Discreto y sin la reina Isabel II, así fue el bautizo del bebé de Meghan y príncipe Harry

Tan poca información han aportado los padres, que ni siquiera se conoce el nombre de los padrinos, aunque sí ha trascendido que "son amigos de la pareja", pero no personajes públicos

EFE

  · sábado 6 de julio de 2019

Foto: AFP

Meghan Markle y el príncipe Harry siguen haciendo las cosas a su manera y marcando distancias con las tradiciones de la realeza británica, como demostraron de nuevo este sábado en el bautizo de su primer hijo, Archie Harrison Mountbatten-Windsor.

Los duques de Sussex lo celebraron en el Castillo de Windsor, a las afueras de Londres, en un acto privado al que sólo asistieron familiares y amigos muy cercanos, lejos del foco de los medios de comunicación y de la ciudadanía.

En contraste con los bautizos de los tres hijos de Guillermo y Catalina, el de Archie, el séptimo en la línea de sucesión al trono, estuvo marcado por el ya habitual secretismo de Meghan, muy celosa de su intimidad y, desde ahora, de la de su primogénito.

Foto: AFP

Tan poca información han aportado los padres, que ni siquiera se conoce el nombre de los padrinos, aunque sí ha trascendido que "son amigos de la pareja", pero no personajes públicos.

Meghan fue vista el jueves en el torneo de tenis de Wimbledon con dos amigas de la universidad, Genevieve Hillis y Lindsay Roth, mientras que las casas de apuestas también han propuesto a la estilista Jessica Mulroney como una de las posibles madrinas.

Por parte de el príncipe Harry, los medios especulan con dos amigos de la infancia como padrinos, los hermanos Thomas y Charlie van Straubenzee.

El bautizo, por tanto, ha sido un evento de bajo perfil para los estándares de la realeza de este país, en el que tampoco ha estado presente la bisabuela de Archie, la reina Isabel II de Inglaterra, quien ya indicó que tiene hoy otros compromisos.

No es algo inédito en la monarca, ya que el año pasado tampoco asistió al bautizo de su bisnieto el príncipe Louis.

Tanto hermetismo ha molestado a un sector de la prensa, a la que apenas se han ofrecido un puñado de detalles.

El palacio de Buckingham ha confirmado, por ejemplo, que Archie llevó una réplica, elaborada en 2008, del mantón bautismal color crema que lució por primera vez la primogénita de la reina Victoria en 1841 y que, desde entonces, se ha utilizado para todos los bautizos reales, incluido el de Isabel II, en 1926.

Asimismo, el bisnieto de la monarca fue bautizado por el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, con agua del río Jordán sobre la pila "Lily Font", una obra de orfebrería elaborada por los joyeros EJ. y W. Barnard en 1840, también a petición de la reina Victoria, que representa "la pureza y la nueva vida" y que la familia real utiliza en estas ceremonias.

Fuentes de palacio también señalaron que, entre los asistentes, estuvieron el príncipe Carlos y su esposa Camila; los duques de Cambridge; y la madre de Meghan, Doria Ragland; así como un reducido grupo de amigos cercanos a los duques de Sussex, hasta un total de unas 25 personas.

Los padres de Archie tienen previsto difundir este sábado algunas de las imágenes de la ceremonia tomadas por el fotógrafo del mundo de la moda Chris Allerton, quien ya les hizo el reportaje de bodas.

En las últimas semanas, los duques de Sussex han sido criticados por mantener la ceremonia alejada de los medios y la ciudadanía, tras publicarse que gastaron 2.4 millones de libras (2.6 millones de euros) de fondos públicos para restaurar Frogmore Cottage, la que será su nueva residencia en Windsor.

El académico Chris Imafidon, miembro de la Sociedad Real Histórica, opinó que un bautismo real debería ser un evento público, aunque dijo que entendía por qué este caso es diferente.

"Resulta fascinante que este es el primer bebé que puede ser rey o un presidente estadounidense o africano en potencia. No hay otro bebé como este. Él encarna a países diferentes", declaró el experto a los medios a las puertas del castillo de Windsor.

Por contra, la biógrafa real, Penny Juror, ha considerado un "error" la decisión de la pareja de querer mantener la ceremonia y el bautizo en privado tras haber gastado millones de dinero público en la restauración de su nuevo hogar.