EDIMBURGO. El Britannia, el yate real británico bautizado por la difunta Isabel II e insignia personal de su reinado, cumple 70 años en su retiro en el puerto escocés de Leith convertido en una atracción turística que brinda la oportunidad de deleitarse con una experiencia real.
El rey Jorge VI (1895-1952), padre de Isabel II, sufría de problemas de salud y quería “un lugar donde pudiera relajarse y tener aire limpio”, aunque nunca pudo llegar a disfrutarlo al fallecer antes de que estuviera listo, explica Cerys Clarke, guía de eventos del lujoso buque.
Según los registros de la nave, el Britannia recibe anualmente hasta 390 mil personas.
La clave es que, por la mañana, “los visitantes pueden disfrutar del Britannia y experimentar tal cómo era durante sus 44 años de servicio”. Y por la noche, “uno puede subirse a bordo y tener la experiencia culinaria que la propia reina hubiera tenido”, detalla Clarke.
Amarrado en el puerto edimburgués de Leith desde 1998, de 126 metros de eslora y 17 de manga, el yate fue la última residencia real oficial marítima al servicio de Gran Bretaña y de su majestad Isabel II (1926-2022).
Fue la propia soberana quien lo inauguró, el 16 de abril de 1953, en un concurrido puerto escocés de Clydebank, donde se dieron cita unas 30 mil personas.
“La reina, de 26 años en aquel momento, salió y pronunció las palabras ‘nombro este barco Britannia’”, provocando un alboroto masivo que impidió escuchar el resto de la frase: "Le deseo éxito y a todos los que naveguen en él’, dice la guía.
A bordo, las órdenes se daban mediante señas manuales para preservar la tranquilidad; la proa estaba destinada para la tripulación y la popa, para la realeza.
“El salón del Sol era la habitación favorita de la reina, donde tomaría tanto su té vespertino como su desayuno y donde el duque de Edimburgo pintaba: al príncipe Felipe (1921-2021) le gustaba mucho pintar”, revela Clarke.
Con unos grandes ventanales, la pieza da acceso a sus sobrios dormitorios, unidos por un estrecho pasadizo, de camas individuales. Una contigua escalinata beige enmoquetada lleva al lujoso comedor de Estado y al amplio salón, “donde disfrutaban cuando el tiempo no era muy bueno” y recibían a sus selectos comensales.
Festín de sándwiches
Desde hace 25 años la nueva tripulación del Britannia en Leith ofrece disfrutar a bordo de bebida, sándwiches y tartas en la Sala del Té, además de una pastelería que antaño “servía dulces a los pequeños príncipes Guillermo y Enrique”, ilustra Clarke.
Los recorridos privados, también son una opción que brinda el navío real, desde 911 libras (unos 20 mil pesos mexicanos) para un máximo de diez personas.
De forma más exclusiva e íntima, desembolsando una generosa cantidad, se puede, “cenar en el buque, como la reina hubiera podido hacer, haciendo uso de su servicio”, y así imitar a personalidades como Frank Sinatra, Nelson Mandela, Ronald Reagan o Elizabeth Taylor.
Con motivo de la coronación del nuevo rey británico, Carlos III, el próximo 6 de mayo, el Britannia ofrecerá durante todo el mes, un único tour privado, con recibimiento de alfombra roja y un trago del whisky escocés favorito de su majestad, de la marca Royal Lochnagar, elaborado cerca del castillo de Balmoral, donde murió la reina el año pasado.
El navío y el nuevo monarca guardan una estrecha relación desde su niñez, ya que junto a su hermana Anna, “fueron los primeros en subir al barco”, incluso antes que sus padres, que estaban, “en el final de su viaje de coronación”, explica Clarke.
“No descansaban mucho cuando eran niños”, a juicio de la guía, que agrega que con su energía, “ayudaban a los tripulantes a limpiar las cubiertas, con lo que se divertían bastante”, aunque más tarde Carlos III lo usó para tareas representativas, como la transferencia de soberanía de Hong Kong a China en 1997.
En el Britannia están ya expectantes ante la próxima coronación, que se celebrará a bordo con, “un festín de sándwiches con servicio de té y un cóctel”, para dar la oportunidad de brindar por el nuevo rey de Inglaterra.