La Navidad es una de las épocas predilectas para la convivencia familiar, representa el periodo del año en que descansamos del trabajo o la escuela para reunirnos con nuestros seres queridos. Pero también es el momento en el que queremos salir de vacaciones y buscar alguna experiencia distinta, pues el nacimiento de Jesús se suele celebrar de distintas formas y una muy particular es la conocida como Fiesta del Takari, la cual tiene cabida en la pequeña comunidad de Tiríndaro, perteneciente al municipio de Zacapu, en Michoacán.
Para ubicarnos mejor, basta con decir que la localidad pertenece a la región purépecha del estado, se ubica al noreste del Lago de Pátzcuaro en la región conocida como La Ciénega, a tan solo hora y media de la capital Morelia, a través de una carretera libre en muy buenas condiciones.
Ahora hablemos del origen que da nombre a esta celebración. El Takari (pronunciado como takare) es una planta que en español se le conoce como tabardillo o Cabello de Ángel, misma que solo es posible encontrar en ciertas zonas de San Luis Potosí, Hidalgo, Nayarit y Puebla, además de Michoacán. Está conformada por hojas pequeñas y su flor se compone por estambres largos de un rojo intenso con una variante de rosa pálido.
A partir del 15 de diciembre, los habitantes más jóvenes de Tiríndaro salen al cerro para cortar el takari y a su regreso son recibidos por los cargueros, quienes los celebran con una cena que suele ser pozole tradicional, además de buñuelos y chapatas.
Ese apenas el inicio de una fiesta que se extiende hasta la Noche Buena, por lo que se integran elementos de música purépecha, danzas y cantos. El takari servirá para adornar el templo y también la casa del carguero asignado, quien es el encargado de transportar al Niño Dios. En otras palabras, hablamos de un sincretismo que mezcla la tradición purépecha con la religión católica, algo muy característico de esta región donde se asentó Don Vasco de Quiroga.
A lo largo de nueve días la fiesta es protagonizada por tres personajes clave de la región: los pastores jóvenes, los viejos y las maringuías. En el primer caso se encargan de recolectar el takari, mientras que los mayores son los designados para resguardar al Niño Dios, a quien se le rezan rosarios y se le dedican cánticos. Por su parte, los danzantes se visten de blanco y calzón de manta bordado, una faja negra y máscara de madera, así como sombrero con listones coloridos. En este ritual es donde aparece la Maringuía, un hombre vestido de mujer con falda larga, delantal, camisa, faja gruesa y un sombrero, personaje que también aparece en los bailes del Torito de Petate, otra tradición michoacana surgida justo en la época de Don Vasco.
De acuerdo a la investigadora Claudine Chamoreau, esta danza es la forma de interpretar la posada católica entre los purépechas, pues el viejo y la maringuía representan a María y José en su peregrinar para dar vida a su hijo Jesús.
El jefe de tenencia de Tiríndaro, Baltazar García, nos contó que esta época de posadas en el pueblo es principalmente organizada por nueve parejas de jóvenes, y todo culmina con la danza del toro festejada en el campo del Takari, donde se concentras las bandas de viento y toda la población. Ahí, las mujeres visten nahuas y trenzas de muchos colores, con guanengos, delantales y sin rebozo en el caso de quienes no están casadas, además de servilletas con las que torean a los hombres, que portan pantalón de mezclilla negro, botas y sombrero. En cuanto a la comida, se ofrece el también tradicional churipo, que es un caldo de chile rojo acompañado con carne de res y verduras, servido con corundas o tamales de ceniza.
Si en verdad quieres experimentar una época navideña distinta, puedes visitar este pueblo purépecha, a cuyos habitantes les distingue la amabilidad con los turistas, pero sobre todo, una cosmovisión única.