“Fui a Estambul sin un itinerario fijo. Durante 10 días caminé por los lugares que me fueron hablando y cuando la gente me preguntaba si iba sola, me respondía a mí misma que iba conmigo”, comentó a Viajero, Nancy Granados, fotógrafa profesional, exploradora inquieta que, según menciona, por medio de este tipo de travesías rompe con sus miedos.
El viaje en solitario en estos últimos años ha sido cada vez más frecuente. De acuerdo con información de empresas como booking.com, en México el 66% de las mujeres han viajado al menos una vez solas. Así como Nancy hay muchas que hacen este ejercicio de introspección, viajes que no son con la intención de conocer gente o de ligue: momentos a solas para disfrutar de sí mismas.
“Nos hace enfrentar y resolver problemas, es tomar decisiones constantemente o hablar con desconocidos rompiendo barreras culturales e idiomáticas. Te das cuenta dónde están tus límites, se logra independencia y confianza en ti misma. Da un sentimiento de libertad”, explicó Estela Gómez, directora de #QuieroViajarSola, a lo que Nancy agregó que al “regresar a casa se sintió más empoderada porque fue un logro gestionar el viaje, pagar, planear y vivir sola, por mucho es una de las experiencias de mi vida”.
Garantiza tu tranquilidad
La fundadora de #QuieroViajarSola destacó que para una estancia segura prevalece el uso del sentido común y el instinto; ambos aspectos son indispensables para estar a salvo de situaciones incómodas, “evitar barrios que no dan buena espina, estar atentos a nuestras pertenencias en el transporte público, no llevar objetos de valor a la vista y caminar sola de noche.
“En cualquier parte del mundo, el mayor riesgo para las viajeras es la sociedad machista. Es importante plantar cara y reivindicar que las calles son de todos y todas, tenemos el derecho de ser libres y seguras” - Estela Gómez, bloguera de viajes
También hay que avisar a familiares o amigos el itinerario y con quien estamos, “Me dijeron que Estambul es peligroso por el terrorismo y conflicto en las fronteras, pero al estar alerta siempre me encontré con un lugar seguro. Me informé lo más que pude del lugar sobre usos y costumbres, contacté mujeres latinas que viven allá, ubiqué en redes sociales a todo aquel que conocía. Si quería un trago, yo me lo pagaba y contraté una tarjeta de asistencia por si me enfermaba; además, tenía a la mano mis documentos e itinerarios por cualquier cosa”, finalizó Nancy.
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