El metro de Londres, considerado el más antiguo del mundo, se apresta a entrar en la modernidad gracias a una nueva línea que, con el nombre de la Reina Isabel, será la primera que se inaugura en este siglo.
El 24 de mayo se abrirá al público la nueva línea isabelina, encargada de unir de forma rápida el oeste y el este de la capital británica, tras un proyecto titánico cuya gestación se remonta a hace más de dos décadas.
Con la reina en un delicado estado de salud y el país a punto de celebrar los 70 años de su reinado en el Jubileo de Platino el próximo junio, la llamada Elizabeth Line llega justo a tiempo para rendir tributo a la monarca.
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Los planes eran que en diciembre de 2018 debía de haber sido inaugurada esta nueva ruta caracterizada con el color violeta, pero con solo unos meses antes que eso sucediera, los ejecutivos del proyecto dieron la alarma de que no estaba lista.
Antes de la pandemia por Covid-19 se calculaba que unas 250 millones de personas usarían anualmente la Elizabeth, ahora las estimaciones se sitúan entre 170 y 200 millones en el horizonte de 2026.
La línea enlaza los dos grandes centros financieros de Londres, la City y Canary Wharf, directamente con el aeropuerto de Heathrow y con otros nudos clave como las estaciones de Paddington, Farringdon o Liverpool Street.
Estaciones majestuosas
La línea Elizabeth -que ni siquiera forma parte en puridad del metro londinense, pues combina viaje subterráneo con funciones de tren de cercanías- dará servicio a 41 estaciones desde la periferia occidental de Londres a la oriental.
Pero lo más llamativo, para quien conozca el metro londinense, es la diferencia de sus majestuosas estaciones y trenes amplios y silenciosos con el resto de la red subterránea. Las nuevas terminales de la línea isabelina sobresalen por sus dimensiones y su funcionalidad. El propio ancho de las vías distingue a sus trenes de los que recorren el metro de la ciudad.
"Es una espectacular obra de ingeniería civil y el primer proyecto en el mundo completamente digital. Lo realmente complejo, al margen de construir físicamente los túneles y las estaciones, ha sido conectarlo todo", dijo en la visita el comisionado de TfL, Andy Byford.
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Precisamente, el director ejecutivo del proyecto, Mark Wild, confesó a EFE que el sobrecoste de la obra se debió a haber subestimado su complejidad digital. "Algo que se pensaba que costaría seis meses acabó costando tres años", dijo.