simboliza la expresión personal y la oposición al mundo acelerado actual, dominado por la inmediatez y el consumo desenfrenado. Sin embargo, esta tendencia no es nada nueva y lleva consigo una interesante historia.
Durante la Primera Guerra Mundial, tejer se volvió mucho más que un hobby, convirtiéndose en un acto patriótico. El gobierno americano impulsó este pasatiempo como símbolo de resistencia y solidaridad. Se promovió en publicaciones, campañas publicitarias de la Cruz Roja e incluso en revistas de moda como Vogue.
En estas publicaciones se mostraban ilustraciones de bolsos elaborados en tejido de punto, demostrando que las mujeres podían ser patrióticas y seguir la moda. Con mensajes motivadores como, “no pierdas ni un minuto de tu tiempo cuando podrías estar tejiendo para apoyar a nuestras tropas”; “teje en casa, en parques, en eventos sociales… en teatros a oscuras (saca las agujas de punto con punta de radio)”; “lleva tu bolsa de punto de gran tamaño a todas partes con orgullo”.
Además de cubrir necesidades prácticas, fomentaba la unión comunitaria. Los grupos se reunían para compartir técnicas y apoyarse emocionalmente mientras creaban prendas esenciales. El movimiento de tejer para los soldados trascendió los hogares y las labores femeninas, llegando a todos los sectores de la sociedad.
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La actriz americana Mary Boland lideró la The Stage Women’s War Relief, una organización que movilizó a mujeres del teatro para tejer prendas. Incluso las empresas participaron activamente, la Universal Motion Picture Company, alentó a sus empleados a tejer durante sus descansos y la compañía Butterick organizó clases de tejido en su edificio de Nueva York.
En pocas semanas, los empleados produjeron cientos de prendas para la marina. Estos esfuerzos colectivos transformaron el tejido en un símbolo de unidad nacional, demostrando su poder para unir a las personas en torno a una causa común.
Este espíritu de rebeldía resuena con fuerza en la actualidad. Ahora, que la moda rápida domina las tendencias, el tejido ha resurgido como un estandarte del movimiento slow fashion. Cada pieza tejida a mano es única, una manifestación de individualidad y conciencia ambiental.
Al elegir materiales naturales y sostenibles, como la lana orgánica o el algodón reciclado, los tejedores se alinean a un compromiso con la sostenibilidad que contrasta con la frivolidad de las tendencias fugaces.
La industria de las prendas de punto está experimentando con la forma y la funcionalidad, a través de la fusión de lo artesanal con lo contemporáneo. Estas propuestas se pueden apreciar en las redes sociales, donde jóvenes en plataformas como TikTok e Instagram, comparten sus proyectos basados en la técnica del tejido.